jueves, 2 de agosto de 2012

El telón nunca volverá a cerrarse


Se abre el telón. Un telón de espesa y rojiza tela, aunque el color rojo empieza a ennegrecerse. El telón se abre con viveza, sin embargo, se traba en algunos tramos.

(Aparece un dormitorio, en cuyo centro destaca una amplia cama, parece bastante confortable. Una pequeña, pero coqueta, televisión permanece apagada. Un armario, tremendamente basto, está situado en la pared izquierda de la habitación. Una réplica del Guernica ocupa la totalidad de la pared derecha. Un aroma a tristeza asola el dormitorio, sólo un pequeño resquicio final deja vislumbrar una felicidad pasada, una felicidad que habitaba en aquel dormitorio pero que hace tiempo que ya no reside allí…)       

Una joven mulata aparece llorando en su lecho. Llora en el silencio, ni siquiera sus sollozos se escuchan. Únicamente se aprecia que llora por las lágrimas que caen zigzagueantes por sus mejillas y por sus oscuros y vidriosos ojos, no por el sonido que emite, pues no hay sonido, sólo silencio.
El aspecto de la joven es el de un ángel, el de un ángel al cual le han arrebatado toda clase de esperanza, al que no le queda un ápice de ilusión, un ángel que empieza a dudar de los pilares más sólidos que conforman sus creencias. Clara, la joven mulata, se levanta de la cama y ojea un álbum de fotos, en cuyo interior aparecen innumerables fotografías de ella y un joven, el cual parece su pareja. Clara sigue llorando, mientras se adentra en cada una de las imágenes degustando el placer que sintió en todas y cada una de ellas. Pero esa satisfacción a terminado, ya no es lo mismo, aquella pasión del principio, aquella sonrisa que aparecía sin avisar, aquella felicidad que siempre le acompañaba, aquella piel erizada justo antes de ver a su chico…todo aquello ya no existe, ni tan sólo recuerda el bienestar de aquellas sensaciones, sabe que las tuvo, pero su paladar ya no recuerda su sabor. Ahora el sufrimiento, la mentira, el malestar y la hipocresía son su alimento, su vestido de cada día, un vestido de luto, y Clara no se ve con fuerzas para seguir aguantando esa situación. No podía ocultar que su amor hacia aquel chico se había tornado una tortura continua. Le dejó de gustar todo lo que su pareja hacía. John, su pareja, no tenía la culpa, y eso Clara lo sabía, por eso su alma ardía de tristeza, por ese motivo lloraba al llegar a casa, se mezclaba con la inmensidad del silencio y lloraba como si no existiese un mañana, ciertamente para ella ya no había tal mañana, lloraba hasta intentar deshidratarse, lloraba para olvidar que aun estando con John se encontraba sola, pero, sobre todo, lloraba porque era la mujer más cobarde de la faz de la Tierra. No tenía la suficiente valentía como para dejar a John, y, de este modo, ella se iba consumiendo, apagando como una vela a la que están apunto de cubrir con un vaso. Además, estaba destrozando a John, al no finalizar la relación y al no comunicarle la perdida de sentimientos hacia él, hacía que John se sintiese muy triste, culpable de algo que no sabía qué era, cuando realmente él no tenía la culpa, simplemente que ya no era correspondido su amor, Cupido había dado la espalda a aquella relación. Clara hacía daño a dos personas a la vez, su cobardía debía terminarse pronto, si no quería llegar a un punto de no retorno. Llegaría un momento en el que se acercase tanto a la oscuridad y confort de la mentira, que la luz jamás volvería a aparecer, donde el silencio y Clara no fuesen una mezcla, sino que Clara fuese el propio silencio, llegaría un instante en que la soledad le condujese a la total y eterna locura…Clara lo sabía, era consciente de ello, muy consciente.
El teléfono sonó, Clara tardó en cogerlo, era una señal de que estaba cerca de la oscuridad, el mundo real se alejaba a pasos agigantados, tardó en escuchar el sonido del teléfono, pues estaba en otra dimensión, un lugar muy distinto, un lugar donde nada importa, donde nada tiene valor, donde los sentimientos no existen, donde el corazón es un témpano de hielo y únicamente late para mantener vivo un cuerpo que debe seguir sufriendo. Al fin percibió la llamada, no fue hasta el sexto tono.

Se cierra el telón.
Se abre el telón.

(Aparece el escenario partido en dos. En una de la partes se encuentra el dormitorio de Clara, igual que estaba antes. En la otra parte aparece John. Se ve a John llamando por teléfono. Se encuentra en una pequeña habitación repleta de fotografías de él y Clara. Las paredes son un paseo desde el inicio de su relación hasta la actualidad. Parece que Clara es todo lo que ocupa la mente de John.)

- John: Clara ¿dónde estabas? ¿Por qué has tardado tanto en coger el teléfono?
- Clara: Lo siento…cariño -otra lágrima caía por su mejilla, una lágrima que no brillaba, no era transparente, era una lágrima oscura-.
- John: Esta tarde podríamos ir al cine ¿no crees?
- Clara: John…tengo que decirte algo… -se armó de valor, la lágrima oscura que había caído de pronto brilló como una estrella, atisbando un pequeño rayo de luz, de esperanza-.
- John: Dime…Clara… ¿qué quieres decirme? -dijo John con temblorosa voz, adivinando las palabras que vendrían a continuación-.
- Clara: Que…que…que…
- John: Dilo Clara…no tengas miedo.
- Clara: John…te quiero…

Nunca dos palabras habían hundido a dos personas en una oscuridad tan opaca. Clara envejeció diez años de golpe, le salieron unas tremendas y pronunciadas ojeras, sus lágrimas parecían provenir de un pantano de agua turbia y tenebrosa. John estaba roto por dentro, olía los sentimientos de Clara, pero a la vez la mentira le hacía feliz, era una felicidad amarga, como el sabor de un fruto seco podrido. Su corazón estaba fracturado en millones y microscópicos pedazos, pero amarrados por la mentira, por poder seguir junto a Clara, por alargar un poco más una agonía dolorosa que le mataba poco a poco, una muerte que para John merecía la pena.

Se cierra el telón.
Se abre el telón. El color rojizo del telón ha desaparecido, en su lugar el negro-grisáceo colma la inmensidad de la tela. Parece un telón podrido y extremadamente raído.

(Aparece de nuevo el dormitorio de Clara, exclusivamente el dormitorio de Clara.)

Se ve el dormitorio de Clara, pero Clara ya no está. El dormitorio parece menos iluminado, tremendamente oscuro. El silencio es palpable, es un silencio sepulcral, es como estar en el vacío. En el lecho sigue abierto el álbum de fotos y, sin saber de dónde vienen, caen lágrimas sobre él, lágrimas negras como el fondo de un infinito pozo…

El telón nunca más volverá a cerrarse.

Por discípulo de Maestro Sho-Hai...

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