Jamás serás
confundido con cualquiera, demasiado especial, excesivamente raro y en peligro
de extinción. Un animal que sólo puede ser extinguido por sí mismo. 
Eres el hombre de
boca grande y sonrisa de hiena, de estatura menuda y alma omnipresente. El
hombre que intentó plancharse la mano para sentir lo que sentía la ropa. 
Un tipo que busca
sensaciones verdaderas -porque son las únicas que duelen y las únicas reales-
porque las irrealidades que les sirven al resto de mortales, no son asumibles
para ti. Siempre en búsqueda de experiencias que te hagan sentirte en el
precipicio, entre el punto límite del regreso y el no regreso. Eso es lo que
quieres, sentir lo que se siente justo antes de lanzarte al vacío, ese segundo
en que las imágenes discurren aceleradas en el corazón, la adrenalina no cabe
en el pecho y las lágrimas -que guardas en el bolsillo- se han derramado y te
han mojado los pies. 
Una persona
inquietantemente inquieta, devoradora de curiosidad, lees todo lo que ves, todo
lo que tocas, todo lo que hablas, lees las imágenes y las interpretas en tu
majestuoso cerebro. Un genio de mente rápida y palabra acelerada, el bugatti
veyron del habla. No existen las siestas ni las pausas para ti, no puedes
desperdiciar un segundo, te es imposible dejar de experimentar y sentir, no
importa el qué, sólo hacerlo. 
Para la gente
puedes ser un loco más, un tipo que te hace reír y pasar un buen rato. Que le
jodan a esa gente que se queda con esa superficial visión del loco Quintáns. Es
cierto que eres un loco, pero un loco por intentar sentirte vivo, por exprimir
relojes de arena con ideas impensables, por vencer las vergüenzas que vienen
impregnadas en nuestros cromosomas sociales. Eres un loco por escribir sobre tu
dolor para intentar entenderlo -entenderte-, un loco profundamente sensible. Si
te doy una oportunidad para expresarte, me regalarás tus miedos, tus pecados,
tu adicción al onanismo, tus sentimientos ocultos, no tengo que rascar mucho la
corteza, eres un árbol con las raíces a flor de piel y unas flores preciosas. 
El poeta que me
descubrió como poeta. No sabía que lo era hasta que te conocí, me quitaste el
velo y me hiciste saber lo que era. Eternamente agradecido a tus enseñanzas
indirectas. Marcado por tu espíritu libre. Un pájaro tan libre que te haces
prisionero de ti mismo para sentirte normal, no hay más jaula que la que crean
tus ojos. Nadie puede pararte, ni siquiera los que te quieren como yo. 
Viajas y viajarás
por el mundo, con tu casa a cuestas, viviendo intentando eso mismo, vivir.
Erramundo de nacimiento, pues tu vida es errar y aprender, luchar por seguir
errando, sentirte en paz contigo, sentirte perteneciente de algo o de todo,
buscar un error más que te haga sentirte vivo, porque -puede parecer mentira-
sentirse vivo es muy complicado.
No intentes
detenerle, ni apoderarte de él, no enjaules un águila. Camina y comparte
cicatrices con él, pero debes saber que su naturaleza es volar y que a veces sólo
puedes mirar desde lejos pero tener presente -con total certeza- que siempre
está contigo.
A mí amigo -y
descubridor- el loco Quintáns, el Cassady de mi vida. 
Por Edgar Kerouac. 
 
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