XXV-XI-MMXIII
:
Quise
dormir, quise reír, quise...quise despertar y abrazarme en el
espejo. Morir sin morir, resurgir del desastre, ser mi propio sastre.
Sastre en el arte del desastre. Lanzaré mi aliento y más tarde
vendrá el grito, quizá, aullido, para encintar la luna como si
fuese un lobo de ciudad. En la ígnea lumbre de mi urbe me pierdo,
para acabar sumergido en un umbral de miedo y aislamiento. Hace frío,
tengo frío, muere el sol, escondido, escondido en mi dolor. 
XXV-XI-MMXIII
:
De la
llama que fui, ceniza morí, y de ella en llama vuelvo a latir.
Cuando no queden horas, ni días, ni fechas que enmarcar, dibujaré
una cuna, que sin necesidad de agujas deje de girar. Si dudo no huyo,
me enfrento a mi dubitar, sea cual sea su final. Embalsámame en
lágrimas -mías a poder ser-, para sentir a terciopelo mis llantos y
anhelos, enterrado en mi propio heno sentimental. 
XXX-XI-MMXIII
:
Vine
para irme. Al irme llegué a un lugar desconocido para mí. Iba de
retorno a un lugar nunca habitado por mis pies. Llegué ya habiendo
llegado antes. Mi alma llegó antes que mi cuerpo, pero ahora sé
donde está mi cuerpo pero no mi alma. Allí todos me conocían,
excepto yo a ellos. Un paraje con lagunas de sonrisas y donde todos
sonríen como si fuese año nuevo o carnavales. En cambio, yo sigo
serio y confuso como en los funerales. La gente me habla, pero yo no
tengo oídos para ellos. Todos cantan en armónica alegría, yo danzo
triste, repleto de melancolía. El sol está afuera, al alcance de
todos, pero huye de mí, no me ilumina, no me da un poco de ese calor
que me desprenda de la soledad. Mientras todos gritan con sus
palabras atronadoras -y que me hacen ensordecer-, yo grito con mi
silencio, grito el silencio tan fuerte y profundo como puedo, pero
nadie me escucha...o me quiere escuchar. En cuanto mis ojos se
acomodan a aquel inhóspito rincón del mundo, cuando dejo de ser
ciego y vislumbro tras la niebla de mis enfermas córneas, me percato que todos
aquellos seres felices soy yo, son clones de mí, todos son yo pero
ninguno es yo. Si fuesen yo, borrarían esas caras de esperanza, esos
ojos de ilusión, no se les verían esos dientes de tanto abrir la
boca para sonreír. Tal vez, sea yo que ya no soy yo, o sólo soy un
día malo entre todos mis yoes felices. Todos me arropan, me guían
por un camino pedregoso hasta llegar a una valla de madera. Al lado
de la valla veo unas huellas que reconozco rápidamente, son mías,
unos pasos más allá está mi alma. Mis clones señalan mi alma
caída al suelo, lloran, sus lágrimas caen -como piedras preciosas-
encima del alma y renace como Lázaro. Antes de que vuele y se escape
para siempre, me abalanzo sobre ella, la beso, la mimo y desaparece
dentro de mí. Mi tristeza se esfuma como el humo de un cigarro en la
bruma. Ahora soy esos lagos de sonrisas, esa gente feliz, yo soy
todos y todos son yo. Recupero el alma olvidada en mi interior, ese
lugar que, sin la tristeza, a veces olvidamos que está ahí.    
III-XII-MMXIII
:
Nubes
negras, opacas como niebla espesa. Frío, frío mañanero traído por
el viento que se inventa el mar con sus olas furiosas. Frío en la
noche, frío solitario al que nadie quiere, sólo por interés le
reclaman, para poder dormir mejor, tapados hasta las pestañas con
sus sábanas de sueños y fantasías nocturnas. Oscurece temprano y
los búhos y murciélagos despiertan antes, ahora cansados de tantas
horas de oscuridad ululan y “murcielaguean” llamando al sol,
quieren dormir. Con este viento que hace tiritar a los árboles y los
dejan desnudos de sus hojas, que hibernan hasta primavera, y los
árboles se quedan sin su tintineo de campanillas, solos, como lobos
solitarios pero sin aullido, ni ojos para ver la luna. Sólo tronco,
savia y raíces que tocan el corazón del mundo y les hace
cosquillas. Y las piedras en invierno se esconden bajo otras piedras
más grandes y duras. Puede oírse el rechinar de unas contra otras
como violines de acero. Las hormigas bailan la conga en filas
infinitas para reducir el frío, la primera y la última de la fila
son las más resistentes, las que más soportan el cortante y
paralizador frío, las más desprotegidas, por eso sólo pueden ser
hormigas hembra, las más poderosas y con mayor aguante, guerreras
diminutas, de corazón enorme y caliente. Un hombre libre no sabe qué
es ser libre, pero lo es, siempre lo es sin consciencia de ella.
Siempre escribo, a veces en papel, siempre en mi mente. La mente es
una libreta con hojas infinitas y el lapicero para escribir en ellas
es invisible para los ojos. Vinimos en vitrinas sin cristales, de
casas que no existen, de barrios sin nombre ni número, de mundos que
son sólo uno, tal vez ninguno. Vitrinas de mentes, expuestas de cara
a un público ciego en vitrinas mentales, a la luz de una vela son
reales, y cuán equivocados estamos. Tal vez todo se reduzca a amar y
olvidar todo lo dañino, disfrutar de ese dolor agrio durante el
instante, saborearlo, llorarlo y, por último y más importante,
olvidarlo como si la memoria no existiese. Sólo guardar pequeños
pedazos de amor, para esos momentos de sufrimiento aguantar como un
gladiador.     
(VII-IX-X-XII)-XII-MMXIII
:
En
cada museo, cada teatro, en cada plaza abandonada, donde los bancos
se acercan unos a otros para entrar en calor. En cada lago sin patos,
en cada árbol sin pájaros, ni jóvenes que lean bajo su sombra
maternal. En cada vinilo oxidado, cada trompeta abandonada en
armarios sin constancia, todas y cada una de esas batutas amigas de
las arañas y sus telares de hilo y polvo. En cada espejo roto y sus
años de maldición, cada escalera abierta de par en par y sin nadie
querer por ella pasar, en cada escoba soltera, triste y famélica
porque cree que a quien toca no se va a casar. Por cada hoja que cae
en primavera, por cada lágrima al despertar, por cada gato cariñoso
que por ser cariñoso el adjetivo de perro le dan, por cada bombilla
agotada que con desprecio no muere en la papelera de reciclar. En
cada suspiro sin inspiro, por cada inspiración reclamada sin
escuchar suplica, en cada cuarto cuando llega la noche y aun no has
cerrado los ojos, por cada minuto guardado por todos los sentidos y
reproducido en el futuro sin cesar, por cada palabra dicha sin
adornos, sin prisas, con sinceridad. En cada cicatriz que no quieres
borrar, por esos senderos que aun no has cruzado, que quieres cruzar,
pero por dejarlo para mañana nunca cruzarás. Por ese odio que no es
odio, por esa tristeza que es amor, por ese malestar de los
enamorados, que todo el mundo quiere sentir porque le hace sabedor de
que lo que siente no es otra cosa que amor. Por esos arco iris sin
lluvia, por esos detalles fuera de fecha, por un abrazo aunque no se
lo merezca. En cada zapato sucio de lodo, cada pozo sin agua, cada
serpiente transformada en un bolso de Prada, por ese veneno que sólo
el humano emana. Toda sonrisa es bella, sonrisas tímidas, de media
boca, de perfección creciente como la luna, en cada brillo de
dientes, cada carcajada sin aire, en cada sonrisa hay belleza, menos
en las fingidas, pero éstas son tan fáciles de reconocer que el que
mejor las conoce es el que lo acaba de hacer. De tu sonrisa creo un
mundo en el que creo. En cada piojo exterminado, cada liendre
asesinada, en cada garrapata separada de su casa. Por cada discípulo
que no supera al maestro y se siente orgulloso, por cada maestro
superado por su aprendiz, en paz y feliz, por cada discípulo que
aventaja a su maestro y finge no saberlo. En cada despertar y que el
primer pensamiento sea el último con el que te fuiste a acostar. Por
ese vals en la ceremonia de los hombres y mujeres caídos. Por esas
caricias que estremecen el cuerpo, erizan el vello y te convierten en
yonqui, y cada vez necesitas más dosis. En cada milagro que pasa
inadvertido día a día, pero se lo toma con filosofía. Por cada
sueño recordado, por cada sueño olvidado. Por cada adulto imberbe,
por cada otoño feliz, por cada anciano empalmado y cada anciana de
vagina juvenil. Por cada árbol marcado de corazones y nombres
eternos, cada soneto nunca recitado, ni escuchado, sólo creado por y
para uno mismo, por cada huella depurada, por cada estrella que se
roba y se dona a quien más amas. En cada tumba un epitafio, que es
prólogo y no epílogo de la vida. Por cada uno de mis jinetes. Por
cada pavo real hijo de Dalí, por esa realidad hecha sueño, por ese
sueño hecho realidad.  Por todo aquello que es antiguo y que en su
día fue moderno, por todo lo moderno que un día será antiguo. Por
esa gente que mide la vida en años y se pierde los instantes. Por
ese dinosaurio que se niega a extinguirse, por ese ratoncito Perez
que para la niña aun existe. Por la amistad que hierra y se perdona
sin tener que perdonar. Por la flor que crece entre la maleza sin
malicia, con bondad sin rastro de “egolaridad”.
En cada mentira atrapada, en cada verdad sin destapar. Por cada familia, la mejor para cada uno, que no se hace oír pero sí sentir. Por cada
botella vacía sin mensaje que la pueda rellenar. Por cada montaña
sin cima, por cada encina encima de tu cima. Por cada libro escrito
en los márgenes, cuando falta papel y sobran cosas que decir. 
Por cada una de estas cosas -y todas aquellas sin mencionar-, una
vida, la vida, tan complicada que hay millones de maneras de
interpretar...e infinitas de recitar. Por cada una de ellas, aquí
está la mía.      
(XXX-XI-MMXIII)
– (XII-XII-MMXIII) :
Ludovico,
para mí, hijo de Borowsky, pues él me lo presentó, le dio vida en
mí. Ahora el bueno de Einaudi me hace cabalgar por las sendas de la
inspiración, sin frenar, como si mis lomos pudiesen soportar
cualquier trayecto sin tener que disminuir el ritmo.  
Tú que consigues el fluir de mis ideas, deshaces mis nudos
emocionales y me desnudas, anudas a mis dedos un frenesí oscuro pero
repleto de luz. Esa luz tan pura que todos llevamos dentro, que sólo
dejamos iluminar en los sueños. 
Tú que me haces cerrar los ojos y sentir tu piano en mi piel, como
una brisa suave pero penetrante, tan gélida como cálida, tan brusca
como elegante. Me adentro en el submarino de las palabras del alma,
con un cielo malva, que enciende y amansa. Y es que no es música lo
que escucho, es un gemido de auxilio, un llanto que ya no cabe
dentro, un amor que fue y ya no ha sido, una tristeza que se alarga
en un tiempo que no anda. Empáticamente me sitúo en ti, y en ese
momento soy tú, y mis manos se paralizan, se agarrotan. Sudan porque
lloran. De vez en cuando una frase, de vez en cuando un “corre y
borra”. 
Tú que no me conoces, yo que no te conozco, te doy forma en estas
letras que se unieron danzando tus canciones -o emociones-, no soy yo
quien lo escribe, es tu musa que se encarna en mí para que te
felicite. 
XII-XII-MMXIII
:
A estás horas el hoy es mañana, el ayer aun lo veo como hoy, pero
ha pasado deprisa, como si me arrebatasen el día sin pedírmelo
prestado. Pienso que tengo potestad sobre mi día, pero quizá no me
pertenezca y no deba quejarme. Y nos damos cuenta que el tiempo pasa
cuando ya ha pasado. Ahora mendigo unos minutos de clemencia más, un
menor cansancio, unas palabras lúcidas que tranquilo me hagan
descansar. Pido y pido y no quiero dar. Hoy es mañana y mañana qué
será...cierro las puertas de mis grillos, ya no cantan. Se apagan
las luces. Me acuesto. El mañana ya ha venido, me entrego a ti sin
protestar. 
XIII-XII-MMXIII
:
Traeme una noche pintada por niños, por niños sin civilizar, niños
de ninguna sociedad. Acércame ese pincel para con esos niños jugar,
dibujando las fantasías que sólo se crean en libertad, sin tener
que pensar como los demás.
Si a la mañana siguiente no me reconoces, ves mi cara manchada de
tonos malva y ocre, huelo a polvos de talco y llevo las manos
blancas, consecuencia de una guerra de harina...estate tranquila. Si
he modificado mi nombre por “Traga Gusanos Joe”, “Phillip el
Carnicero” o “Bicéfalo King”; si pierdo los modales en pro de
un júbilo y una humanidad desenfrenadas, que se expanden y difunden
en todo ser; si pataleo y me tiro al suelo, fingiendo un daño que no
tengo para tu atención reclamar...puedes estar tranquila. Si me ves
correr sin dirección, sin pensar en el mañana ni el ayer, porque en
esos días no hay nada que pueda hacer; si me ves robando flores de
la casa del vecino o, a escondidas, chocolate al perro dar; si me
imagino buceador con la cabeza sumergida en el fregadero; si me ves
en la rama de un ciprés, con las manos haciendo de prismáticos
invisibles, buscando el tesoro del capitán BarbaGris o de la vida;
repito, puedes estar tranquila. Si escribiese como si fuera adulto, y
utilizase palabras que me chiva una musa que se esconde en mi patio
de luces con bombillas rotas; si me mirase en el espejo para huir
dentro de mí; si me ves criando orugas, y permanezco sentado
deseando que pase el tiempo para ver una maravilla del
universo...tranquila. 
Si me ves tranquilo mirando al horizonte y, tú, nada ves, estate
tranquila, siéntate a mi lado, acaríciame la tripa, te contaré un
secreto si te vienes a vivir a mi guarida. 
XIV-XII-MMXIII
      
 Silence
Silencio, dijo la 
soledad. No había nadie, era yo 
mismo, queriendo hablar.
       A
veces
Chillo y callo. A veces
grillo, otras gallo. A veces brillo,
otras estallo. 
 
 
        Creo
Se vive de
adentro hacia afuera.
Espero y anhelo.
(XVI-XVII)-XII-MMXIII
Si
escribiese con la locura de Burroughs nadie podría alcanzarme, pues
crearía mil laberintos que se bifurcarían en cientos de miles más,
donde sólo yo supiese el sendero correcto. Nadie sería capaz de
alcanzar mi pensar de genio drogado. Si escribiese como Jack Kerouac,
fluiría como pájaro en viento, como salmón río arriba. Todo
escrito con la rapidez del habla, escrito y leído a la vez, me
escucharías hablar leyendo mis tangibles palabras. Si escribiese con
la belleza de Borges, sería capaz de describirte un excremento y que
te diesen ganas de comerlo; de representar la muerte con la fina
dulzura de un bobalicón enamorado; de darle vida a una piedra; sacar
la bondad de una hiena. Si tuviese el lápiz de Borges conseguiría
escribiendo borrar el sufrimiento. Si escribiese con la tremenda
sencillez compleja, perfecta y cruda de Bukowski, os haría amar el
alcohol, el sexo, los hipódromos, lectura y escritura, y os
convertiría en misántropos bajo una luna muda. Tan odiado como
alabado, pero respetado por ambas partes. Si escribiese con la
tristeza de Francisco Umbral, sería capaz de hacer llorar a un
payaso, a una novia el día de su boda, a una madre que acaba de
parir gemelos. Podría ensordecer de melancolía a los niños que
terminan el colegio, que hoy es su último día y rebosan alegría.
Podría apagar todas las luces del universo con una sola palabra
narrada tras las orejas del viento. Si escribiese como Kafka, tendría
el poder de crear una ironía tan sumamente maqueavélica, que todos
la comprenderían excepto yo. Si escribiese como Aldous Huxley,
escribiría “Un mundo
triste”, en el que
todos fuesen felices. Si escribiese como Chuck Palanhiuk, podría
hacer interesante una carrera de caracoles contra tortugas, sacaría
jugo de un pasa, convertiría una hoja de papel en árbol, una jaula
en un mundo y un mundo en una jaula. Si escribiese como John Fante
definiría la nieve y podrías olerla, sentir su helor, su tacto, su
peso, sin mover tu trasero del asiento, sin poder despegar tus ojos
de mis palabras. Tendría potestad para acabar con todo sueño
americano y luego -yo- realizarlo. Si escribiese como Edgar Allan
Poe, sólo con expirar infundiría miedo y, al mismo tiempo, interés
por poder adentrarte en esa oscuridad atrayente. Podría condenar a
todas las generaciones de cuervos a ser temidos, durante el resto de
su existencia, con un solo poema. Si escribiese como Allen Ginsberg
sería capaz de decorar el cielo con metáforas y hacerlo llover en
colores desconcertantes. Si la pluma de Paul Auster viviese en mi
estuche, haría con las palabras lo mismo que Jean-Baptiste
Grenouille con el perfume. Orwell, si tu tinta me perteneciera, sería
capaz de escribir ahora y que dentro de millones de años, mis obras
siguiesen pareciendo actuales, poseería el poder de la
atemporalidad. Si el espíritu de Charles Baudelaire se apoderase de
mí y me obligase a escribir, sería para escribir una poesía de tal
hermosura que cualquier traducción sería una blasfemia, un pecado
sin perdón. Si Arhtur Rimbaud me prestase su mente, describiría en
papel una rabia, un excitación, una pasión, una entrega de tal
calibre, que si me leyeras quedarías inmóvil durante años,
pensando en mis palabras, que ahora serían tus pensamientos,
circulares y atormentadores. Si estuviese dotado de la filosofía de
Schopenhauer, sería capaz de dejar cualquier tema sin resolver, por
intentar resolver -únicamente- el tema del amor. Sin necesidad de
información de mis antecesores, ser el filósofo del amor, para
descomponerlo en secciones tan diminutas que me posibilitasen su
entendimiento y, posterior, salvación. Y si mi colega de escritura,
Fernando Pessoa, hermano mediterráneo -no por mar, pues Portugal
baña sus costas en el océano atlántico, sino por el aceite de
oliva, que no olvida nuestra hermandad-, me cediera su muñeca -sólo
pido la mala, no requiero la buena-, escribiría una poesía tan
rítmica, tan armónica, tan musical...que se convertiría en algo
esencial para cualquier lector. Si me invadiese la energía de Neal
Cassady, podría incendiar el mundo con agua; explotar buzones y
hacer volar cartas con una sola mirada; morir en mi propio
pensamiento; tendría tantos nudos internos que sólo sería capaz de
expulsarlos a bocanadas, ni siquiera podría plasmarlos en el papel,
demasiado etéreo. Si empuñase el cuchillo-pluma de Henry Miller,
destriparía cuanto conoces, lo rebozaría en basura y escucharía
como blasfemas lo que antes enaltecías. Tendría el poder de
escribir un libro sobre los libros y ser tan atrayente que quedarías
ciego antes de terminar de leerlo. 
Pero no soy ninguno de estos escritores comentados. Tampoco soy
Alberto Moravia, Chejov, Antonin Artaud, Giovanni Boccaccio, Easton
Ellis, Turguenev, Dostoyevski, Céline, John Steinbeck, Pablo Neruda,
Nicolai Gogol, Paul Verlaine, Bradbury o un largo e interminable
etcétera. 
Sólo un lapicero, mi alma el sacapuntas, mi musa las experiencias,
la vida mi papel. A escribir... 
Por discípulo de Maestro Sho-Hai...