Pájaros en familia. Posados en orden aleatorio, pero a distancia
simétrica. Sobre un cable telefónico, a veces en un muro, otras en
el borde del contenedor de basura. Allí duermen todos juntos, sin
caerse. Formando un mundo en medio metro cuadrado. Tomando como
árboles los inventos del diablo. Cantando en la siesta, silencio
en orquesta. Viviendo a la espera, pretendiendo que una ráfaga de
viento les señale la ruta de un vuelo a cielo abierto, donde puedan
batir las alas sin miedo a desgastarlas. 
Ahí están nuestros hermanos alados, con miedo a gastar sus alas, al
igual que nosotros, que tememos que muera nuestro amor de tanto
usarlo.
Por Edgar Kerouac. 
 
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