Cuando el dolor llega a tu corazón 
solo quieres que no se repita.
Cuando sientes que te han clavado algo
en el fondo de tu alma 
y que no eres capaz de arrancar de ahí con
llanto, 
puñetazos y rabia es cuando eso se pudre ahí
dentro,
se
oxida, se marchita. 
Pero se queda ahí como un veneno 
que lentamente te va matando,
silenciosamente va forjando esa capa de óxido,
que si
bien al principio está solo en la herida,
                                                          
lo acaba cubriendo todo.
Y una vez que todo está cubierto, como la
nieve que cae una noche oscura en la montaña donde el oso trata de hibernar, de
no sufrir por sus oseznos muertos en el cruel mundo animal donde el humano es
el verdugo que mata sin compasión y sin razón, una vez que no se puede ver ni
la más pequeña flor en ese campo que ahora es blanco es cuando ya no quieres
volver a sentir. Sabes que puedes volver a sufrir, pues ya ha sucedido eso. Es
como un Deja vu que se repite cíclicamente, como el payaso que sale a escena
cada noche a intentar arrancar una carcajada de su público, cuando en realidad
lo que el quiere en ese momento es llorar porque la trapecista se fue con el
forzudo, convirtiendo al payaso tonto en payaso triste, ese que ya no recuerda
su infancia porque en ella solo había dolor y añoranza, añoranza por aquel beso
que un día se posó en su mejilla, y le dejó tonto hasta que otro beso, esta vez
en cuerpo ajeno, le mató por dentro.
Y ahora no quieres sufrir,
no
quieres lanzarte al vacío sin un
cinturón de seguridad.
E intentas camuflar tus sentimientos
bajo
otros labios,
otros
países y
otras culturas,
sintiendo que mientras más lejos te encuentres
de esa
lanza que te hirió, 
mejor estarás, 
sin saber que la lanza ya está dentro de ti 
por y para siempre,
pero
que solo tú puedes
romperla y extirparla. 
Y tal vez necesites ese empujón hacia el vacío,
para
darte cuenta de que está lleno, 
y de que una vez en él podrás volver a sonreír, 
a ser esa persona mágica 
que todo lo puede conseguir. 
Sólo te pido una cosa, es muy fácil y simple,
es algo que al principio a todos nos cuesta, pero que debemos hacer para quitar
ese óxido, esa mugre que nos impide jugar al amor. 
                                                                                                                           Salta, salta, salta. 
Por Carlos Pelerowski...
 
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