miércoles, 21 de agosto de 2013

Padre


Huyó, merecidamente.
No hubo llamadas,
ni cartas,
ni visitas sorpresa.


Huyó desheredando su sangre,
sin firmar ningún papel,
con su indiferencia
destruyó mi corazón,
convirtiose en hiel,
entre piel y piel.


¿Te quieres parecer a tu padre?


Esperé sin decir nada,
como el pájaro que canta
sin esperar ser escuchado.
No puse límite a mi espera.
No dejé que mi mente me influyera,
ciego, sordo y mudo esperé.


Muchas noticias,
ninguna suya,
inventaba historias mi alma,
buscando motivos
de porqué no me rescataba.
Más que historias eran fábulas,
fábulas de mi esperanza
que se mermaba.


¿Te quieres parecer a tu padre?


Un día cualquiera regresó,
como si no pasara nada,
le eché de casa,
yo era el padre del hogar,
cuidaba de mi manada.


Desde aquel momento
mi corazón porta un ancla,
y me cuesta caminar
siento una pena y una culpa
que ahogo en el fondo de mi ser,
pero flotan,
y se derraman por mis ojos,
cuando nadie me ve.


¿Te quieres parecer a tu padre?


Quizás deba perdonarme a mí,
y poderle perdonar después,
quizás siga esperando
aquello que ya no puede ser.


Sangre de su sangre
fui, soy y seré,
pero mi alma
navega muy lejos de la de él.


No me creo mejor
por escribir estas palabras
como si fuesen mi religión.
Dejo que fluya el odio y la pena
que tanto tiempo guardé en prisión.


¿Te quieres parecer a tu padre?




Ya no sé quién es mi padre, se ha convertido en un desconocido para mí. Es una carga que llevaré siempre conmigo, que estoy dispuesto a soportar aunque tenga que subir montañas escarpadas o muros que toquen un nublado cielo. Es un dolor que aunque cicatrice, siempre seguirá expulsando sangre hacia el interior. Tengo su imagen imborrable que, sin avisar, me asalta y me endosa un directo al corazón, pero no sé quién, no sé quién es mi padre, eso es lo que me aterroriza...




Por Edgar...