Sé
cuál es la intención de los bancos. También sé cuál es su futuro
y, lamentablemente y en consecuencia, el nuestro. 
El
dinero desaparecerá. La nueva moneda será la felicidad. Los bancos
prestarán felicidad a un tipo de interés del 50% a pagar en
tristeza propia. Todo se comprará con felicidad, incluida la
felicidad misma. Aldous Huxley ya lo pronosticó en “Un
mundo feliz”,
no murió debido al tumor de la lengua y la debilidad que le
acarreaba, como todo el mundo cree, lo mataron los banqueros porque
sabía demasiado, sabía lo que harían con la felicidad,
mancillarla, bajar su valor de tal modo que no sólo pudiese
comprarse con dinero, sino que se convirtiese en el propio vulgar
dinero. 
Sólo
los bancos tendrán en su poder la felicidad del resto y, al igual
que el dinero, no hay para todos. La consecuencia de no afrontar los
pagos será una tristeza insufrible, debido a los, sumamente, altos
intereses, por lo tanto, ser feliz implicará un excesivo riesgo.
Andaremos día a día por la cuerda floja, con la soga bien anudada
al cuello, funambulistas sin retorno ni alternativa. 
Los
bancos se deshicieron de Huxley con una burda tapadera. Asesinaron el
mismo día al presidente Kennedy, de este modo, nadie se dio cuenta
de lo que estaban dispuestos a hacer para ocultar la verdad que tenía
Aldous Huxley. Su muerte pasó desapercibida, sus cenizas tardaron
ocho años en regresar a casa, su Inglaterra natal, tiempo suficiente
para esconder cualquier rastro de asesinato. Sin embargo, nadie pudo
apagar su última voluntad y le fue leído, a su cuerpo difunto, el
Bardo
Thodol (Libro
tibetano de los muertos),
no pudieron     evitar que encontrase la salvación, encontró la luz
dentro de sí mismo. 
Huxley
conocía la verdad y ahora yo la conozco y abro mi voz al mundo para
decir que estoy listo para ser el siguiente, con la verdad en mi
bolsillo. Sé lo que le espera a la sociedad, de qué calaña están
hechos y no cerrarán mi cremallera verbal, las palabras, en muchas
ocasiones, no son escuchadas por nadie, pero el viento se encarga de
difundirlas.
Oiga,
el que quiera, y sepa que el día que vendamos o compremos felicidad
el mundo habrá muerto. Habremos llegado tarde a nuestra salvación.
La paz interna dejará de existir. 
Cierto
es que la felicidad es un mal amigo, te abandona sin dar respiro. No
obstante, cuando vuelve, como un familiar por Navidad, lo acoges como
si el mañana nunca vaya a llegar, como si no pudieses vivir sin él,
porque la felicidad es oxígeno, podemos vivir sin ella cierto
tiempo, mas si se alarga demasiado su ausencia morimos. A modo de
información expongo: La muerte por infelicidad es más agónica que
por asfixia. Todo aquél que experimenta la casi muerte por inanición
de felicidad, queda marcado de por vida. Atrapado en un mundo
paralelo, donde todos lo ven menos él a ellos. Las oleadas de fresca
y rejuvenecedora felicidad le repelen, como dos polos positivos de un
imán. Se vuelven seres inertes, como una piedras, que por más que
la lances contra la pared, o la sumerjas en agua, o la dejes caer
desde un avión a mil metros del suelo no sienten nada. Cuando un
persona siente la mayor expresión de dolor una vez, ya no deja de
sentirla nunca, hasta el punto de no volver a sentir nada jamás, ese
es el verdadero dolor, la insensibilidad emocional. Estar vacío de
cualquier sensación -positiva o negativa- , es la mayor de las
tragedias. 
Ya
ha llegado el día  en que gobiernos y bancos intentan usurpar y
limitar nuestra felicidad. El día que consigan vendérnosla habrán
conseguido su propósito, cambiar la raza humana por borregos de
corta y pega. No guarden su felicidad debajo de los colchones y mucho
menos en el banco. Gástenla. Utilícenla sin cabeza, pues no se
agota, cuanto más se utiliza más se genera. No la mendiguen,
búsquenla en ustedes y compártanla sin pedir nada a cambio. De vez
en cuando prueben la amarga infelicidad, dúchense con ella,
compartan piso con ella, invítenla a cenar, duerman con ella y
levántense a su lado, lloren en el fotomatón con caras burlonas,
sólo de ese modo medirán lo que vale la felicidad y sabrán porqué
los bancos nos la quieren arrebatar. 
La
felicidad se halla en su archienemigo -la infelicidad-, quien siempre
ha sido feliz no sabe lo que es.            
Nadie
es feliz en un mundo de infelices, así que ayuden al viento a
difundir el mensaje.
Por Edgar Kerouac. 
 
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