Frank tenía 15 años y quería tener con todas sus fuerzas un perro, era su mayor deseo. Después de insistirle mucho a sus padres, al fin consiguió su propósito y en su decimosexto aniversario sus padres le regalaron el perro que tanto ansiaba. Era un pequeño chucho de la perrera, una pequeña bola de pelo, apenas tenía un mes de vida. Frank al verlo se enamoró rápidamente de él, fue recíproco, la conexión entre ambos fue inmediata, decidió llamarle Bobby, un nombre muy poco común para un perro.
Todos los días Frank sacaba a pasear a Bobby, 3 veces al días, lo limpiaba, lo cuidaba, le daba de comer, a cambio Bobby le daba todo su cariño perruno, la fidelidad que sólo un perro puede dar, eran muy felices ambos.
Bobby tenía 4 años y Frank 19. Frank iba a la universidad, cuando llegaba a casa, Bobby siempre le daba la bienvenida tirándosele encima, le lamía la cara, todos los problemas que Frank tenía en la universidad, con sus amigos, sus padres o con su pareja, Bobby hacía que se disiparan. Bobby era un perro muy bueno, se quedaba quieto cuando había que bañarlo, no se orinaba o cagaba en casa, siempre daba cariño, no se peleaba con otros perros, no mordía las zapatillas…
Bobby tenía 7 años y Frank 22. Frank se había ido a vivir solo, se había llevado a Bobby con él. Frank ya no prestaba tanta atención a Bobby, no le sacaba tanto a pasear, no jugaba apenas con él, sin embargo, Bobby seguía mostrándole la misma fidelidad y cariño que siempre, no sabía hacer otra cosa que no fuera querer a su dueño. Frank daba más importancia a otras cosas como jugar a la videoconsola, emborracharse con sus amigos en casa y burlarse de Bobby, quedar con su novia, la mayoría de cosas habían pasado a un nivel de mayor relevancia que Bobby. Para Bobby no había cambiado, la prioridad seguía siendo Frank, no le reprochaba que no se centrará tanto en él, parecía que no le importará esta cuestión, ya que él siempre se comportaba igual con Frank, aunque éste le prestase más o menos atención.
Bobby tenía 9 años y Frank 24. Frank estaba cansado de Bobby, no le gustaba que siempre le recibiera con esa alegría que le mostraba Bobby, ya no le gustaba tener que bañar a Bobby, tener que comprarle comida, tener que sacarlo, en realidad, ya apenas lo hacía, y cuando lo hacía decía “venga chucho mea y caga rápido que no tengo ganas de estar aquí”, aunque le dijese eso, Bobby parecía realmente feliz al pasear con su dueño, movía la cola de lado a lado de forma efusiva, se frotaba con Frank cariñosamente, gesto al que Frank respondía con cara de desprecio. Bobby no dejaba de comportarse como ese amigo fiel que siempre había sido para Frank, aunque para Frank Bobby se había convertido en una carga, prefería no verlo más, parecía que Frank se había olvidado de todos los momentos malos que había tenido y que Bobby siempre había estado allí dándole su leal cariño.
Bobby tenía 10 años y Frank 25. Frank pagaba con Bobby todos los males que le ocurrían en su vida, había roto con su novia, iba a casa y pegaba a Bobby, el trabajo le iba mal, cuando volvía a casa Bobby le esperaba con su rabo eufórico, le lamía la cara, Frank le apartaba con furia, cogía un periódico, lo enrollaba y le azotaba. Bobby, tras cada castigo seguía queriendo del mismo modo que al principio a su amo, nunca le gruñó por ello, no mostró reproche alguno, siguió comportándose como un gran perro.
Bobby tenía 12 años y Frank 27. Frank se había vuelto un cascarrabias, odiaba la felicidad de los demás, sobre todo la de Bobby, se centraba en aspectos banales de la vida, se había vuelto totalmente egoísta, ya no sacaba a pasear a Bobby. Después de tres días sin salir, Bobby se meo en el piso de Frank, al verlo Frank cogió del collar a Bobby y lo estampó contra la pared, Bobby ni se inmutó. Frank lleno de ira cogió a Bobby, agarró las llaves del coche y salió de casa. Metió a Bobby en el coche y se fue. Llegó a una especie de bosque por donde no pasaba casi nadie, paró el coche, sacó a Bobby y allí lo dejó, arrancó el coche y se fue.
Frank llegó a casa, dejó las llaves del coche en la encimera de la cocina, se masturbó, se sentó en el sofá y se puso a jugar a la videoconsola, no había ningún atisbo de lástima o remordimientos en él. Bobby se quedó allí esperando a Frank, esperó y esperó…esperó durante dos semanas, hasta que murió por hambre o por tristeza, puede que por ambas. Segundos antes de morir Bobby, no parecía furioso con Frank, no había dejado de quererle, seguía queriendo estar con él, poderle ofrecer su compañía y cariño incondicional, no le echaba la culpa de pagar sus enfados con él, Bobby seguía sintiendo la conexión del primer día en que se conocieron…
Discípulo de Maestro Sho-Hai...
Discípulo de Maestro Sho-Hai...
 
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