domingo, 22 de febrero de 2015

10000



El genio le concedió un deseo. Muéstrame las caras de las cien personas más ricas del mundo -pidió el joven-. Entre tanta cara, ningún poeta. El genio le vio alicaído, le preguntó el porqué. El muchacho respondió “concédeme un último deseo y tendrás la respuesta”. La curiosidad del genio, su debilidad. Pidió ver las diez mil personas más ricas del universo. Nuevamente, ningún poeta.
Te responderé -dijo el muchacho-, estoy triste porque el dinero mueve el mundo, y de esos diez mil rostros no he visto en ninguno felicidad.


                               Me queda el consuelo de ser poeta.






Por Edgar Kerouac.

No hay comentarios:

Publicar un comentario