Mi añorado amor,
Te escribo esta carta, querida mía, porque es
lo único que tengo en este lugar. Estas paredes blancas, enormes, que a veces
incluso deslumbran más que tu mirada cada mañana con tu cabello rubio al
amanecer de un nuevo día, es mi hogar ahora.
Yo, que sabes todo lo que hice por ti, me veo
ahora alejado de tu lado. Yo, que navegué durante millas para llegar al País de
Nunca Jamás, donde tú, me querida Wendy, estabas presa de Peter Pan y el
malvado Capitán Garfio, que no sabían que tu verdadero amor estaba dispuesto a
destronar al rey de los niños perdidos, acabar con el Cocodrilo y provocar un
motín contra el Capitán, sólo por poder ver una vez como me sonreías con tu
mirada. Esos ojos que, aunque pasasen los años, se mantenían con esa mezcla de
curiosidad e inocencia, enamorándome cada día como si siguiese siendo un niño,
y consiguiendo que ese primer amor, tan puro y a la vez tan efímero como la
primera niebla del nuevo día, perdurase para siempre.
Y cuando por fin parecíamos felices, mi querida
Alicia, después de unos años apareció el Conejo Blanco para llevarte al País de
las Maravillas, donde tuviste una aventura con aquel sombrerero, y aquella
Reina enamorada de él y que ansiaba por encima de todo tu belleza, sólo quería
que te cortasen la cabeza. Pero otra vez nuestro amor fue más fuerte, y
logramos superar aquello, escapando de aquel castillo de celos y desconfianza
mutua, para romper para siempre el candado de la rutina, consiguiendo que nuestro
amor desafiara toda lógica y se hiciese aún más fuerte.
Y al final de este camino, lleno de baldosas
amarillas, me encuentro con que tú, mi añorada Dorothy, ya no estás en él. Y no
sé si es porque me han convertido en un hombre de hojalata, donde la edad ha
provocado que mi corazón ya no sienta, y tengo que buscar al Mago de Öz para
que me ayude a volver a saber lo que es el amor.
No sé si podré lograrlo, puesto que estas
paredes que me rodean, inmensas y acolchadas carecen de ventanas para poder
escapar a tu encuentro. Mi Wendy, mi Alicia, mi pequeña Dorothy. Dicen estas
personas que el amor me ha vuelto loco, que tú ni siquieras existes, que estás
dentro de mí. Claro que estás dentro de mi corazón. Yo te amo como no he amado
nunca a nadie, y si esto que hace que mi alma sueñe despierta, mi corazón
palpite a ritmo de Jazz cuando escucho tu nombre, y cree mariposas en mi
estómago que incluso me hacen volar, no es real, mi pequeño y dulce amor,
entonces los locos son ellos.
Eternamente tuyo, en el corazón de cualquier
cuento, allí te esperaré.
                                                                      Tu
rematadamente loco enamorado, Carlos Borowski.
 
No hay comentarios:
Publicar un comentario