jueves, 12 de noviembre de 2015

En resumen


Escribo para perdonarme, para poder leerme y aliviarme, sentir que sigo vivo, aunque aquí dentro me sienta vacío. El pensamiento es una jaula, donde resuenan los barrotes cuando algo tramas, donde no existe escapatoria, ni honor ni vanagloria. La memoria es traicionera, nunca sabes el color de su bandera, los recuerdos vuelven a su antojo, atrapándote cuando miras de reojo. La amistad es un espejo, un fiel corcel que da consejo, un milagro de la vida, tan corta que cuando la entiendes...termina. El amor no es una flor cualquiera, no pretendas encontrarla donde quieras. El amor es un abismo no visto, mientras caes por él, sólo deseas no hacerte añicos...otra vez. Es la vida y la muerte, mezcladas a temperatura ambiente, rebajadas con las lágrimas de Perseo, la flecha rota de Cupido y los sueños perdidos de Morfeo. Las caídas son la clave, aprender a erguirte cuando desconoces cómo se hace. Mirar el dolor que te envuelve y evitar ser fuerte, dejando que las penas fluyan, como los huracanes, mas luego reconstruir las ruinas, con amor informe, que es el único que corresponde. Las ilusiones son mentiras que intentamos hacer ciertas. La esperanza es una espina que se enquista; un contrabajo con los días contados; el animal del zoo que jamás es visitado. El ego es un dolor inlocalizable, deja de doler, cuando alimentas a otros y te olvidas de él. Los pecados, son la confirmación de la regla, sobre la ausencia, del perfecto humano. Las emociones, son las mandarinas de la vida, las cuales a ojos cerrados -con el simple olor- se identifican. Las palabras, no son nada para el hombre frío, nada es un hombre sin palabra. Las personas son iguales, intentan ser distintos, por la necesidad de sentirse especiales. Los enemigos existen, porque elijen ser líneas paralelas, en lugar de transversales. Los árboles tienen miedo, porque sólo los pájaros, de la muerte les ahuyenta. Las noches, son las madres de los huérfanos de clarividencia, y que levante la mano, aquél libre de penas e inclemencias. La luna acuna las confusiones, con su brillo, belleza e -inalcanzables- ilusiones. Es como la rosa del invernadero del vecino -tan cerca pero en el infinito-, la cual sabes jamás olerás, mas sólo contemplarla, te llena de interna inmensidad. Y los finales siempre parecen tristes, porque únicamente desde dentro miramos...olvidando multitud de ángulos.




Por Edgar Kerouac.

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