jueves, 19 de diciembre de 2013

Diluvio metaonírico directo a entretelas.


     Cualquier cosa se ve brillante cerca de una vela en la noche oscura. Todo da saltos impares siguiendo los recovecos de un pasadizo estrecho y sin salida. Mirando el cielo puedes caer en un hoyo, mirando al suelo puede caer sobre ti un meteoro, mirando al frente… ¡oh si mirases al frente! Puede ser, y repito, sólo puede ser, que mirando al frente veas aquello que tanto tiempo has deseado no ver. Llevas toda la vida huyendo, corriendo de espaldas a la verdad, porque no quieres que te atrape. Pero no te das cuenta, de que mientras más te alejas más se adentra en ti, se apodera primero de tus extremidades, de tus sentidos. Penetra lenta pero inexorablemente hasta el rincón más oculto de tu alma.

No eres más que una semilla que nunca será árbol, que nunca tendrá ramas, que nunca dará frutos, eso te repiten en tus oídos, una y otra y otra vez. Tú duermes con esas palabras que hacen eco en tu ahuecada cabeza, y los sueños nunca llegan, sólo pesadillas. Despiertas sin haber descansado, porque dormir está para soñar, lo recuerdes o no, pero para soñar. Y hubo una vez en la que soñar era tan sencillo que ocurría sin que te lo propusieras. Hubo una vez en la que fuiste feliz con muy poco, en la que tus ojos observaban el mundo con inocencia. Hubo una vez que fuiste niño. Ahora sigues siendo niño, porque no existe otra forma de vida. Pero no te sientes niño. Tus sueños no llegan, te han obligado a crecer en un mundo donde no existe el amor, o eso te quieren hacer creer. Tu mirada está cargada de odio y desesperanza, como la de un anciano amargado. Y no es sólo la tuya. Es la de todos los que están a tu alrededor.

Pero hoy llueve, llueve sobre ti y sobre mí, buen amigo. Caen lágrimas del cielo para embadurnarnos y llevarse de nosotros toda melancolía. Palabra a palabra, luces de navidad intermitentes, un piano que no calla, una noche que nos vence, una habitación que se apaga y nos enciende. Nuestra salvación la creación de un yo sobre papel, un yo que somos y no vemos, un yo que no escrito es maldito.

¿Escribimos en un vano intento de crear nuestras vidas en papel? ¿O vivimos en una partitura ya escrita tiempo ha? Todo el dolor que puedo sentir lo expulso tecleando letra a letra, con rabia a veces, con lágrimas más de una vez, y con sonrisas satisfechas menos de las que debería. Pero sé que si no lo hago reventaré por dentro, que algo dentro de mí implosionará llevándose todo y a todos. Al menos, pintando el folio, sólo soy una bomba que rezuma tinta, una carta que me entra por los ojos y me libera de este nudo que es mi nuez de Adán.

Quizá para finalizar deberíamos volver al principio, intentar brillar sin ser luciérnagas, mirar al frente tras unas gafas de sol empañadas, no buscar la verdad, ser la verdad, huir y correr en círculos hasta volvernos a encontrar, dejar de preocuparnos por no soñar y simplemente ser esos niños que nadan en sus fantasías de corral. Y así, estaremos preparados para no huir jamás, para poder enfrentarnos a aquello que tanto miedo nos causaba, que no era otra cosa que mirar al frente, contemplar nuestro reflejo en el lago que hay en nuestro interior, dónde no habitan animales, pero sí flotan miedos y prejuicios. Y por fin nos convertiremos nosotros en la vela, e iluminaremos cualquier noche que intente atraparnos, y ese miedo no será más que un vago recuerdo de algo que tal vez sucedió, pero que no nos impedirá soñar eternamente.





Escrito por tus palabras y las mías, ahora nuestras, ahora inseparables, indivisibles como agua y cloro, como lluvia y mar, como el alcohol en tu petaca, la que acabas de rellenar. Por Borowsky y Kerouac. 

miércoles, 18 de diciembre de 2013

Umbral


XXV-XI-MMXIII :
Quise dormir, quise reír, quise...quise despertar y abrazarme en el espejo. Morir sin morir, resurgir del desastre, ser mi propio sastre. Sastre en el arte del desastre. Lanzaré mi aliento y más tarde vendrá el grito, quizá, aullido, para encintar la luna como si fuese un lobo de ciudad. En la ígnea lumbre de mi urbe me pierdo, para acabar sumergido en un umbral de miedo y aislamiento. Hace frío, tengo frío, muere el sol, escondido, escondido en mi dolor.

XXV-XI-MMXIII :
De la llama que fui, ceniza morí, y de ella en llama vuelvo a latir. Cuando no queden horas, ni días, ni fechas que enmarcar, dibujaré una cuna, que sin necesidad de agujas deje de girar. Si dudo no huyo, me enfrento a mi dubitar, sea cual sea su final. Embalsámame en lágrimas -mías a poder ser-, para sentir a terciopelo mis llantos y anhelos, enterrado en mi propio heno sentimental.

XXX-XI-MMXIII :
Vine para irme. Al irme llegué a un lugar desconocido para mí. Iba de retorno a un lugar nunca habitado por mis pies. Llegué ya habiendo llegado antes. Mi alma llegó antes que mi cuerpo, pero ahora sé donde está mi cuerpo pero no mi alma. Allí todos me conocían, excepto yo a ellos. Un paraje con lagunas de sonrisas y donde todos sonríen como si fuese año nuevo o carnavales. En cambio, yo sigo serio y confuso como en los funerales. La gente me habla, pero yo no tengo oídos para ellos. Todos cantan en armónica alegría, yo danzo triste, repleto de melancolía. El sol está afuera, al alcance de todos, pero huye de mí, no me ilumina, no me da un poco de ese calor que me desprenda de la soledad. Mientras todos gritan con sus palabras atronadoras -y que me hacen ensordecer-, yo grito con mi silencio, grito el silencio tan fuerte y profundo como puedo, pero nadie me escucha...o me quiere escuchar. En cuanto mis ojos se acomodan a aquel inhóspito rincón del mundo, cuando dejo de ser ciego y vislumbro tras la niebla de mis enfermas córneas, me percato que todos aquellos seres felices soy yo, son clones de mí, todos son yo pero ninguno es yo. Si fuesen yo, borrarían esas caras de esperanza, esos ojos de ilusión, no se les verían esos dientes de tanto abrir la boca para sonreír. Tal vez, sea yo que ya no soy yo, o sólo soy un día malo entre todos mis yoes felices. Todos me arropan, me guían por un camino pedregoso hasta llegar a una valla de madera. Al lado de la valla veo unas huellas que reconozco rápidamente, son mías, unos pasos más allá está mi alma. Mis clones señalan mi alma caída al suelo, lloran, sus lágrimas caen -como piedras preciosas- encima del alma y renace como Lázaro. Antes de que vuele y se escape para siempre, me abalanzo sobre ella, la beso, la mimo y desaparece dentro de mí. Mi tristeza se esfuma como el humo de un cigarro en la bruma. Ahora soy esos lagos de sonrisas, esa gente feliz, yo soy todos y todos son yo. Recupero el alma olvidada en mi interior, ese lugar que, sin la tristeza, a veces olvidamos que está ahí.

III-XII-MMXIII :
Nubes negras, opacas como niebla espesa. Frío, frío mañanero traído por el viento que se inventa el mar con sus olas furiosas. Frío en la noche, frío solitario al que nadie quiere, sólo por interés le reclaman, para poder dormir mejor, tapados hasta las pestañas con sus sábanas de sueños y fantasías nocturnas. Oscurece temprano y los búhos y murciélagos despiertan antes, ahora cansados de tantas horas de oscuridad ululan y “murcielaguean” llamando al sol, quieren dormir. Con este viento que hace tiritar a los árboles y los dejan desnudos de sus hojas, que hibernan hasta primavera, y los árboles se quedan sin su tintineo de campanillas, solos, como lobos solitarios pero sin aullido, ni ojos para ver la luna. Sólo tronco, savia y raíces que tocan el corazón del mundo y les hace cosquillas. Y las piedras en invierno se esconden bajo otras piedras más grandes y duras. Puede oírse el rechinar de unas contra otras como violines de acero. Las hormigas bailan la conga en filas infinitas para reducir el frío, la primera y la última de la fila son las más resistentes, las que más soportan el cortante y paralizador frío, las más desprotegidas, por eso sólo pueden ser hormigas hembra, las más poderosas y con mayor aguante, guerreras diminutas, de corazón enorme y caliente. Un hombre libre no sabe qué es ser libre, pero lo es, siempre lo es sin consciencia de ella. Siempre escribo, a veces en papel, siempre en mi mente. La mente es una libreta con hojas infinitas y el lapicero para escribir en ellas es invisible para los ojos. Vinimos en vitrinas sin cristales, de casas que no existen, de barrios sin nombre ni número, de mundos que son sólo uno, tal vez ninguno. Vitrinas de mentes, expuestas de cara a un público ciego en vitrinas mentales, a la luz de una vela son reales, y cuán equivocados estamos. Tal vez todo se reduzca a amar y olvidar todo lo dañino, disfrutar de ese dolor agrio durante el instante, saborearlo, llorarlo y, por último y más importante, olvidarlo como si la memoria no existiese. Sólo guardar pequeños pedazos de amor, para esos momentos de sufrimiento aguantar como un gladiador.

(VII-IX-X-XII)-XII-MMXIII :
En cada museo, cada teatro, en cada plaza abandonada, donde los bancos se acercan unos a otros para entrar en calor. En cada lago sin patos, en cada árbol sin pájaros, ni jóvenes que lean bajo su sombra maternal. En cada vinilo oxidado, cada trompeta abandonada en armarios sin constancia, todas y cada una de esas batutas amigas de las arañas y sus telares de hilo y polvo. En cada espejo roto y sus años de maldición, cada escalera abierta de par en par y sin nadie querer por ella pasar, en cada escoba soltera, triste y famélica porque cree que a quien toca no se va a casar. Por cada hoja que cae en primavera, por cada lágrima al despertar, por cada gato cariñoso que por ser cariñoso el adjetivo de perro le dan, por cada bombilla agotada que con desprecio no muere en la papelera de reciclar. En cada suspiro sin inspiro, por cada inspiración reclamada sin escuchar suplica, en cada cuarto cuando llega la noche y aun no has cerrado los ojos, por cada minuto guardado por todos los sentidos y reproducido en el futuro sin cesar, por cada palabra dicha sin adornos, sin prisas, con sinceridad. En cada cicatriz que no quieres borrar, por esos senderos que aun no has cruzado, que quieres cruzar, pero por dejarlo para mañana nunca cruzarás. Por ese odio que no es odio, por esa tristeza que es amor, por ese malestar de los enamorados, que todo el mundo quiere sentir porque le hace sabedor de que lo que siente no es otra cosa que amor. Por esos arco iris sin lluvia, por esos detalles fuera de fecha, por un abrazo aunque no se lo merezca. En cada zapato sucio de lodo, cada pozo sin agua, cada serpiente transformada en un bolso de Prada, por ese veneno que sólo el humano emana. Toda sonrisa es bella, sonrisas tímidas, de media boca, de perfección creciente como la luna, en cada brillo de dientes, cada carcajada sin aire, en cada sonrisa hay belleza, menos en las fingidas, pero éstas son tan fáciles de reconocer que el que mejor las conoce es el que lo acaba de hacer. De tu sonrisa creo un mundo en el que creo. En cada piojo exterminado, cada liendre asesinada, en cada garrapata separada de su casa. Por cada discípulo que no supera al maestro y se siente orgulloso, por cada maestro superado por su aprendiz, en paz y feliz, por cada discípulo que aventaja a su maestro y finge no saberlo. En cada despertar y que el primer pensamiento sea el último con el que te fuiste a acostar. Por ese vals en la ceremonia de los hombres y mujeres caídos. Por esas caricias que estremecen el cuerpo, erizan el vello y te convierten en yonqui, y cada vez necesitas más dosis. En cada milagro que pasa inadvertido día a día, pero se lo toma con filosofía. Por cada sueño recordado, por cada sueño olvidado. Por cada adulto imberbe, por cada otoño feliz, por cada anciano empalmado y cada anciana de vagina juvenil. Por cada árbol marcado de corazones y nombres eternos, cada soneto nunca recitado, ni escuchado, sólo creado por y para uno mismo, por cada huella depurada, por cada estrella que se roba y se dona a quien más amas. En cada tumba un epitafio, que es prólogo y no epílogo de la vida. Por cada uno de mis jinetes. Por cada pavo real hijo de Dalí, por esa realidad hecha sueño, por ese sueño hecho realidad. Por todo aquello que es antiguo y que en su día fue moderno, por todo lo moderno que un día será antiguo. Por esa gente que mide la vida en años y se pierde los instantes. Por ese dinosaurio que se niega a extinguirse, por ese ratoncito Perez que para la niña aun existe. Por la amistad que hierra y se perdona sin tener que perdonar. Por la flor que crece entre la maleza sin malicia, con bondad sin rastro de “egolaridad”. En cada mentira atrapada, en cada verdad sin destapar. Por cada familia, la mejor para cada uno, que no se hace oír pero sí sentir. Por cada botella vacía sin mensaje que la pueda rellenar. Por cada montaña sin cima, por cada encina encima de tu cima. Por cada libro escrito en los márgenes, cuando falta papel y sobran cosas que decir.

Por cada una de estas cosas -y todas aquellas sin mencionar-, una vida, la vida, tan complicada que hay millones de maneras de interpretar...e infinitas de recitar. Por cada una de ellas, aquí está la mía.

(XXX-XI-MMXIII) – (XII-XII-MMXIII) :
Ludovico, para mí, hijo de Borowsky, pues él me lo presentó, le dio vida en mí. Ahora el bueno de Einaudi me hace cabalgar por las sendas de la inspiración, sin frenar, como si mis lomos pudiesen soportar cualquier trayecto sin tener que disminuir el ritmo.
Tú que consigues el fluir de mis ideas, deshaces mis nudos emocionales y me desnudas, anudas a mis dedos un frenesí oscuro pero repleto de luz. Esa luz tan pura que todos llevamos dentro, que sólo dejamos iluminar en los sueños.
Tú que me haces cerrar los ojos y sentir tu piano en mi piel, como una brisa suave pero penetrante, tan gélida como cálida, tan brusca como elegante. Me adentro en el submarino de las palabras del alma, con un cielo malva, que enciende y amansa. Y es que no es música lo que escucho, es un gemido de auxilio, un llanto que ya no cabe dentro, un amor que fue y ya no ha sido, una tristeza que se alarga en un tiempo que no anda. Empáticamente me sitúo en ti, y en ese momento soy tú, y mis manos se paralizan, se agarrotan. Sudan porque lloran. De vez en cuando una frase, de vez en cuando un “corre y borra”.
Tú que no me conoces, yo que no te conozco, te doy forma en estas letras que se unieron danzando tus canciones -o emociones-, no soy yo quien lo escribe, es tu musa que se encarna en mí para que te felicite.

XII-XII-MMXIII :
A estás horas el hoy es mañana, el ayer aun lo veo como hoy, pero ha pasado deprisa, como si me arrebatasen el día sin pedírmelo prestado. Pienso que tengo potestad sobre mi día, pero quizá no me pertenezca y no deba quejarme. Y nos damos cuenta que el tiempo pasa cuando ya ha pasado. Ahora mendigo unos minutos de clemencia más, un menor cansancio, unas palabras lúcidas que tranquilo me hagan descansar. Pido y pido y no quiero dar. Hoy es mañana y mañana qué será...cierro las puertas de mis grillos, ya no cantan. Se apagan las luces. Me acuesto. El mañana ya ha venido, me entrego a ti sin protestar.

XIII-XII-MMXIII :
Traeme una noche pintada por niños, por niños sin civilizar, niños de ninguna sociedad. Acércame ese pincel para con esos niños jugar, dibujando las fantasías que sólo se crean en libertad, sin tener que pensar como los demás.
Si a la mañana siguiente no me reconoces, ves mi cara manchada de tonos malva y ocre, huelo a polvos de talco y llevo las manos blancas, consecuencia de una guerra de harina...estate tranquila. Si he modificado mi nombre por “Traga Gusanos Joe”, “Phillip el Carnicero” o “Bicéfalo King”; si pierdo los modales en pro de un júbilo y una humanidad desenfrenadas, que se expanden y difunden en todo ser; si pataleo y me tiro al suelo, fingiendo un daño que no tengo para tu atención reclamar...puedes estar tranquila. Si me ves correr sin dirección, sin pensar en el mañana ni el ayer, porque en esos días no hay nada que pueda hacer; si me ves robando flores de la casa del vecino o, a escondidas, chocolate al perro dar; si me imagino buceador con la cabeza sumergida en el fregadero; si me ves en la rama de un ciprés, con las manos haciendo de prismáticos invisibles, buscando el tesoro del capitán BarbaGris o de la vida; repito, puedes estar tranquila. Si escribiese como si fuera adulto, y utilizase palabras que me chiva una musa que se esconde en mi patio de luces con bombillas rotas; si me mirase en el espejo para huir dentro de mí; si me ves criando orugas, y permanezco sentado deseando que pase el tiempo para ver una maravilla del universo...tranquila.

Si me ves tranquilo mirando al horizonte y, tú, nada ves, estate tranquila, siéntate a mi lado, acaríciame la tripa, te contaré un secreto si te vienes a vivir a mi guarida.

XIV-XII-MMXIII
       Silence
Silencio, dijo la
soledad. No había nadie, era yo
mismo, queriendo hablar.

       A veces
Chillo y callo. A veces
grillo, otras gallo. A veces brillo,
otras estallo.
 
        Creo
Se vive de
adentro hacia afuera.
Espero y anhelo.

(XVI-XVII)-XII-MMXIII
Si escribiese con la locura de Burroughs nadie podría alcanzarme, pues crearía mil laberintos que se bifurcarían en cientos de miles más, donde sólo yo supiese el sendero correcto. Nadie sería capaz de alcanzar mi pensar de genio drogado. Si escribiese como Jack Kerouac, fluiría como pájaro en viento, como salmón río arriba. Todo escrito con la rapidez del habla, escrito y leído a la vez, me escucharías hablar leyendo mis tangibles palabras. Si escribiese con la belleza de Borges, sería capaz de describirte un excremento y que te diesen ganas de comerlo; de representar la muerte con la fina dulzura de un bobalicón enamorado; de darle vida a una piedra; sacar la bondad de una hiena. Si tuviese el lápiz de Borges conseguiría escribiendo borrar el sufrimiento. Si escribiese con la tremenda sencillez compleja, perfecta y cruda de Bukowski, os haría amar el alcohol, el sexo, los hipódromos, lectura y escritura, y os convertiría en misántropos bajo una luna muda. Tan odiado como alabado, pero respetado por ambas partes. Si escribiese con la tristeza de Francisco Umbral, sería capaz de hacer llorar a un payaso, a una novia el día de su boda, a una madre que acaba de parir gemelos. Podría ensordecer de melancolía a los niños que terminan el colegio, que hoy es su último día y rebosan alegría. Podría apagar todas las luces del universo con una sola palabra narrada tras las orejas del viento. Si escribiese como Kafka, tendría el poder de crear una ironía tan sumamente maqueavélica, que todos la comprenderían excepto yo. Si escribiese como Aldous Huxley, escribiría “Un mundo triste”, en el que todos fuesen felices. Si escribiese como Chuck Palanhiuk, podría hacer interesante una carrera de caracoles contra tortugas, sacaría jugo de un pasa, convertiría una hoja de papel en árbol, una jaula en un mundo y un mundo en una jaula. Si escribiese como John Fante definiría la nieve y podrías olerla, sentir su helor, su tacto, su peso, sin mover tu trasero del asiento, sin poder despegar tus ojos de mis palabras. Tendría potestad para acabar con todo sueño americano y luego -yo- realizarlo. Si escribiese como Edgar Allan Poe, sólo con expirar infundiría miedo y, al mismo tiempo, interés por poder adentrarte en esa oscuridad atrayente. Podría condenar a todas las generaciones de cuervos a ser temidos, durante el resto de su existencia, con un solo poema. Si escribiese como Allen Ginsberg sería capaz de decorar el cielo con metáforas y hacerlo llover en colores desconcertantes. Si la pluma de Paul Auster viviese en mi estuche, haría con las palabras lo mismo que Jean-Baptiste Grenouille con el perfume. Orwell, si tu tinta me perteneciera, sería capaz de escribir ahora y que dentro de millones de años, mis obras siguiesen pareciendo actuales, poseería el poder de la atemporalidad. Si el espíritu de Charles Baudelaire se apoderase de mí y me obligase a escribir, sería para escribir una poesía de tal hermosura que cualquier traducción sería una blasfemia, un pecado sin perdón. Si Arhtur Rimbaud me prestase su mente, describiría en papel una rabia, un excitación, una pasión, una entrega de tal calibre, que si me leyeras quedarías inmóvil durante años, pensando en mis palabras, que ahora serían tus pensamientos, circulares y atormentadores. Si estuviese dotado de la filosofía de Schopenhauer, sería capaz de dejar cualquier tema sin resolver, por intentar resolver -únicamente- el tema del amor. Sin necesidad de información de mis antecesores, ser el filósofo del amor, para descomponerlo en secciones tan diminutas que me posibilitasen su entendimiento y, posterior, salvación. Y si mi colega de escritura, Fernando Pessoa, hermano mediterráneo -no por mar, pues Portugal baña sus costas en el océano atlántico, sino por el aceite de oliva, que no olvida nuestra hermandad-, me cediera su muñeca -sólo pido la mala, no requiero la buena-, escribiría una poesía tan rítmica, tan armónica, tan musical...que se convertiría en algo esencial para cualquier lector. Si me invadiese la energía de Neal Cassady, podría incendiar el mundo con agua; explotar buzones y hacer volar cartas con una sola mirada; morir en mi propio pensamiento; tendría tantos nudos internos que sólo sería capaz de expulsarlos a bocanadas, ni siquiera podría plasmarlos en el papel, demasiado etéreo. Si empuñase el cuchillo-pluma de Henry Miller, destriparía cuanto conoces, lo rebozaría en basura y escucharía como blasfemas lo que antes enaltecías. Tendría el poder de escribir un libro sobre los libros y ser tan atrayente que quedarías ciego antes de terminar de leerlo.

Pero no soy ninguno de estos escritores comentados. Tampoco soy Alberto Moravia, Chejov, Antonin Artaud, Giovanni Boccaccio, Easton Ellis, Turguenev, Dostoyevski, Céline, John Steinbeck, Pablo Neruda, Nicolai Gogol, Paul Verlaine, Bradbury o un largo e interminable etcétera.

Sólo un lapicero, mi alma el sacapuntas, mi musa las experiencias, la vida mi papel. A escribir... 



Por discípulo de Maestro Sho-Hai...