Cualquier cosa se ve
brillante cerca de una vela en la noche oscura. Todo da saltos impares
siguiendo los recovecos de un pasadizo estrecho y sin salida. Mirando el cielo
puedes caer en un hoyo, mirando al suelo puede caer sobre ti un meteoro, mirando
al frente… ¡oh si mirases al frente! Puede ser, y repito, sólo puede ser, que
mirando al frente veas aquello que tanto tiempo has deseado no ver. Llevas toda
la vida huyendo, corriendo de espaldas a la verdad, porque no quieres que te
atrape. Pero no te das cuenta, de que mientras más te alejas más se adentra en
ti, se apodera primero de tus extremidades, de tus sentidos. Penetra lenta pero
inexorablemente hasta el rincón más oculto de tu alma.
No eres más que una
semilla que nunca será árbol, que nunca tendrá ramas, que nunca dará frutos,
eso te repiten en tus oídos, una y otra y otra vez. Tú duermes con esas
palabras que hacen eco en tu ahuecada cabeza, y los sueños nunca llegan, sólo
pesadillas. Despiertas sin haber descansado, porque dormir está para soñar, lo recuerdes
o no, pero para soñar. Y hubo una vez en la que soñar era tan sencillo que
ocurría sin que te lo propusieras. Hubo una vez en la que fuiste feliz con muy
poco, en la que tus ojos observaban el mundo con inocencia. Hubo una vez que
fuiste niño. Ahora sigues siendo niño, porque no existe otra forma de vida.
Pero no te sientes niño. Tus sueños no llegan, te han obligado a crecer en un
mundo donde no existe el amor, o eso te quieren hacer creer. Tu mirada está
cargada de odio y desesperanza, como la de un anciano amargado. Y no es sólo la
tuya. Es la de todos los que están a tu alrededor.
Pero hoy llueve,
llueve sobre ti y sobre mí, buen amigo. Caen lágrimas del cielo para
embadurnarnos y llevarse de nosotros toda melancolía. Palabra a palabra, luces
de navidad intermitentes, un piano que no calla, una noche que nos vence, una
habitación que se apaga y nos enciende. Nuestra salvación la creación de un yo
sobre papel, un yo que somos y no vemos, un yo que no escrito es maldito. 
¿Escribimos en un
vano intento de crear nuestras vidas en papel? ¿O vivimos en una partitura ya
escrita tiempo ha? Todo el dolor que puedo sentir lo expulso tecleando letra a
letra, con rabia a veces, con lágrimas más de una vez, y con sonrisas
satisfechas menos de las que debería. Pero sé que si no lo hago reventaré por
dentro, que algo dentro de mí implosionará llevándose todo y a todos. Al menos,
pintando el folio, sólo soy una bomba que rezuma tinta, una carta que me entra
por los ojos y me libera de este nudo que es mi nuez de Adán.
Quizá para finalizar
deberíamos volver al principio, intentar brillar sin ser luciérnagas, mirar al
frente tras unas gafas de sol empañadas, no buscar la verdad, ser la verdad,
huir y correr en círculos hasta volvernos a encontrar, dejar de preocuparnos
por no soñar y simplemente ser esos niños que nadan en sus fantasías de corral.
Y así, estaremos preparados para no huir jamás, para poder enfrentarnos a
aquello que tanto miedo nos causaba, que no era otra cosa que mirar al frente,
contemplar nuestro reflejo en el lago que hay en nuestro interior, dónde no
habitan animales, pero sí flotan miedos y prejuicios. Y por fin nos convertiremos
nosotros en la vela, e iluminaremos cualquier noche que intente atraparnos, y
ese miedo no será más que un vago recuerdo de algo que tal vez sucedió, pero
que no nos impedirá soñar eternamente.
Escrito por tus
palabras y las mías, ahora nuestras, ahora inseparables, indivisibles como agua
y cloro, como lluvia y mar, como el alcohol en tu petaca, la que acabas de
rellenar. Por Borowsky y Kerouac. 

 
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