Lo
malo y bueno de la vida es que además de blanco y negro y de síes y
noes, hay grises y quizases. Todo o nada es posible mientras no se
decida, como pensaría Mr.Nobody, o el gato de Schrödinger tantas
veces vivo y muerto al mismo tiempo. Nos obligan a elegir, porque
hemos dividido al mundo en tiempo y dinero, sin espacio para dudas ni
dubitaciones sinuosas. Sólo cabe la claridad y contundencia del sí
y el no, o de la mar cristalina que nos permite hallar desde fuera
las maravillas de su interior; pero sin hueco para un sino, para las
preguntas sin respuesta, para los rodeos inescrutables del
pensamiento humano.  
La
toma de decisiones, las innumerables elecciones que debemos tomar en
nuestras miserables existencias, acabarán matándonos. Aumentan el
número de personas deprimidas, con niveles de estrés rozando las
nubes de un cielo que nunca saborearemos. Consecuencias de elegir, de
seguir un camino y arrepentirnos de no haber elegido otro, u otro, u
otro...confundiéndonos sin saber si hacer caso a la razón o a su
antónimo hermano, el corazón.
Así
transcurre la vida, volando sin mirar por nosotros, sin instrucciones
que seguir, ni lecciones que aprender. Sólo somos habitantes de
paso, huéspedes de algo al que no le importamos nada. Y no dejamos
de entristecernos por no saber qué hacer, todo está bien mientras
no demos pasos. Mas el viento nos empuja hacia delante, y la luna,
su brillo y su encanto nos embauca y nos llena de valor para decidir.
Tras la puesta de la luna, llega el sol, con su luz, y volvemos a
tener miedo por mirar atrás y no saber si habremos elegido bien. 
Pero qué clase de estancia tendríamos -en este inmenso mundo- sin elecciones. Es increíble ser consciente de que las -correctas o erróneas- decisiones son fruto de nuestros efímeros yoes, nuestra potestad para elegir es dolorosa y bonita a la vez. Nadie dijo que la libertad fuese sencilla, pero todos sabemos que es innegociable.
 Sería
verdadera gloria quedarnos quietos sin movernos y soñar todos
nuestros presentes y futuros posibles. Sin elecciones, sin presiones,
sin revolucionar  nuestra alma y que -como consecuencia- se rompa en
mil pedazos demasiado temprano. Sin embargo, sólo sería eso,
sueños, imaginaciones no palpables. Los sueños son maravillosos, y
es necesario tenerlos, pero allá donde estén las emociones a flor
de piel, que huyan toda clase de sueños. 
 Y
de este modo, seguiré tomando decisiones, eligiendo caminos
incorrectos, confundiéndome y hurgando en mi corazón cerebral, para
acabar llorando cuando llega la breve felicidad. Indescifrable
sensación, esencia fugaz que llena el organismo de paz exaltada,
exterminadora de preguntas atemorizantes, la droga con las que nos
bendice nuestra camello, la vida, eso es mi felicidad. 
 Pero...guardaré
algún “tal vez”, para reunir en esos diminutos puzzles la
esencia de todas las posibilidades juntas. 
Escrito, tal vez, por Edgar Kerouac. 
 
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