domingo, 22 de febrero de 2015

Sólo se camina y se camina solo


Sólo se camina y se camina solo.

Fui Quechua, pero estaba dormido. Intenté ser gallo y despertar al universo con un canto tímido e íntimo. El mundo -en su grandiosidad- no sólo se permitió el lujo de callarme, fue más allá y, simplemente, no me escuchó. Tuve todas las posibilidades en las manos y se me escaparon por mirar el reloj. He trabajado por amor. Me he sentido padre sin tener hijos. He volado, pero poco, tengo una cuerda en el cuello que me impide llegar al cielo. He sido vagabundo, yonqui, sabio, amado, guerrero, profeta...en los escritos guardados bajo llave en una sucia carpeta. He vivido mil años y ninguno. He sido el puente de Brooklyn en ruinas y la casa de Bernarda Alba sin Lorca. Sólo soy extrovertido en soledad, agua dulce de río que se vuelve salada al desembocar en mar. Tengo la llave de mi jaula, pero no quiero abrirla o no puedo. Triste en cada derrota contra la verdad, no por perder, sino por conocerla y darme cuenta que no la puedo ni ver. Soy insignificante pero no dejo de pensar en hacer algo grande. Me siento una nota rota de Ludovico en una pesadilla de Dalí. Pasos de galápago viendo como gacelas me sobrepasan y siempre llego tarde, siempre tarde. Cada noche esperando un consejo de la luna, su respuesta es silencio y yo callo. Soy un soñador que espera milagros cada día, con la conciencia de un pesimista que derrumba edificios de papel con martillos hidráulicos. Quiero ser los medios que justifiquen los fines. Quiero escribir la utópica historia de un poeta feliz, que escriba bien. Necesito ser algo más de lo que soy, ¿eso es posible? Los árboles me oxigenan, pero el dinero -que es su hijo- me asfixia, acabar con él sería la solución de muchos de mis males, paradójicamente lo necesito. Demasiados gritos acallados, pienso crear un eco que avive a los marginados. Tengo los bolsillos rotos, el alma herida, la voluntad cansada, la cara erosionada de tanta lágrima sordomuda. Habitualmente -tendido en la cama-, doy vueltas por el laberinto de pensamientos nocivos que me invaden, un laberinto el cual cree desde dentro y al que se me olvidó hacerle una salida. Soy un coche cubierto de polvo, oxidado y olvidado por mí. Guardo una caja con preguntas que quiero hacer, pero me da miedo responder. Soy un pozo sin fondo, con la voracidad de un agujero negro, capaz de pudrirme por dentro mientras brilla hacia fuera. Si cuando muera me dicen que hay otra vida, no sabría si vivirla, sé cómo es esta, y en ella no consigo alzar la vista.

La noche es la casa de la locura donde recupero la cordura, y entonces no vivo preso, ni del futuro ni el regreso, me transformo en niño viejo, desnudo, sin complejos, sin la presión del viento que susurre '¿qué coño estás haciendo?'.




Pero mañana será otro día...otro día igual. 




Por Edgar Kerouac. 

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