jueves, 13 de noviembre de 2014

Ojalá no lo hubiese tenido que escribir


Calor en la montaña de hielo nuboso, donde los duendes y duendas de carne y yeso viven muertos sin saberlo. La cerveza corre a cuenta del establecimiento y las gentes beben antes que comer, follar o respirar. El caos deja paso a la libertad del alma de quien puede poseerlo. Algunos locos escriben en las terrazas de pladur esperando que les caiga sobre las barbas la manzana de Newton, otros fuman marihuana para ver a la gente en formas dalinescas y unos muchos intentan ser normales con resultados desastrosos. 

Vehículos de cuatro ruedas parecidos a los coches, que corren como coches y se llaman coches pero no son coches. Circulan sin frenos y con la imprudencia de niños de preescolar, destrozando sus bocinas al ritmo de un blues mundial que silencia el canto de los pájaros y las órdenes de cada uno de los dioses. El murmullo se palpa en su inmensa invisibilidad, la brisa transporta mensajes no natos y lágrimas de zarigüeyas, todas las calles parecen la misma y para colmo no hay colmo que valga.

Las sombrillas vuelan quietas en bamboleos de tutús de ballet. Los edificios intentando golpear al cielo por reírse de los sueños que algún demente tiene. Las flores se han ido sin despedirse y no se les espera volver a ver. Los móviles echan humo y lloran porque el ser humano no tiene cabeza ni pies. 

Un arco iris de grises invade los ojos de aquellos ojos que no quiero que sean míos pero sí lo son. Y hoy que a la lluvia no se la espera, a mí me llueve dentro, me gotean las heridas selladas y me hacen saber que hay quemaduras que jamás curan. En mi sombra veo la pena, que ya no sé si me acompaña o la acompaño, si está a la vista o por debajo, si es mi humanidad o mi fracaso...si viene a quedarse o está de paso. 

Me llegan noticias sobre ti y ojalá fueran buenas. Escribiendo fábulas para ocultar lo que me está pasando, adornando el mundo cuando la realidad me está matando. Me llegan noticias sobre ti y se me parte el techo.  Maldigo al alcohol, lo insulto y escupo odio sobre cada una de sus letras, cada uno de sus grados, todo ello mientras bebo cerveza, así me flagelo. Tanto tiempo sin saber de ti y no me importaba olvidarte, porque nunca lo intentaría -y aún menos lo lograría-, demasiado tiempo y ahora me vuelca el corazón, y pensar que tal vez no verme ha sido tu condena, me condena al infierno más ingrato.



                          Me encuentro en las llamas de tener padre y que no hago nada por salvarle. 





Desde el dolor de mis labios, Edgar Kerouac por ti está rezando.