sábado, 24 de enero de 2015

Déjame

Déjame ser Tigre, buscarte anhelando la cumbre.

Déjame cruzar el portal de tu incertidumbre para contemplar la octava maravilla que se esconde tras el quinto elemento, ese éter aristotélico que acariciando tu imagen elimina mis pesadillas. Eterna sustancia modélica sin la que el Sol ya no brilla, susurro del alma que intuitivamente me acerca a ti, sediento.

Déjame rememorarte en mi particular memento.

Déjame atravesar el aro de tu indiferencia con arrojo mientras olvidamos la prudencia, la inocencia, y nos entregamos a la lírica de la ciencia, permitiendo que la transparencia campe a su antojo. Sin la mera pertinencia de nuestro devenir, mi inconsciencia me obliga a perder el sentido en el mar de tus ojos. Con ellos merecía sentirme en el limbo, atrapado.

Déjame ser poesía a tu lado.

Déjame navegar por tu piel a través de tu mente en un viaje arriesgado monitorizando el manuscrito de tus pensamientos, introducirme en las conexiones que gobiernan tus sentimientos de manera diferente, trascendente; que en un segundo mágico aparezca la telepatía para luego suspirar en la cercanía de nuestros labios, rogando que se fundan en uno solo y saboreen su propia miel.

Déjame embriagar tus sentidos.

Déjame sentir, sentirte, sentirnos, hacer que el preámbulo de mi solitario y bochornoso espectáculo kafkiano se convierta en el néctar de una unión perfecta, que sea el preludio para presenciar el virtuosismo de tu baile impetuoso, recorriendo nuestros cuerpos en una expedición dirigida por la onda cerebral de nuestro clímax imperturbable, arañando sensaciones indescriptibles al son del placer máximo alcanzable en forma de éxtasis orgásmico. Ser el dueño de la conspiración que desata la perversión más salvaje jamás diseñada. Presidir nuestro aquelarre fantástico provocando una envidia satánica. Experimentar ese escalofrío intransitablemente frenético, ese gemido impredecible, ese deseo prohibido, tóxico, irrefrenablemente insaciable, momentáneamente simétrico, tántrico, milimétricamente estratosférico, terrenalmente galáctico, polifacético, molecularmente irrompible, apocalíptico, que a su vez calma nuestra sed con el mero hecho de existir. Si después de todo esto mi referente sigue siendo la línea que dibuja al detalle la perfección de tu cuerpo desnudo, caeré perdida y eternamente enamorado de tu corazón de mimbre y tu jugo de fresa.

Déjate ser libre, Tigresa.

Encuéntrame.


Por Alejandro Palahniuk.

sábado, 17 de enero de 2015

Insatisfacción


Las líneas quedan cortas
el lapicero está herido
me mino el ánimo
a cada suspiro que elimino.

Hacen falta tantas cosas
-mas en la realidad-
pocas cosas bastan.

La insatisfacción es el arma
que logra entristecer mi alma.

Intento ser silencio
líneas no escritas del cuaderno
el vacío que deja un ser querido
antes de saberlo.

Deseo no ser nada
para poder ser.

Soy de donde he nacido
-del mundo-
pero no lo represento
y me miento
para satisfacer el yo del pueblo.

Fui un comunista
con demasiado dinero.
Un capitalista vagabundo
con la preocupación de minimizar
sus disgustos.
Un socialista antisocial.
Considerado neoliberal
por amar la santa guerra
la santa paz.

Esta insatisfacción
está acabando conmigo
no me deja ver el lado bueno
de lo negativo.

No me quedan fuerzas
para combatir lo innato,
me queda la resignación
que es amiga mía

desde hace años.




Por Edgar Kerouac.


jueves, 8 de enero de 2015

El piano está cansado, no habla en Si bemol, triste y vilipendiado, se acerca a mí, necesitando escuchar mi voz. Malherido -de herida interior- le digo que mi voz no vale nada, aunque mis escritos tienen todo el alma que el tiempo, día a día, se va apropiando. Ambos tristes, juntamos nuestra nostalgia como fichas de dominó, él cae sobre mí llorando con notas...yo con el corazón.




Por Edgar Kerouac.