jueves, 16 de agosto de 2012

Está en tus manos...

Una niña llora,
no la conozco,
no me importa lo que le pasa,
sólo quiero que se calle.

Un hombre llora,
le conozco,
no me importa el motivo de su llanto,
sólo quiero que se calle.

Un perro me mira,
quiere que les consuele, que haga algo.
No entiende que no puedo hacer nada,
que no lloro pero me consumo en mi propia miseria.

El perro me insiste,
cree que soy capaz.
Dice que si ayudo a los demás
me salvaré a mi mismo.

Ese maldito perro no tiene ni idea,
¿por qué debería gastar mis energías
ayudando a otras personas
que no sean yo mismo?

Nadie se preocupa por mí,
nadie alumbra mi oscura soledad,
nadie da sentido a mi triste vida,
nadie me abraza cuando lloro sobre la esponjosa almohada.

El perro me muerde la pierna
y mueve enérgicamente su asquerosa cola.
Me dan ganas de cocinar y engullirme a ese bastardo perro.
Lo aparto de mi lado con una patada.

El perro me mira desesperanzado,
con una gran pena, me mira con ojos de persona,
con ojos más puros que los de cualquier persona.
El perro llora, no por él, llora por mí...

La niña y el hombre se miran,
no se conocen, pero se abrazan suavemente.
Se secan las lágrimas, ambos sonríen,
se van juntos, caminando, se van felices...

Yo me quedo allí, solo...
y lloro, y la niña y el hombre me miran,
sienten lástima por mí, pero siguen su camino.
El perro, sin girarse, me dice “te lo dije”...


Por díscipulo de Maestro Sho-Hai...

No hay comentarios:

Publicar un comentario