jueves, 11 de diciembre de 2014

La sonrisa en las sombras.

Como cada mañana se había levantado a primera hora. Le encantaba salir a la calle y ver como ésta se despertaba. Era algo que desde niño y después de tantos años, le seguía fascinando. Pero hoy era un día diferente.

Juan era viudo, Graciela divorciada. Se conocían desde que tenían apenas diez años. Habían sido vecinos en aquel pequeño pueblo y habían crecido juntos. Casi como hermanos. Su juego favorito era el de las sombras chinescas. Cuando oscurecía, y a la luz de un candil, él hacía formas con sus manos y Graciela siempre las adivinaba.

Hasta que Juan se tuvo que ir Madrid, por el trabajo de su padre, que en aquella época no era ni muy bueno, ni estaba bien pagado. No se volvieron a ver hasta después de 50 años. Ahora ellos tienen 66 años, ambos jubilados y han vivido mucho. Juan conoció a una bella inglesa llamada Emily, hasta que el cáncer se la arrebató hace algunos años. Graciela no lo pasó tan bien. Sufrió humillaciones por parte de su exmarido, hasta que un día éste golpeó a su hija, y no aguantando más, decidió marcharse con ella para no volver. Ahora su hija vivía en Barcelona, y a veces iba a visitarla.

Cuando se encontraron fue toda una casualidad, en una pequeña cafetería de Alicante. Ahora los dos vivían en esa bella ciudad mediterránea. Al principio, no se reconocieron, pero en cuanto Graciela vio la mirada de Juan supo que era él. No había cambiado nada. No tardaron en ponerse al día, y poco a poco fueron quedando con más asiduidad. Se dieron cuenta de que ninguno se había olvidado del otro. Se amaban, y lo sabían.

Por fin, después de varios meses, Juan se decidió a dar el paso. Eligió un precioso hotel cerca de la costa, con una amplia habitación que daba al mar. Éste, con la luz del sol le recordaba a la sonrisa de Graciela. Ella estaba en el balcón, mirando las olas, con la calma en la mirada. Él se acercó a ella y la besó. Luego, la introdujo en la habitación y apagó las luces.


El lugar se quedó a medio oscuras. Sólo una pequeña luz del atardecer entraba a la habitación de aquel hotel. De aquellas paredes que serían las primeras en guardar el momento que llevaban anhelando años. Juan se sorprendió mirando las sombras, jugando con ellas como cuando era un niño. Con dos cuerpos era más difícil hacer una paloma o las fauces de un perro. Pero siempre le habían enseñado que el camino es más importante que la meta, y no dudó en tomarlo al pie de la letra. Y allí, mirando al mar, al fin el amor les hizo a ambos.

Por Carlos Pelerowski..

viernes, 5 de diciembre de 2014

Navidad?

Hace frío.
Como cualquier día siente frío
en sus huesos.
Como cualquier noche sentirá frío en su alma.
Hoy un poco más.

Nadie en las calles.
Su perro aúlla de hambre y
 su estómago responde rugiendo.
Bebe un trago.
Suspira.
Cae la nieve.
Hoy es Navidad.

Carteles de gente feliz.
Luces con formas de estrella,
árboles que alumbran las avenidas
 por donde él solo camina.
Nadie a quien abrazar.

Una invitación hecha pedazos.
Unos hijos que no quieren saber nada.
Un cartón de vino a su lado,
Llorando lágrimas con formas de copo.
                                                   Nadie que le quiera besar.

Un niño en la calle,
Con un abrigo hecho jirones.
Tiembla.
Le da su abrigo
Comparte su cena con él.
(No es mucha, lo que le dieron las monjas).
El niño sonríe por primera vez.
Él sonríe después de años.
Siente calor en su interior.
Y no es por el vino.

                                       Feliz Navidad.


Por Carlos Pelerowski..