Es
conocida la batalla de Lepanto,
la de
Cartago o la Guerra fría.
Mi
madre combatió
en la
del SIDA,
en la
que hoy día
sigue
habiendo muertos todavía.
Ni con
filosofía, ni psicología,
mi
madre los prejuicios rompía
con
lágrimas internas
y un
alma desmedida. 
Jamás
diré que perdió,
aunque
en parte no mentiría,
pues
ayer falleció,
mas
con la linterna de guerra encendida.
No me
dejó riqueza,
sí su
enfermedad en herencia
y
cumplir la promesa de vencer 
la
batalla del SIDA
con
sonrisas y no tristeza.
Por Edgar Kerouac. 
 
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