miércoles, 22 de octubre de 2014

Fado.

Suena un fado triste en el bar.

No hay música de instrumentos, solo una voz que rompe el silencio de las copas. Una voz que desgarra corazones sin aliento, embotellados en whisky barato.

Ella canta porque está sola, ella canta porque no sabe hacer otra cosa.

Los parroquianos están en silencio. El barman ya no limpia la copa una y otra vez. Ahora solo llora.
Ella canta porque está sola, ella canta porque nadie le dijo que supiera hacer otra cosa.

Fuera no se sabe si llueve. Tampoco importa.

Solo ella encima de ese taburete, rasgando con su voz lo que todos sueñan pero no expresan, llegando a partes del alma enterradas durante años en trabajo y miseria. Porca miseria.

Ella canta porque se siente sola, ella canta porque él le dijo que no hiciera otra cosa.

Un recuerdo de un amor pasado, de una herida que perdona pero no olvida, que late y como,
En una indefensión aprendida, se agazapa ante un nuevo rayo de esperanza.

Ella ya no canta no porque ya no se sienta sola, sino porque no tiene ya nada que cantar.

Cuando la voz se apaga ellos vuelven a sus jarras, a enterrar de nuevo el dolor.

El bar parece más triste entre risas de borrachos, pues no se dan cuenta, pero los ojos de ella se apagan, lentamente, van perdiendo el brillo y la magia de la canción, cuando por fin ha desaparecido, ella nunca estuvo allí.


Ella cantaba porque se sentía sola, sin saber que era cuando estaba callada, cuando él la escuchaba.



Por Carlos Pelerowski..

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