Sólo
se camina y se camina solo. 
 Fui
Quechua, pero estaba dormido. Intenté ser gallo y despertar al
universo con un canto tímido e íntimo. El mundo -en su
grandiosidad- no sólo se permitió el lujo de callarme, fue más
allá y, simplemente, no me escuchó. Tuve todas las posibilidades en
las manos y se me escaparon por mirar el reloj. He trabajado por
amor. Me he sentido padre sin tener hijos. He volado, pero poco,
tengo una cuerda en el cuello que me impide llegar al cielo. He sido
vagabundo, yonqui, sabio, amado, guerrero, profeta...en los escritos
guardados bajo llave en una sucia carpeta. He vivido mil años y
ninguno. He sido el puente de Brooklyn en ruinas y la casa de
Bernarda Alba sin Lorca. Sólo soy extrovertido en soledad, agua
dulce de río que se vuelve salada al desembocar en mar. Tengo la
llave de mi jaula, pero no quiero abrirla o no puedo. Triste en cada
derrota contra la verdad, no por perder, sino por conocerla y darme
cuenta que no la puedo ni ver. Soy insignificante pero no dejo de
pensar en hacer algo grande. Me siento una nota rota de Ludovico en
una pesadilla de Dalí. Pasos de galápago viendo como gacelas me
sobrepasan y siempre llego tarde, siempre tarde. Cada noche esperando
un consejo de la luna, su respuesta es silencio y yo callo. Soy un
soñador que espera milagros cada día, con la conciencia de un
pesimista que derrumba edificios de papel con martillos hidráulicos.
Quiero ser los medios que justifiquen los fines. Quiero escribir la
utópica historia de un poeta feliz, que escriba bien. Necesito ser
algo más de lo que soy, ¿eso es posible? Los árboles me oxigenan,
pero el dinero -que es su hijo- me asfixia, acabar con él sería la
solución de muchos de mis males, paradójicamente lo necesito.
Demasiados gritos acallados, pienso crear un eco que avive a los
marginados. Tengo los bolsillos rotos, el alma herida, la voluntad
cansada, la cara erosionada de tanta lágrima sordomuda.
Habitualmente -tendido en la cama-, doy vueltas por el laberinto de
pensamientos nocivos que me invaden, un laberinto el cual cree desde
dentro y al que se me olvidó hacerle una salida. Soy un coche
cubierto de polvo, oxidado y olvidado por mí. Guardo una caja con
preguntas que quiero hacer, pero me da miedo responder. Soy un pozo
sin fondo, con la voracidad de un agujero negro, capaz de pudrirme
por dentro mientras brilla hacia fuera. Si cuando muera me dicen que
hay otra vida, no sabría si vivirla, sé cómo es esta, y en ella no
consigo alzar la vista.  
La
noche es la casa de la locura donde recupero la cordura, y entonces
no vivo preso, ni del futuro ni el regreso, me transformo en niño
viejo, desnudo, sin complejos, sin la presión del viento que susurre
'¿qué coño estás
haciendo?'.
 
Pero
mañana será otro día...otro día igual. 
Por Edgar Kerouac.     
 
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