martes, 18 de marzo de 2014

10 consejos con posdata



1- Mírese en el espejo. Escoja el mejor día de su vida. Redúzcalo a una imagen. Sórbalo hasta que envuelva su campanilla, acaricie su esternón y le dé una palmadita en el corazón. Vuelva a mirarse en el espejo. Grabe la expresión de su cara en su bolsillo. Gire el pomo de la puerta y salga a la jungla de alquitrán.

P.D. Recuerde que en su bolsillo hay magia.


2- Despiértese de madrugada. Salga sin ropa de su casa. Diríjase al mar. Siéntese en la orilla y sienta el baile del mar. Cuando comience a bailar con el agua -nunca antes- saque su caña imaginaria y láncela tan lejos como pueda. Pesque una estrella. Regálesela a quien desee.

P.D. Tenga paciencia al intentar pescar la estrella.


3- Súbase al tejado de un edificio. Saque un papel en blanco. Escriba el pensamiento más puro que jamás haya creado. Haga del papel un avión. Láncelo a favor del viento. Espere. Espere. Espere. Hasta que esté listo.

P.D. El pensamiento debe ser sencillo como un haiku japonés. En caso de no haber viento, espere.


4- Diríjase a un orfanato. Sea padre y madre de cada niño y niña. Luego, sea hijo e hija de cada uno de esos niños y niñas.

P.D. Después de esto dejará de ser el mismo.


5- Vaya al banco. Dígale al banquero que le quiere. Vaya al cuartel de la policía. Dígale al teniente que le quiere. Vaya a la Moncloa. Dígale al presidente que le quiere.

P.D. Deje que el amor les atormente.


6- Camine hacia el zoológico. Visualice a cada animal enjaulado. Métase en la jaula de los gorilas. Conviva con ellos. Tras 10 años salga de la jaula. Viva con normalidad.

P.D. Puede que tras 10 años olvide que está en una jaula y no intente salir.


7- Deshágase de todas sus pertenencias. Viaje sin rumbo. Ayude sin intentar ser ayudado. Escriba en los árboles, las piedras, las farolas o fachadas. Conozca desconocidos. Muera sin tener nada material.

P.D. El mundo será suyo.


8- Cierre los ojos. Piense que puede hacer cualquier cosa. Visualice cada paso, cada detalle, cada forma. Abra los ojos.

P.D. Hágalo.


9- Suba una escalera. Busque una escalera mayor. Súbala. Encuentre una escalera mayor. Súbala. Busque una escalera con más peldaños. Suba cada uno de ellos. Suba la mayor escalera posible. Busque la primera escalera que subió. Mírela.

P.D. Y respétela.


10- No lea mis consejos.

P.D. Escriba y lea los suyos. 





Por Edgar Kerouac. 

jueves, 13 de marzo de 2014

Padre II


Estás borrándote de mi recuerdo,
con dificultad logro verte lúcido,
tiempo y remordimiento que muerdo,

tu olvido en mis sentimientos, sumido
me encuentro en el desconsuelo inmenso.
Estoy presente y el corazón ido.

Palabras, yacen en mi cuerpo denso,
palpitantes tambores africanos
rompiendo en sonidos que ya no pienso.

Creando tercetos, Ludovico al piano,
dándote la vida en mis oídos
cuando sé que ya todo es en vano.

¡Tú! partiste mi joven alma en dos,
herida cicatrizada, abierta sin razón,
cerrada aquí, donde estoy cohibido,
viendo en mis letras, tu corazón.





Por Edgar Kerouac.

Circo trágico

 
Un circo vacío, cuyas luces ya no brillan, los camiones llevan años sin moverse de aquel descampado. El olor nauseabundo mezclado con la penetrante humedad dan como fruto una estampa podrida. La poesía que envuelve el aura de cualquier circo descendió a un pozo sin fondo, la alegría se ha ido, rodando hacia otra ciudad con otro circo.

Los elefantes apestan a alcohol y pesimismo. La mujer barbuda se ha enamorado de un buda mudo, con menos pelos que un recién nacido sin lanugo. El hombre bala es eyaculador precoz. El mago, que en su día fue ilusión en niño y que aprendió sus trucos con magia borrás, ahora es un borde sin escrúpulos, ofreciendo tristeza a los demás. Los tigres se han quedado sin rayas, sin sus deslumbrantes tonos naranjas, sin dientes...dejaron de impresionar a los niños valientes. La carpa que cubre el lugar está deshilachada, sucia, insegura y letal como el aguijón de un gigantesco escorpión. Los tickets mueren sin ser vendidos y la taquillera envejece de cuatro en cuatro, como los caninos. Los payasos perdieron su gracia tan fácil como la pintura con la que se adornaban. Domadores domados, sin ser amados. Trapecistas vendiendo sus trapecios, cobardes, sin ganas de enfrentarse al riesgo de dejar al público patitieso. Chimpancés fumando hasta extasiarse y morir ahogados. Tragafuegos equipados con trajes ignífugos, insultando a sus colegas antepasados, aquellos que sorbían el fuego sin más protección que el cara a cara y la saliva. Contorsionistas de cartón, tan rígidos y antiestéticos que pierden toda belleza, toda perfección. Malabaristas borrachos, incapaces de mantenerse en pie, cómo van a mantener dos pelotas a la vez. Acróbatas croatas, que van de física errata en errata, funámbulistas drogatas que conseguirán el equilibrio en sus tumbas piratas. Zancudos enanos, jirafas sin cuello, monstruos que se patrocinan en los carteles, pero que en el circo nunca estuvieron.

Fraude y deudas, el alimento del príncipe que el circo regenta.


Un circo sin arte, con hambre de dinero, sin sueños de ser el hálito del pobre, el niño o el abuelo. Un circo sin vida, una fantasma mal decorado. Es un cuadro olvidado y mal envuelto, ¡alado circo del infierno! 

El propietario del circo perdió todos los aplausos por avaricia. Exprimió a todos sus trabajadores, a esos que eran sus amigos y, más que amigos, su familia. Aquel joven que hipotecó su vida por el arte del circo, hoy es un hombre consumido, malhumorado y con envidia. Se ha tragado cualquier mota de belleza del circo, su oscuridad era tan grande que no cabía en su cuerpo, ahora habita en el circo y a todos los ha vuelto enfermos. 

Cuando vayáis por carretera, os estéis acercando a enormes carteles de un circo, cuyo nombre ha sido arrancado, y esté repleto de insultos y pintadas vejatorias, haced un cambio de sentido. No sigáis aunque la curiosidad crezca en vuestros estómagos. Frenad el coche -o vuestros pasos, en el caso de que vayáis a pie-, antes de que sea demasiado tarde. Os dirigís hacia el circo trágico, allí donde el retorno se reirá de ustedes, los sueños son pesadillas y el mal siempre vence al bien. 

Si aun con mi consejo decides continuar adentrándote en los albores del circo, te recibiré tendiéndote la mano y prometiéndote la ilusión eterna, bajo la gran mentira en la que tantos años me he convertido. 

Soy el príncipe del circo, pase, vea y permanezca para siempre junto a las criaturas rotas que he creado con tesón y odio.






Por Edgar Kerouac. 


miércoles, 12 de marzo de 2014

Pájaro enjaulado en un soneto


Mirlo, sin batir alas te mueves,
llorando en la fría llanura en la que te encuentras
mirando a la horizontal nada mientras
tus viejos ojos saben que poco a poco mueres.

Y la jaula que ya no ves,
esa que está en tu interior y no me muestras,
esa que es una y mil celdas,
esa que no rompes, esa que sólo meces.

Mirlo, la puerta está abierta,
la llave hace ya tiempo que se perdió,
como tu esperanza cubierta,

que aunque tú lo creas, aún no yace yerta,
en tu mente, tu prisión.
Esa es la única que te ata, tu única cuerda.





Por Borowski y Kerouac, en clase, a compás.

lunes, 10 de marzo de 2014

Victor Vasarely


Hijo húngaro de Pecs, difunto de París.

Esparcido por el mundo estás, tus obras son cada uno de los pétalos que te formaban, indican el paso de tu tiempo pero sin morir. Aun muerto no puedes desaparecer, la eternidad elije por sí misma, sus decisiones no son siempre justas, pero sea por justicia o injusticia, azar o desdicha te ha escogido, y ya nadie puede acabar contigo. Dirán que es posible tu olvido, que es posible destruir todo lo que queda de ti, quemar tus cuadros, cerrar tu fundación en Aix-en-Provence, borrar tus palabras o negar que salieron de tu boca, destruir cada una de tus huellas, en pinceles, lienzos o bocetos sin terminar, y no errarán, es cierto, es posible hacerlo. Sin embargo, aun realizando tal barbarie, seguirás muy vivo, permanecerás en los ojos de aquella señora que se emocionó viendo La cage, o en las palabras de ese joven que fue por primera vez a un museo, vio una de tus obras y supo que el arte es inmortal, y despierta peces dormidos en el fondo de los lagos del yo.

Puedo llegar más lejos, imaginad que aniquilasen también a todas las personas que conocen algo de Victor Vasarely, aun con todo, él, desde su pequeño descanso eterno, permanecería con nosotros, porque sus obras irreales son reales, porque sus obras son la vida, Vasarely representó la vida como la sentía en él, la vida es movimiento, es una forma de vivirla y diferentes a la vez, es color y blanco y negro, es simétrica y rota por completo. 
Vasarely es eterno porque la vida es eterna, sus cuadros son él pero también son la vida y por eso no pueden destruirle aun muerto.


Y yo, que estoy aquí sentado y volando, al lado de Victor, descubriendo con mis ojos sus ojos en su Helios-II, me pierdo en esta bicoloridad, en esta perfecta imperfección, con este movimiento que impide a mis ojos centrarse en un punto sin dejar de mirarlos a todos, con esta tridimensionalidad que me acaricia el alma y me transporta al alba del alba. Siento a Vasarely al final de cada uno de los laberintos de sus obras. Un laberinto sin pérdida para el que mira más allá, un laberinto sin llave, sin Minotauro, ni cisnes de blanco impoluto en charcas, un laberinto sin laberinto, un espejo divertido, triste y geométrico de la vida. Un tú y yo con nosotros y vosotros tras cada parpadeo.   



Por Edgar Kerouac.

Sueño


Una huella.
Cada huella
quizás fracaso,
gloria, amor o decepción.

Un martillo
grabado en transparente
en el corazón.

Un velo negro,
arcoiris, espejo o reflejo
deslumbrador.

Un soneto alegre,
fiel devoto de la cordura
locura del autoretrato
del auténtico yo.

Un abrazo al cielo,
un abrir de ojos
hacia más adentro de adentro.

Una bomba sin explotar,
que explota
cuando estás despierto
y no quieres despertar.

Un respiro sin aire,
una bocanada de nada
sin dubitar.

Renacimiento, en arte,
infante, déspota, héroe,
mago o deidad.

Una verdad dentro
de la mentira,
que reconoces como
mentira al despertar.

Surrealismo real,
que hizo de Dalí
un maestro sin igual.

Llama,
que te enciendes y apagas
por aleatoriedad.

Embaucador de mentes,
endulzador del descanso,
martirio del demente,
socorro del ausente.

Freud te encumbró,
el futuro y la ciencia
te desheredó.

Musa de tantos, libertad
del cauto, que estás y no estás
en cada llanto.

Cada sueño es un sueño
sin terminar. Un vaso de agua
del cual conocemos el principio,

nunca el final. 




Por Edgar Kerouac.

Dioses


Los dioses también mendigan, cojean, pasan hambre y frío. 

Los dioses no lo saben todo, ni siquiera de una parte saben el todo. Tienen miedo a la oscuridad, como solución se frotan con bombillas encendidas, impregnándose de su luminosidad. 

Un dios puede estar triste, no obstante, endiosados, la tristeza les es imposible mostrar. Los dioses son omnipresentes pero en ningún lugar concreto pueden estar. No tienen alas como los ángeles y nunca las tendrán. No saben bailar pero lo saben disimular. Escriben la poesía que la inspiración a ti nunca te ofrecerá, poesía llorada por las nubes, que sobre el mar narrada se refleja, mientras los peces nadan entre las rimas de los dioses poetas. 

Se enamoran de los humanos, pero tienen miedo a que les vuelvan a rechazar. Los dioses también cantan bajo la ducha, como tú y como yo, y también lo hacen mal, como tú y como yo. Son católicos, musulmanes, judíos y ateos, de una forma indivisible, creen en ellos mismos y al mismo tiempo les resulta imposible. 

Los dioses se hacen viejos, pero devoran recién nacidos para mantener su aspecto inmortal. Mientras los humanos son de carne y hueso, ellos son del material que están echos los sueños, las ilusiones ópticas, el azar, las palabras que mueren en la punta de la lengua sin conseguir expulsar, los déjà vu o los recuerdos que la memoria intenta alcanzar pero ya han quedado demasiado atrás. 

Los dioses son ciegos, mudos y sordos, pero no es motivo suficiente para que vean lo que quieren espiar, para que digan lo que nadie querría escuchar y para que oigan a su libre albedrío. Se ocultan en los niños, en las piedras que no se pisan, en las cornisas con telarañas -entre las telas y las arañas-, en las ramas débiles de los corales, en las colas cortadas de las lagartijas, en los semáforos sin pintar, en las hélices del ADN pérdidas en un microscopio sin hogar. 

Los dioses mandan cartas a los reyes magos pidiéndoles la paz. Los dioses no son varones, ni mujeres, son dioses nada más. Tienen corazón de hierro, por eso no nos entienden, ni nos respetan. Se enamoran de nosotros para prometernos el mundo de nunca jamás, pero jamás veremos ese mundo. Los dioses son mentira, pero dentro de cada mentira hay una verdad. Escuchan a Ludovico, blues o jazz, porque les hace sentirse los dioses que les gustaría ser pero nunca serán. Los dioses nos dieron la vida y nosotros les mantenemos vivos con nuestro último hálito. 

Nuestras palabras fecundan su permanente estancia en la humanidad. Mueren, pero nuestras mentes les hacen resucitar. No nos lo deben todo, nos deben mucho más.




Por Edgar Kerouac.

domingo, 9 de marzo de 2014

Mis cuatro estaciones.

El día que descubrí la primavera fue ese que tropecé contigo en aquella lejana calle de esa olvidad ciudad. Jamás olvidaré como nos levantamos juntos, y mirándome a los ojos, pude ver a través de los tuyos. Mi primer día de verano llegó más bien una noche, y aunque no recuerdo el tiempo que hacía allí fuera, todavía puedo notar dentro de mí  el calor que sentí cuando te fui quitando la ropa lentamente por primera vez, te acaricié como jamás lo había hecho y por fin me asomé al vacío de tu desnudez, que en realidad estaba completamente lleno. El otoño llegó a mí de repente, casi como una estación maldita, cuando te diagnosticaron cáncer. Como las hojas que caen una fría tarde de Noviembre, tu cabello se quedaba en mis manos. Las lágrimas no eran tuyas, sino mías. Sin embargo, creo que jamás te vi tan bella como en aquella oscura estación. A veces, cuando estabas distraída, te miraba de reojo. Y entonces siempre encontraba tu sonrisa, tan bonita que incluso me quemaba. Puede que no fuese la estación más alegre del año, pero a tu lado siempre fue perfecta. Tu mirada, pura y llena de amor hacia la vida, siempre estuvo dándome los buenos días, y cuando llegó el invierno y por fin te marchaste de mi lado, sentí que la nieve al fin cubría mi alma. Me sumí en el más oscuro y frío de los dolores, maldiciendo a la diosa Perséfone por haberse ido al inframundo con Hades. Pero un día, rebuscando entre trastos viejos, descubrí una vieja fotografía realizada con nuestra vieja Polaroid, y al ver de nuevo tu sonrisa, supe que sería capaz de derretir hasta el témpano más frío que habitaba mi corazón.

Por Carlos Pelerowski..

viernes, 7 de marzo de 2014

Zoo humano


Contra pronóstico los corderos devoran al lobo, éste, en su último palpitar, pide la clemencia que a él le faltó. Los corderos, con sus dientes desentrenados, rasgan el pelaje del lobo temeroso. El lobo siente el frío del miedo, un miedo experimentado por última vez hace demasiados años, ya apenas recuerda lo que sentía cuando lo tuvo. Sus venas se inflan intentando escapar de la muerte, su pelo se eriza cual erizo intentando defenderse, sus ojos salen de las cuencas intentando orbitar en una órbita sin peligro, su lengua se seca, se queda sin palabras, sin furia, sin esperanza, el lobo ahora es un perrito pidiendo un biberón de leche.

El tigre ya no caza, la jungla ahora es de cemento y se siente perdido. Siempre ha sido un solitario, como su amigo el lobo, y ahora uno yace muerto y él cada vez ve más difícil la vida. Nunca ha sabido lo que es el amor, a excepción del que se profesaba a sí mismo. Ahora ni siquiera tiene ese. Ya no se acerca a la charca porque le repudia la imagen que se refleja en ella, sabiendo que esos dientes solo han causado muerte y dolor, y esas garras desgarraban los corazones de sus semejantes, y ese cuerpo solo estaba diseñado para matar. Ahora el tigre ya no caza. Ahora el tigre solo llora.

La hormiga, a la que ni tigre ni lobo interesaba. La hormiga desapercibida por todos, que  no tenía amigos, sólo hermanos, primos, padre, madre o sobrinos. La hormiga que es una entre millones de millones. La hormiga que no sabe quién es, porque todas se parecen a ella. Confundida, sin saber si es macho o hembra, si quedarse en el hormiguero o viajar perdida y sola por tierra abierta. La hormiga que sólo nace para los demás, sin tiempo para el egocentrismo de la salvación. La hormiga que nació muerta, porque una vida sin uno mismo es una lupa reflejada por el sol, que te quema y te quema y sólo ves desolación.

La rata a la que nadie quiere. Esa que todo el mundo desprecia, y que sin embargo siempre está ahí. La rata que sueña con ser querida, con ser madre, con ser acogida. La rata que llora en cada esquina, que huye de las miradas del resto y que busca ese trozo de comida que alimente su alma herida, herida porque todos quieren acabar con ella como si fuese el mayor enemigo del mundo. La rata que jamás ha sonreído despierta, que solo en el sueño encuentra un poco de felicidad en su pequeño corazón, roto por el dolor y la soledad. Ella solo quería ser amada.

Garrapata. Diminuta como ninguna. Conoce al lobo, al tigre, a la hormiga y la rata. Se alimenta de cada uno de ellos. No sólo sorbe sus sangres, aspira cada racimo de armonía, hurta la poca paz que han conseguido, les insulta al oído con falacias que rompen los corazones estropeados. La garrapata vive de su maldad, pero es su única forma de vivir, es un instinto que no puede renunciar si quiere seguir respirando el oxígeno contaminado. La garrapata es esa inquilina que no puedes desahuciar y que poco a poco te agota, te consume y te hace la cabeza agachar, viendo que la sombra que ahora eres es un espectro vacío del mal.

Hombre. Rey de reyes, o eso cree él. Apocalipsis continuo. Máscara de papel. Depredador frustrado. Él era todos los corderos que mataron al lobo, él enjauló al tigre, pisoteó a la hormiga, envenenó a la rata y fumigó a la garrapata. Acabó con todos ellos, sin saber que cada vez que aniquilaba a un animal se exterminaba a sí mismo. Y llegó el día en que no quedaba nada que matar, excepto sus semejantes. Fue así como clavó el cuchillo en el corazón de su amada. No fue un cuchillo de metal, pero a veces las palabras cortan más que ellos. Las palabras pueden arrancar las alas de los ángeles y destruir el alma de los animales, pero no la nuestra, pues tiempo ha que la vendimos al peor postor, el odio




A cuatro manos, dos medios corazones y una amistad, Pelerowsky y Kerouac.

lunes, 3 de marzo de 2014

Cráneo


Cráneo subterráneo, sin corazón sólo hiel, tú que tras las escaleras sin peldaños te escondes, pretendiendo ser sin ser, tú que miras con los ojos que no tienes, que no sabes cuando es lunes o domingo, tú que desconoces el significado de las cosas porque eres todas esas cosas sin ser ninguna. Cráneo, que eres hueso duro como mármol, cráneo calavera de antaño. Cuando la luna diga basta, apague la luz que alumbra las miradas descarriadas. Cuando bajo tierra, mientras los gusanos te meriendan, quieras dar ofrenda al órgano que dejó de latir, con el que tanto tiempo no quisiste dejar de combatir. Llorarás cuando ya no hace falta llorar. Sólo eres paja, pero creíste ser el rey. Ahora, encuadrado y apresado entre madera de baobab, quieres salir de la sombra en la que tantos años viviste. Siento decirte que llegas tarde, has quedado decapitado, del corazón separado, y sin él sólo eres pasto de cangrejos, ermitaños o el tesoro de algún sabueso que tenga ganas de lamer un hueso. Para eso has quedado cráneo amar...gado.



Por Edgar Kerouac.

Diablo sobre ruedas


Odio el ruido de este horno de pan, me recuerda el rugido de un motor a ralentí, me recuerda al grito de auxilio de mi diablo sobre ruedas, que más que un grito es el mugido de una vaca, de una vaca vieja apunto de rendirse. Mi amigo me pide la jubilación, dice que se encuentra cansado, siente que ya no es el que era, avergonzado por el resto de bólidos jóvenes que se jactan de él, pero yo le animo, le miento, le digo que puede con esto y mucho más. Le susurro que tiene fuerzas para seguir comiendo carretera, fuerzas para gastar las ruedas que nos lleven entre anocheceres malva y amaneceres ámbar. Las estrellas nos envidian cuando nos ven tomando las curvas sin apenas frenar. La música nos envuelve, dándonos paz con la furia de las palabras de Jay Z, de Biggie o Tupac.

A veces abro el techo y dejo los rayos de luz pasar, el viento asola la tapicería, se aferra a los asientos, al embrague, acelerador y al freno. Entonces noto como mi viejo amigo siente que puede aguantar un día más, quizás dos o, por qué no, cientos más. Piso el acelerador y viajamos entre las hendiduras del tiempo, allá donde no hay prisa, donde el mundo te espera siempre, donde un beso no tiene principio ni final, donde la felicidad no te abandona aunque mires hacia atrás.

Te seguiré mintiendo mi pequeño diablo, pero sé que eres más sabio que yo y que no te tragas mis inocentes mentiras, ni siquiera yo lo hago. A tu billete le quedan pocos viajes, pero te has ganado las alas y estaré allí ese día para dejarte volar.



Por Edgar Kerouac.

El futuro de los bancos


Sé cuál es la intención de los bancos. También sé cuál es su futuro y, lamentablemente y en consecuencia, el nuestro. 
 
El dinero desaparecerá. La nueva moneda será la felicidad. Los bancos prestarán felicidad a un tipo de interés del 50% a pagar en tristeza propia. Todo se comprará con felicidad, incluida la felicidad misma. Aldous Huxley ya lo pronosticó en “Un mundo feliz”, no murió debido al tumor de la lengua y la debilidad que le acarreaba, como todo el mundo cree, lo mataron los banqueros porque sabía demasiado, sabía lo que harían con la felicidad, mancillarla, bajar su valor de tal modo que no sólo pudiese comprarse con dinero, sino que se convirtiese en el propio vulgar dinero. 
 
Sólo los bancos tendrán en su poder la felicidad del resto y, al igual que el dinero, no hay para todos. La consecuencia de no afrontar los pagos será una tristeza insufrible, debido a los, sumamente, altos intereses, por lo tanto, ser feliz implicará un excesivo riesgo. Andaremos día a día por la cuerda floja, con la soga bien anudada al cuello, funambulistas sin retorno ni alternativa.
Los bancos se deshicieron de Huxley con una burda tapadera. Asesinaron el mismo día al presidente Kennedy, de este modo, nadie se dio cuenta de lo que estaban dispuestos a hacer para ocultar la verdad que tenía Aldous Huxley. Su muerte pasó desapercibida, sus cenizas tardaron ocho años en regresar a casa, su Inglaterra natal, tiempo suficiente para esconder cualquier rastro de asesinato. Sin embargo, nadie pudo apagar su última voluntad y le fue leído, a su cuerpo difunto, el Bardo Thodol (Libro tibetano de los muertos), no pudieron evitar que encontrase la salvación, encontró la luz dentro de sí mismo. 
 
Huxley conocía la verdad y ahora yo la conozco y abro mi voz al mundo para decir que estoy listo para ser el siguiente, con la verdad en mi bolsillo. Sé lo que le espera a la sociedad, de qué calaña están hechos y no cerrarán mi cremallera verbal, las palabras, en muchas ocasiones, no son escuchadas por nadie, pero el viento se encarga de difundirlas.

Oiga, el que quiera, y sepa que el día que vendamos o compremos felicidad el mundo habrá muerto. Habremos llegado tarde a nuestra salvación. La paz interna dejará de existir. 
 
Cierto es que la felicidad es un mal amigo, te abandona sin dar respiro. No obstante, cuando vuelve, como un familiar por Navidad, lo acoges como si el mañana nunca vaya a llegar, como si no pudieses vivir sin él, porque la felicidad es oxígeno, podemos vivir sin ella cierto tiempo, mas si se alarga demasiado su ausencia morimos. A modo de información expongo: La muerte por infelicidad es más agónica que por asfixia. Todo aquél que experimenta la casi muerte por inanición de felicidad, queda marcado de por vida. Atrapado en un mundo paralelo, donde todos lo ven menos él a ellos. Las oleadas de fresca y rejuvenecedora felicidad le repelen, como dos polos positivos de un imán. Se vuelven seres inertes, como una piedras, que por más que la lances contra la pared, o la sumerjas en agua, o la dejes caer desde un avión a mil metros del suelo no sienten nada. Cuando un persona siente la mayor expresión de dolor una vez, ya no deja de sentirla nunca, hasta el punto de no volver a sentir nada jamás, ese es el verdadero dolor, la insensibilidad emocional. Estar vacío de cualquier sensación -positiva o negativa- , es la mayor de las tragedias.
Ya ha llegado el día en que gobiernos y bancos intentan usurpar y limitar nuestra felicidad. El día que consigan vendérnosla habrán conseguido su propósito, cambiar la raza humana por borregos de corta y pega. No guarden su felicidad debajo de los colchones y mucho menos en el banco. Gástenla. Utilícenla sin cabeza, pues no se agota, cuanto más se utiliza más se genera. No la mendiguen, búsquenla en ustedes y compártanla sin pedir nada a cambio. De vez en cuando prueben la amarga infelicidad, dúchense con ella, compartan piso con ella, invítenla a cenar, duerman con ella y levántense a su lado, lloren en el fotomatón con caras burlonas, sólo de ese modo medirán lo que vale la felicidad y sabrán porqué los bancos nos la quieren arrebatar.

La felicidad se halla en su archienemigo -la infelicidad-, quien siempre ha sido feliz no sabe lo que es.

Nadie es feliz en un mundo de infelices, así que ayuden al viento a difundir el mensaje.



Por Edgar Kerouac.