martes, 30 de junio de 2015

Oda a J.L.B.


El tiempo mató a Borges, y el tiempo lo mantiene vivo, pues el tic-tac es un sueño, el suyo, el mío, el vuestro...El soñador jamás soñado, que escribió lo nunca escrito.
Tú que viste -con tus ciegos ojos- a todos los hombres menos a ti, y que viste en ti a todos los hombres. Tú que hablabas -y hablas desde el tiempo inexistente- los idiomas de mil espadas, enterradas en el fondo de los mares de lágrimas, de los dioses mortales. Tú que fuiste anciano desde niño, y ahora -de cuerpo yaciente- eres niño.
El capitán de los barcos de papel. El jinete de los caballos de cartón. El guardián de las palabras como flores. La nada en todas partes...y el todo en ninguna.
Supiste que el pasado, el futuro y el presente son la misma cosa, y que la memoria es arena de playa y desierto, donde residen olvido y recuerdo. Siempre perdido en los bosques de acacias, eucaliptos y sándalos, caminando por ellos con tus piernas de péndulos nostálgicos. De   los parques y jardines nunca tuviste una palabra, y de ese modo los nombraste cada día. 
Tu ceguera progresiva, hizo que los colores ya no fueran lo que fueron algún día. Las realidades de  tu vista emborronada, se tornaban ilusiones, y sólo en las ilusiones, aparecía nitidez. El sabio del pensamiento circular, el capicúa de la reflexión dalinesca.
Buenos Aires está aquí, y tú eres todas sus calles, sus voces, sus mujeres y monotonías. Tú nunca naciste ni moriste y, por ello, no existes, igual que Buenos Aires y el viento que nos desviste. Eres etéreo y pluscuamperfecto. Escribiste historias e historia eres tú. Era poesía o música -me pregunto- aquello que engendrabas. Mas debe ser delito separarlas, como intentar dividir el alma. El gran poeta Ángel González dijo que “para vivir un año es necesario morirse muchas veces mucho”, a lo que tú asentirías y añadirías “para vivir una vida completa, es necesario no haber vivido ninguna”.
De ese Borges que dibujó el mundo, quedan infinitos Borges. En las plantas, en los pozos, en las ruinas y las nubes de marfil. Resides en cada folio, pues el blanco papel -sin ti- no sabe convivir. Acaso el silencio que te cubre en tu ocaso no es lo que siempre quisiste escribir. La sencillez más compleja, escribir indescifrables veces la misma página, con el sonido más eterno, el de los vivos y los muertos, el silencio que hoy eres...es el sonido más intenso.


Ahora, con ojos cansados, falto de claridad pero con la memoria bien clara, tengo la certeza de que tú escribes esta oda hacia ti mismo y que yo te conocí hace tiempo y que fui tú, igual que tú eres yo en este momento.     





Por Edgar Kerouac.

Loco Quintáns

Jamás serás confundido con cualquiera, demasiado especial, excesivamente raro y en peligro de extinción. Un animal que sólo puede ser extinguido por sí mismo.
Eres el hombre de boca grande y sonrisa de hiena, de estatura menuda y alma omnipresente. El hombre que intentó plancharse la mano para sentir lo que sentía la ropa.
Un tipo que busca sensaciones verdaderas -porque son las únicas que duelen y las únicas reales- porque las irrealidades que les sirven al resto de mortales, no son asumibles para ti. Siempre en búsqueda de experiencias que te hagan sentirte en el precipicio, entre el punto límite del regreso y el no regreso. Eso es lo que quieres, sentir lo que se siente justo antes de lanzarte al vacío, ese segundo en que las imágenes discurren aceleradas en el corazón, la adrenalina no cabe en el pecho y las lágrimas -que guardas en el bolsillo- se han derramado y te han mojado los pies.
Una persona inquietantemente inquieta, devoradora de curiosidad, lees todo lo que ves, todo lo que tocas, todo lo que hablas, lees las imágenes y las interpretas en tu majestuoso cerebro. Un genio de mente rápida y palabra acelerada, el bugatti veyron del habla. No existen las siestas ni las pausas para ti, no puedes desperdiciar un segundo, te es imposible dejar de experimentar y sentir, no importa el qué, sólo hacerlo.
Para la gente puedes ser un loco más, un tipo que te hace reír y pasar un buen rato. Que le jodan a esa gente que se queda con esa superficial visión del loco Quintáns. Es cierto que eres un loco, pero un loco por intentar sentirte vivo, por exprimir relojes de arena con ideas impensables, por vencer las vergüenzas que vienen impregnadas en nuestros cromosomas sociales. Eres un loco por escribir sobre tu dolor para intentar entenderlo -entenderte-, un loco profundamente sensible. Si te doy una oportunidad para expresarte, me regalarás tus miedos, tus pecados, tu adicción al onanismo, tus sentimientos ocultos, no tengo que rascar mucho la corteza, eres un árbol con las raíces a flor de piel y unas flores preciosas.
El poeta que me descubrió como poeta. No sabía que lo era hasta que te conocí, me quitaste el velo y me hiciste saber lo que era. Eternamente agradecido a tus enseñanzas indirectas. Marcado por tu espíritu libre. Un pájaro tan libre que te haces prisionero de ti mismo para sentirte normal, no hay más jaula que la que crean tus ojos. Nadie puede pararte, ni siquiera los que te quieren como yo.
Viajas y viajarás por el mundo, con tu casa a cuestas, viviendo intentando eso mismo, vivir. Erramundo de nacimiento, pues tu vida es errar y aprender, luchar por seguir errando, sentirte en paz contigo, sentirte perteneciente de algo o de todo, buscar un error más que te haga sentirte vivo, porque -puede parecer mentira- sentirse vivo es muy complicado.
No intentes detenerle, ni apoderarte de él, no enjaules un águila. Camina y comparte cicatrices con él, pero debes saber que su naturaleza es volar y que a veces sólo puedes mirar desde lejos pero tener presente -con total certeza- que siempre está contigo.


A mí amigo -y descubridor- el loco Quintáns, el Cassady de mi vida. 



Por Edgar Kerouac. 





Autoescrito



Una polilla dibujó en el aire invisible -con sus alas polvorientas- una palabra, o sólo fue mi mente quien la imaginó. La palabra en cuestión era 'autorretrato', definida por la RAE como “retrato de una persona hecho por ella misma”. Luego, medité cómo debería nombrarse al escrito de una persona realizado por ella misma y sobre sí misma. Concluí que 'autoescrito' era el nombre apropiado para tal caso, mas seguí indagando en mis galimatías cerebrales y profundicé en este nuevo término. Sería correcto decir que algo que está escrito por mí mismo es un 'autoescrito', pudiendo suprimir 'auto' y decir solamente “ha sido escrito por mí”, aunque, no por ello, deja de ser válido decir “autoescrito”. Por otra parte, y como decía anteriormente, 'autoescrito' sería sinónimo de 'autorretrato' pero en distinto ámbito, en este caso la escritura. Pondré un ejemplo para salvaros de este laberinto minotauresco sin minotauro, mas intentando aportar una nueva palabra al paraíso de las palabras. Puedo escribir sobre cualquier cosa, supongamos que lo hago sobre el pueblo kurdo, y realizo un ensayo de mi puño y letra sobre ellos. Esto sería un 'autoescrito', pues está realizado por mí mismo, y -siento repetirme- podría eludirse 'auto' -en el caso que así se quiera hacer-, y decir únicamente  “He escrito un ensayo sobre el pueblo kurdo”. Quizá, en la palabra 'escrito', queda implícito que ha sido llevado a cabo por uno mismo, mas no por ello 'autoescrito' es incorrecto. Ocurre exactamente lo mismo con 'autobús', debido a que su uso habitual es 'bus', sin embargo, 'autobús' no deja de ser correctamente correcto, aunque en 'bus' ya de por sí queda subyugado que es un automóvil, es decir, que puede moverse por sí mismo. Volvamos de nuevo a la palabra que es culpable de este relato, después de ejemplificar la primera acepción, es hora de hacerlo con la segunda. Supongamos, en este caso, que escribo sobre mí mismo, un poema o un relato cualquiera, pero siempre y cuando sea sobre mí. En este caso, estaría realizando un (auto)escrito autoescrito, valga la redundancia que en este preciso caso no lo es, pues contemplan términos distintos, como si dijera al lado del banco hay un banco, hay una redundancia fonética pero no semántica, y esta primera no es considerada en su definición como redundancia, un tema el cual habría que tratar en algún otro momento.
Para concluir este rocambolesco disparate, es necesario saber que un autoescrito (escrito de una persona sobre sí misma y por ella misma), obligatoriamente debe ser autoescrito (escrito por ella misma), sino pierde su razón de ser y la razón de este pensamiento circular, que me ha exigido remar y remar para llegar a un puerto desconocido o conocido, pero cuyo recuerdo se halla a la izquierda del inconsciente, donde habita el olvido.



Por Edgar Kerouac.

miércoles, 24 de junio de 2015

El amor y las margaritas.

“El amor es una niebla que se quema con el primer sol de la realidad.”- Charles Bukowski.



Estoy empezando a odiar a todas esas personas que escriben o cantan sobre el amor. Así que estoy empezando a odiarme a mí mismo. Odio a los poetas que tienen el corazón roto, casi tanto como a los que vuelan con sus musas de la mano. Odio a Disney, y a todas esas princesas que se enamoran, aunque más les odio a ellos, por encontrarlas. Odio las comedias románticas y los dramas de novela rosa. Odio incluso a los agapornis. Les odio a todos.

Yo no sé si sé que es el amor, y por eso siento odio. Siento que lo que ya he sentido, no se parece en nada. Entonces qué?  A lo mejor nunca me he podido enamorar, o hace ya tanto que empiezo a olvidar. Mis mariposas han muerto hace mucho en el estómago, no sé si las he ahogado entre tragos o si simplemente han involucionado transformándose en capullos para después ser gusanos que han ido poco a poco, devorándome.

Nunca he subido a un ascensor y ha estado ella, ni en mi primer día de clase estaba sentada en la segunda fila a la izquierda. Estaba en la cuarta, y a su lado se sentó Marcos. No hubo destino ni dioses, por no haber no hubo ni un buenos días.

Dicen que el amor no se busca, que aparece y ya está. Dicen tantas cosas. Si buscas la palabra amor en Google aparecen 406 millones de entradas. En estos momentos hay más de 406 millones de corazones latiendo al unísono, pecho contra pecho. Yo debo de tener arritmias. 

Odio no saber dónde lo guardé, en mis bolsillos solo hay lágrimas que escondo y en el cajón donde algunos guardan su corazón, yo tenía su mes de abril robado. ¿Por qué él sí y yo no? No me pareció justo.

Deshojé a Margarita la primera vez y me salió un no me quiere. Me alegró, porque desafortunado en el juego…ya saben. Otra vulgar mentira. Jugué una segunda vez e hice trampas, -me quiere, -me quiere, -me quiere. Al final resultó que yo a ella no. Me equivoqué, no era a Margarita a quien buscaba, sino a Rosa, y ella nunca me domesticó.

Y al final, cuando la encontré, Chinaski , como casi siempre, tenía razón. Se quemó con el primer sol de la realidad, y se marchó para siempre. Y ya la olvido, y eso es como si nunca hubiese amado. Y por eso odio. Odio. Odio. Te odio. Te olvido. Te quiero. Te olvido. Te quiero. Te olvido. Te quiero.


Por Carlos Pelerowski..

martes, 2 de junio de 2015

Una barba tatuada.

Era un niño-hombre con la piel tatuada. Aunque en su vida, sin darse cuenta siquiera, se dedicaba a tatuar almas. Tenía una barba larga, y en cada pelo había un toque de brillantez, que no de brillantina. Tenía alma de poeta. O de vagamundo, aún no lo he descubierto. (Sólo él y yo seguimos usando ese vocablo, vagamundo). Al principio podía parecer un tipo duro, con esas marcas perennes en su piel, pero él más que nadie sabía que los libros no se juzgan por su portada. Tenía cicatrices en el fondo de su pecho, de esas que no se ven pero que cuando cambia el tiempo duelen, de una vida que su sonrisa no mostraba. Había un surco que se había ido y dejado huella, y luchaba dentro de sí mismo sin saber si amarlo u odiarlo, era una batalla que él mismo sabía, no tendría nunca un ganador. No todo en la vida es fácil, ni regalan nada. A veces no aguantaba y vomitaba ese dolor en forma de palabras, siempre unido a tinta en papel. Otras, simplemente vomitaba genialidades Daliescas al alcance de muy pocos. Tinta. Tinta. Tinta. Siempre tinta. En su cuerpo, en su alma, en sus hojas. Creo que no tenía sangre, que lo que corría por sus venas no era otra cosa que tinta. Tinta. Más tinta. Si le pinchabas, te sangraba un poema. 

Era un jinete sin corcel, pero daba igual, porque si no lo había, él lo creaba. Volaba en un trozo de papel, y navegaba en un vaso de agua, y aún no sé como conseguía que tú también.
Amaba. Quería a los suyos por encima de todo, daría su barba, su brazo y su vida por cada uno de ellos. 

Tal vez, su extravagancia pusiese hipstérico a más de uno, pero poco le importaba. Él era salvaje, y no podrías haberlo encorsetado ni con un traje y una corbata anudada a su cuello. Él creía que era jinete, pero era caballo. Luchando por la manada y cabalgando contra viento, lluvia o marea. No importaba.

Era mi amigo, era mi hermano de escritura y de alma. Lo quería (y quiero) como si tuviese mi sangre, porque la tinta también la compartimos. Le seguiría al fin del mundo o lo crearíamos nosotros. Nos catalizábamos el uno al otro, juntos no existía la vergüenza o la frustración. Como cocaína y alcohol,creábamos una nueva sustancia mucho más poderosa, explosiva. Imparable. Cerilla y mechero, uno prendía al otro. 

Así era este hombre. Así es este niño. Si aparece en tu vida, ten cuidado, o tal vez haya creado otro tatuaje sin darse cuenta, pero tú lo llevarás para siempre.