La
noche te ofrece su compañía, te escucha y te permite liberarte del
peso que cargas a la espalda y que te hace encoger en cuerpo y alma.
La noche es un monje tibetano que con sólo verlo te contagia su paz.
Es
sumamente importante tener a alguien que te escuche, motivo de vida o
muerte espiritual me atrevería a vaticinar. No con ello me refiero a
otra persona, necesariamente, también puedes ser tú mismo. Nos
volveríamos majara si pensásemos en las veces que no nos escuchamos
a nosotros mismos. Nos olvidamos en la rutina del pensar en todo y
todos, y nos volvemos, inconscientemente, sordos de nuestras
necesidades.
El ser
humano es selectivo, hay demasiada información en el ambiente, en
las personas, en los sentidos, en las palabras, en nosotros...así
que estamos obligados a decidirnos por unas cosas y apartar otras de
nuestra consciencia. ¿Dónde van a parar aquellas informaciones no
seleccionadas? Pasan a la nada absoluta, como si nunca hubiesen
existido, no llegan a ser ni marginadas, directamente son borradas
del cuaderno de bitácora sin ni siquiera haberlas escrito en el
mismo, sin llegar a ser boceto, sin formar parte de una idea.
Pensad
en todo aquello que nos perdemos de la vida, de sus calles, de las
personas que te cruzas y rozas su mano y jamás volverás a
recordarlas, no recordarás siquiera haberlas olvidado. Ahora sé
consciente de todo lo que obvias de ti mismo. No nos damos cuenta de
las veces que parpadeamos al día, ni de la cantidad de saliva que
producimos, ni los pasos que hay desde tu casa hasta la librería.
Quizá, esta información sea tan irrelevante como aburrida, pero
cuántas veces al día te olvidas de todo y viajas a tu yo...hemos
perdido la costumbre, sana y elemental, de dedicar tiempo a nuestra
mente y a los sentimientos que hacen que el motor de la mente
continúe funcionando.
Infinidad
de veces nos damos cuenta de que somos felices o que estamos
angustiados, furiosos, alegres o excitados, pero son escasas las
veces que nos paramos a buscar los motivos que dan como fruto esas
emociones. Me parece bien que la gente se conforme con el sentir,
pero para mí es insuficiente, es como llorar sin lágrimas, fumar
sin humo, follar sin correrse. Yo necesito sentir y mirarme bajo la
piel y saber porqué siento lo que siento. No quiero quedarme sólo
con el producto, ansío mis factores. La belleza del sentir reside en
su motivos, si sentimos pero olvidamos sus generadores nos
convertimos en personas con alzheimer sentimental.
Supongo
que nos limitamos a acomodarnos a nuestra emoción sin pensar en su
base, porque, a veces, queremos ser ciegos y excusarnos de nuestra
cobardía. Jamás nos comprenderemos si sólo gozamos del resultado,
el resultado sólo se genera a partir de unos datos previos, sin
embargo, si entiendes los datos previos podrás hallar el resultado
que te plazca, pues esto no es ciencia, aquí el resultado eres capaz
de imaginarlo y moldearlo hasta hacerlo real.
Esta
carta tiene como destinatario al propio remitente. La persona que
quiso llegar al destino sin respirar el trayecto; aquél ser que
deseaba ser feliz sin mirar aquello que le dibujaba en su rostro una
bobalicona sonrisa; un demente que quería comprenderse sin
escucharse; ese lejano niño que quiso ser, luego creció y continuó
queriendo ser y le faltaron testículos para dejar de querer ser y
empezar a ser.
Por discípulo de Maestro Sho-Hai. 
