domingo, 20 de mayo de 2012

6 meses.

6 meses. Eso es el tiempo que el médico le dio a Clark de vida. Cáncer de páncreas. Bienvenido seas.

No tenía mas que unos míseros ahorros, pero lo primero que hizo cuando le dieron la noticia no fue llorar. Se calmó, llegó a casa y se durmió. Al día siguiente fue como todos los días desde hacía 8 años a la oficina. Pero no se sentó en su mesa. Fue al despacho de su jefe y le miró a los ojos. Se subió encima de la mesa y le orinó encima. EL jefe no reaccionó. Clark dio media vuelta y se marchó. 15 segundos después la oficina ardía en vítores a favor de Clark. Ellos aún no eran libres.

Despúes de eso fue a ver a su novia Sandy, con la que llevaba 6 años saliendo. Se acercó y le dijo:
-Me voy, nunca nos volveremos a ver. Adiós.
-¿Qué?
-Adiós.

Así fue como terminó con su relación.

Dos días despúes cogió una mochila con ropa limpia y lo que le quedaba de dinero y se fue para siempre de San Francisco. Su siguiente parada fue un pueblo cercano a Denver. Allí se acercó al número 12 de Palm Street y tocó la puerta. Le abrió una mujer cuyo rostro era conocido de sobra por Clark. Llevaba una camiseta de tiras blanca que le quedaba grande (era de su marido) y unos calzoncillos de hombre, vestigios de un pasado mejor. Clark los reconoció. Un tiempo atrás él había deambulado con ellos por las noches de Denver. Ella se sorprendió de verle ahí. Su nombre era Stella.
-¿Qué haces aquí?
-¿Esta tu marido? Bueno, no importa. Sólo he venido para decirte que te quiero. Que nunca he querido a ninguna mujer como a ti. Nada importa ya, pues la vida no es más que un constante cambio de dirección en el que lo más probable es que acabes estrellado antes de llegar a tu destino. Mi combustible se ha acabado. Sólo me queda ya la reserva.

Ella simplemente le agarró por la camiseta y le besó. Entraron a su dormitorio. Ella se desnudó para él. Era la primera vez que Clark la veía así. Su cuerpo moreno, sus pechos turgentes, sus piernas bronceadas. No era perfecta, pero para Clark sí. Follaron como bestias salvajes que saben que será la única vez que puedan dar rienda suelta a ese torrente de energía sexual y complicidad y que jamás se volverá a repetir aquello. 2 horas después estaban exhaustos. Clark se vistió y se marchó sin mirar atrás. Stella se aferró a la almohada y lloró. Pero detrás de aquellas lágrimas se escondía una pequeña sonrisa.

Clark siguió su camino. Se marchó a México, ya casi sin dinero. Allí, fue a un pequeño pueblo y se emborrachó durante tres largos días. Hasta que los dolores fueron insoportables. Descansó una semana.
Se marchó a otro pueblo, dónde probó la cocaína, las anfetas y la heroína por primera vez en su vida. Además, le dio sus zapatos a un vagabundo y su mochila con pertenencias a una niña que parecía más pobre que el propio vagabundo. Sólo se dejó dinero para un último billete de autobús. El que le llevaría al Océano Pacífico.

Llegó a una playa del pacífico tres días después. Y allí se sentó en una silla y esperó. Sólo con sus recuerdos, se consumió poco a poco. No quería seguir viviendo. Y como un perro que ha perdido a su dueño, dejó de comer. Sólo bebía muy de vez en cuando un poco de agua que le traía algún pescador.
Al cabo de dos meses, era de sobra conocido en el pueblo como "el loco". Las malas lenguas decían que el amor le había hecho así. Que su corazón estaba parado y que nunca jamás volvería a latir. Al fin, llegó el día en que eso sucedió, y de su boca solo se exhaló un último suspiro, bello como ninguno. Stella. El mar se llevó ese suspiro a sus profundidades, de dónde nunca nadie volvería a oírlo.

El mismo día, Stella se encontraba en Denver haciendo la compra. De pronto, se le cayeron las bolsas. Perdió toda su fuerza. Y allí, en medio de aquel supermercado, su alma abandonó su cuerpo para siempre, dejándolo inerte para el resto de la eternidad.



Por Henry Borowski...


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