Es por la tarde, estoy en la biblioteca, el silencio es ruidoso, nadie habla, pero se oyen las hojas moverse, los bolígrafos escribir en los folios, la bibliotecaria pulsando efusivamente el ratón del ordenador, ciertamente este silencio es más escandaloso que el propio ruido.
En mi mesa una pila de apuntes, yo miro fijamente hacia ellos, externamente la gente cree que estoy leyendo atentamente, pero sólo yo sé que no es así. Miro las letras de los apuntes pero no las veo, la imagen que ven mis ojos es totalmente distinta, ya no estoy allí, en la biblioteca, estoy en el futuro, exactamente dentro de algo más de un año.
Me encuentro en Madrid, en un piso no muy grande y desordenado, estoy con Henry Borowski, Stankowski y Carlos, allí estamos los cuatro. 
Las imágenes se suceden rápidamente, desaparecen unas y aparecen otras, no me da tiempo a captarlas todas. 
Veo a los cuatro bien vestidos, todos con nuestro propio estilo pero todos elegantes, vestimos los cuatro con camisas y portamos americanas, no llevamos zapatos vestimos zapatillas, mezclamos el rollo elegante con un toque sport. 
En el piso las risas abundan, los vecinos suelen quejarse de nuestras carcajadas nocturnas, pero a nosotros nos da igual, aprovechamos el tiempo al máximo. Todos los días hay latas vacías de cerveza por cualquier lugar de la casa, en el retrete, en el balcón, en las camas, cualquier sitio es bueno para beber. Solemos jugar al póker mientras fumamos puros, no nos jugamos dinero, simplemente el que gana elige lo que se va a hacer esa misma noche, esa noche el ganador manda, sea cual sea su deseo hay que cumplirlo.
Las imágenes continúan invadiendo mi mente, visualizo a los cuatro en un museo, esta vez no mezclamos estilos de ropa, vamos elegantes, muy elegantes. Nos hacemos los entendidos mientras vemos los cuadros, parece que sabemos lo que decimos, realmente no tenemos ni puta idea, pero sí sabemos que nos gusta lo que vemos, nos agrada aquel lugar, nos sentimos cómodos allí.
Subimos Stankowski, Carlos y yo al piso, acabamos de comprar cerveza. Se escuchan gemidos por el pasillo, vienen del piso, entramos y vemos a Henry Borowski masturbándose mientras ve una película porno con el volumen altísimo. Nosotros tres no nos exaltamos, ni siquiera nos sorprendemos ni nos vemos ofendidos, ni mucho menos avergonzados, lo vemos normal, Borowski también lo ve normal. Borowski eyacula, se limpia y todos continuamos con las risas. En aquel piso no hay normas, no hay represión, huele a libertad, también a sudor y algo de suciedad, pero sobre todo a libertad, al menos nuestro olfato así lo percibe. 
Nos sentimos felices, más felices que nunca, muchas otras veces hemos sido felices, pero nunca de modo tan continuado. Allí, entre los cuatro, nuestros miedos nos intimidan mucho menos, pues los cuatro nos protegemos, allí la vergüenza no existe, pues entre los cuatro nos convencemos para afrontarla, nos obligamos a derrotarla y lo conseguimos, no siempre, pero sí normalmente.
Un día por semana imagino que estamos separados, cada uno por su cuenta, porque queremos saborear nuestra soledad, necesitamos escribir a solas, pasear entre la muchedumbre sin nadie que nos acompañe o simplemente no hacer nada, quedarnos tumbados encerrados en la habitación mirando hacia el techo.
Escucho a alguien tosiendo, desaparecen las imágenes, vuelvo a la biblioteca, estoy mirando fijamente los apuntes, vuelvo a leer cada letra, la gente no se ha dado cuenta que mi cuerpo estaba allí pero mi mente estaba en el futuro. Me levanto y voy al aseo, me saco la polla y meo, me lavo las manos y vuelvo a mi asiento. Apoyo los codos sobre la mesa, reposo la cabeza en mis manos y vuelvo a fijarme en los apuntes, vuelvo a viajar…
Vuelvo a estar en el piso, estoy con Borowski y con mucha gente a la que no conozco, o al menos ahora mismo no reconozco, la música está puesta y no hay lugar alguno donde no haya alcohol, es una gran fiesta. Percibo a Stankowski y a Carlos entrar por el balcón, estaban gritando a un par de inútiles que estaban en la calle, entran en el interior del piso y cierran la puerta corrediza del balcón, están muy sonrientes. Rápidamente vienen donde estamos Henry Borowski y yo y nos abrazamos afectuosamente los cuatro, se escuchan comentarios del tipo “este es el mejor año de nuestras vidas”. 
De repente estoy en un salón bellísimo, la decoración es perfecta, estamos los cuatro en una mesa con una copa de brandy cada uno. Tenemos los ojos cerrados, sólo queremos escuchar a aquel cantante de jazz, teníamos ganas de una noche tranquila, y no pensábamos que aquello iba a ser tan espectacular. Después del cantante de jazz, un poeta recitará alguno de sus poemas mientras un pianista toca suavemente, estamos deseando escucharle, pero no tenemos prisa, estamos demasiado a gusto como para estar ansiosos, dejamos fluir el momento.
Desaparezco de aquel salón, aparece otra diapositiva en mi cabeza y mis ojos, estamos los cuatro caminando con nuestros currículos, estamos buscando curro, nos cuesta encontrar algo. Al final, unos más deprisa que otros, encontramos trabajo, nos sentimos contentos aunque los empleos son realmente malos, pero no nos importa, estamos infinitamente satisfechos, no sólo por nosotros mismos, estamos satisfechos por los demás, el bienestar de cada uno de nosotros nos importa en sumo grado.
Empieza a dibujarse otra imagen, es algo borrosa pero se va volviendo nítida, ya la percibo claramente. Paseamos por la calle, veo a Stankowski vestido muy raro, con ropa andrajosa y con una barba mucho más larga de lo normal, miro a Carlos y va igual que Stankowski, entonces me miro a mí mismo y me doy cuenta que voy igual que ellos. Al girar la esquina vemos a Borowski alzándonos la mano, indicándonos que nos acerquemos a él, los tres vamos hacia allá. Cuando llegamos nos damos cuenta que hay un vagabundo con Borowski, todos le conocemos, se llama Maomba, sacamos unos cartones cada uno, con mensajes distintos, allí estamos los cinco pidiendo algo de dinero, nos sentimos bien.
Vamos caminando por la calle y hablamos los cuatro con gente que no conocemos, nos planteamos intentar vencer nuestra vergüenza y tratar de mantener una conversación durante al menos un minuto con gente desconocida para nosotros.
Carlos y yo estamos muy borrachos, estamos en una discoteca, nos tambaleamos mucho y justo empujamos a un tonto al que le tiramos el cubata en la camisa, éste se enfada y con sus amigos empiezan a pegarnos, en cuanto Borowski y Stankowski vuelven del aseo y ven que nos estamos peleando corren para empezar a soltar palos. Volvemos al piso con algo de sangre cada uno, uno en el labio, otro en la nariz, otro en la ceja, otro lleva morado el ojo, pero sólo se escuchan risas y más risas, son nuestras, cantamos “hago siempre pompas, lindas pompas de jabón”.
De nuevo vuelvo a la biblioteca, se ha terminado la lluvia de imágenes del futuro, sólo espero que dentro de algo más de un año la realidad supere la imaginación…
Por discípulo de Maestro Sho-Hai...
 
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