viernes, 15 de noviembre de 2013

Jaula



Tras la puerta mil puertas. Una ventana, única ventana, madera de alcornoque su papá, la posibilidad de ver lo que hay más allá, su mamá.

Tú eres ese pájaro, EL pájaro. Jaula y portezuela abierta y no saldrás. Tu libertad está dentro de ese recinto, no conoces nada fuera de él. El desconocimiento es un monstruo feroz. Miedo a caer, miedo a tener que levantarnos, miedo a mirar atrás y, sobre todo, delante. Miedo a que el presente se escape. Miedo a que las agujas del reloj cojan velocidad y voraces devoren tu piel, destrocen unos recuerdos aun sin fabricar. Miedo a ser consciente -tras la faz girar- que sigues en la jaula, que el aire de ese lugar se está apunto de agotar -gota a gota-, y, aun con todo, viendo la puerta abierta, tus pies siguen reacios a poderla atravesar.

Te enseñaron a no sufrir huyendo. Aprende a sufrir sufriendo. No hay mayor error que ser desconocedor de tu propio dolor. Canta el dolor hacia el cielo y píntalo de estrellas, píntate de estrella, como el mar hace con la luna, como el camaleón con la natura. No intentes darte la espalda, tu interior es un espejo reflejado en otro espejo. Intentar obviarse a uno mismo es como robarse, eres al mismo tiempo víctima, ladrón y policía, sin ningún tipo de escapatoria.

En tu jaula una cama, comida, la seguridad de tus barrotes y una mente limitada, nada más, quizás menos. Fuera está el saber, el saber es conocimiento y el conocimiento es desconocimiento, y no miento si digo que volvemos al principio y tendrás miedo. El círculo perfecto que debes aprehender a romper, porque si tu vida es una pescadilla que se muerde la cola -ola tras ola-, mírate en el reflejo de las fuentes de los parques -donde palomas se sienten tan grandes-, y pregúntate ¿dónde se esconden los callejones que me pierdo?¿por qué siempre el mismo final?¿por qué el mismo trayecto?.

Deja de usar las patas pájaro, recuerda aquello que supiste una vez, que tras tu espalda tienes alas, tus verdaderos pies. Bate ese corazón como si tu vida te fuese en ello, porque aunque no lo sepas así es. La clave es que el mundo no se vive del derecho, se vive del revés. Primero debes comprender la muerte, sin su existencia la vida sería inerte. Una vez la muerte te revele la vida, alza esa barbilla, repleta de lágrimas esculpidas. Preparado para la vida aceptarás la muerte, el final, tal vez, el principio, de una senda ascendente.

Escribo esto desde mi jaula. Tras las tablillas de sándalo que cubren mi ventana, mi única ventana. Sin embargo, la ventana está tan cerca que huele a lejos. Una puerta y mil puertas, esperándome después. La llave en mi bolsillo. Hora de abrir el candado de una -y para siempre- vez.





Por discípulo de Maestro Sho-Hai.
 

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