miércoles, 31 de julio de 2013

La leyenda que se autonarra

Cuenta
La
Leyenda
Que
Una
Hilera
De
Palabras
Se
Unieron
Como
Un
Obediente
Ejército,
Una
Tras
Otra,
Pegadas
Con
Un
Cemento
Más
Fuerte
Que
El
Amor
O
El
Odio,
Para
Subir
Al
Cielo
Y
Reclamar
Que
Fuera
Público,
Que
Estuviera
Al
Alcance
De
Cualquier
Ser,
Vivo
O
Muerto.
Aquellas
Palabras
Tocaron
El
Timbre
Del
Cielo
Insistentemente,
Un
Día,
Y
Otro,
Y
Otro.
Cada
Día
Que
Llamaban
Al
Timbre
Esperando
Una
Respuesta
Y
No
Recibían
Ni
Siquiera
Una
Pregunta,
Las
Palabras
Se
Unían
Más.
Gritaban
Alto,
Muy
Alto,
Para
Que
Palabras
Hermanas
Se
Unieran
En
Aquella
Contienda.
La
Hilera
No
Dejaba
De
Crecer,
Millares
De
Palabras
Vibrantes
De
Desbordante
Energía,
De
Pasión
Por
Un
Objetivo
El
Cual
No
Admite
Una
Derrota.
Sus
Ojos
Brillaban
Como
Meteoritos
Incandescentes.
Al
Cabo
De
Un
Tiempo
Apenas
Podía
Apreciarse
Si
Aquella
Fila
De
Palabras
Estaba
Formada
Por
Innumerables
Palabras
O
Únicamente
Era
Una
Sola
E
Inmensa
Palabra,
Tan
Grande
Como
El
Silencio.
Sin
Embargo,
Un
Día
El
Timbre
Del
Cielo
Se
Fundió,
O
Alguien
Lo
Apagó.
No
Había
Modo
Alguno
De
Traspasar
La
Frontera.
La
Desilusión
Se
Apoderó
De
Todas
Aquellas
Palabras,
Como
Una
Ola
De
Viento
Que
Rompe
Cualquier
Esperanza,
Una
Estampida
Sin
Compasión.
Las palabras cayeron al suelo,
Sin orden,
Destruyendo aquella hilera perfecta, que invitaba a la armonía.
Tristes palabras sin hermanos,
Lágrimas
Incurables y frías como icebergs,
Como una mañana en Siberia tras la muerte del sol.
Aquellas
Palabras
Habían nacido con una misión,
Con un sólo propósito el cual
Ahora era inalcanzable.
Millones de palabras se suicidaron;
Otras murieron de tristeza;
Unas vivieron apáticas el resto de su existencia;
Algunas encontraron en la droga el cielo que se les había privado;
Hubo palabras que intentaron
Olvidar el cielo,
Hacer
Como si nunca hubiese existido
Y crear una
Verdad forjada en la mentira, una mentira confortable
Y pacífica;
Al no poder subir, algunas palabras decidieron bajar y llamar
Al timbre del infierno,
Allí fueron bienvenidos, se extrañaron al ver que la puerta
De entrada era
Extactamente
Igual
Que la del cielo.
Entre las palabras sigue viva una leyenda,
Una leyenda que conocen
Todas las palabras,
Pero ninguna
Sabe
Cómo llegó a sus oídos.
Una leyenda que circula de alma en alma, imborrable, que
No conoce el olvido.
Esa leyenda cuenta que unas
Pocas palabras vagaron por el mundo sin destino,
Buscando su lugar,
O simplemente,
Buscándose a ellas mismas.
Querían los porqués de las preguntas que tanto afectaban a
Sus doloridos corazones.
Sin saber cómo,
Aquellas palabras perdidas se encontraron unas a otras,
Cicatrizándose las heridas viceversamente.
De la nada surgió
Una potente unión,
La
Hilera
Volvió
A
Nacer.
Esta
Vez
La
Fila
De
Palabras
Era
Indestructible,
Renació
La
Perfección
Con
Los
Pilares
De
La
Imperfección,
De
La
Nada
Surgió
La
Hilera
Y
Ni
Siquiera
Su
Propia
Madre
Podía
Exterminarla.
El
Timbre
Del
Cielo
Volvió
A
Funcionar,
Pero
Ninguna
De
Aquellas
Vagamundas
Palabras
Quiso
Pulsar
El
Botón.
Desde
El
Cielo
Alzaron
La
Vista,
La
Hilera
De
Palabras
Superaba
Cualquier
Altura
Inimaginable.
El
Cielo
Apreció
Que
Las
Palabras
Se
Habían
Fundido
En
Una
Sola,
"Apátrida".
Aquellas
Palabras
Sin
Nacionalidad,
Originadas
Por
La
Oscuridad
Y
La
Luz
De
La
Nada,
Tenían
El
Todo
Como
Su
Casa,
No
Necesitaban
El
Cielo.
A
Partir
De
Aquel
Momento
El
Cielo
Se
Plantea
Vencer
Su
Propio
Orgullo
Y
Llamar
Al
Timbre
De
Las
Palabras
APÁTRIDAS.





Por discípulo de Maestro Sho-Hai.

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