Era ella por la mañana,
recién levantada y despeinada.
Cuando iba al baño, y
después de tantos años
aún le daba vergüenza que
espiara tras la puerta.
Cuando me seguía colocando
una sonrisa en la tostada,
y me mojaba con agua la
cara.
Era ella por la mañana,
cuando antes de irse
Siempre me besaba.
 Era ella al mediodía, cruzando elegantemente
las piernas en la mesa.
Cuando comía sin contar
kilocalorías, sin mirar letras pequeñas.
Cuando después me insistía
en dormir la siesta
y acabábamos en una guerra
de cosquillas
donde yo siempre perdía.
Era ella al mediodía,
cuando siempre me preguntaba
que tal el día.
Era ella cada tarde, con
la brisa susurrando su nombre en mi oído,
y los pies bañados en la
orilla del mar.
Cuando paseábamos y se
asombraba con cualquier pequeño detalle
y me contagiaba esa
sonrisa que quemaba.
Era ella cada tarde,
sentada a mi lado en silencio,
Disfrutando de ese pequeño
momento.
Era ella la noche. 
Por Carlos Pelerowski...
 
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