domingo, 30 de septiembre de 2012

Transnochado.


De nuevo apareció Henry. Eran altas horas de la madrugada, y después de deambular por varios bares llegó a uno que nunca había vito. McGregor´s, se llamaba. ¿Tal vez uno de esos cientos de pubs irlandeses que afloran últimamente? Su cabeza le pedía otra cerveza. Su hígado volver a casa. Una vez más la cabeza fue quien ganó el combate. Su alma, el punch-ball que seguiría recibiendo golpes hasta resquebrajarse por fin. Entró. Era un tugurio. Poca luz y menos gente todavía. Se sentó en una silla y pidió una cerveza. El camarero le miró como pensando “  hijo de puta, si me la lías te abro la cabeza sin dudarlo”.  Henry miró a su alrededor. Un viejo tuerto bebía solitario. De su cuenca vacía parecía brotar una lágrima. Aunque era imposible. También había un hombre de unos 40 años al que le faltaban algunos dientes. Ropa vieja, brazos desgastados. Exyonqui, fue su veredicto. Y más alejada, en un rincón se encontraba una mujer de unos 30 años. Él la miró, y sonrió. Ella también sonrió y fue hacia el baño. Le hizo un gesto: “ Sígueme”. Henry no lo dudó y la siguió. El baño estaba realmente sucio, pero no importaba. Ella le desabrochó los pantalones y se introdujo el pene en su boca. Henry parecía estar en el paraíso. Luego ella se dio la vuelta y le dijo: “ Por detrás”. Henry hizo caso, y la metió con furia…

Bianca estaba cansada. Eran las 4 de la madrugada y no había tenido más que un par de clientes. Así que decidió ir al McGregor´s a tomarse algo. Era un local andrajoso, pero al menos ahí no era juzgada. Cuando llevaba unos diez minutos apareció un borracho. Pero era atractivo y a ella le gustaba. Le hizo un gesto y ambos fueron al baño. Allí, después de ponérsela dura, quiso ser penetrada. Y lo consiguió…

Cuando ella se fue, Henry se dio cuenta de todo. Un transexual. Salió del baño sin saber que hacer, ni mucho menos que decir. El tuerto ahora no paraba de reír, y el yonqui se había esfumado. El camarero se acercó y le dijo:
-Son 35 euros.
-¿Por una cerveza? ¿Qué clase de precio es este?
-La cerveza son 2 euros. Pero lo del baño no es gratis, amigo.
-No llevo tanto dinero encima, lo siento.
-Pues es un problema caballero.

Acto seguido apareció un gorila, que sin decir nada abofeteó a Henry. Él estaba ebrio y no lo esperaba, asi que se dio de bruces contra el suelo. Le sangraba la nariz. Las lágrimas le impedían ver bien, pero logró ver a Bianca con una sonrisa maliciosa. No entendía que había pasado. De nuevo volvía a ser un perdedor. El boxeador que besa la lona. Mientras se fue como pudo del bar,  las lágrimas se sucedían una y otra vez. De fondo, la risa del anciano tuerto se hacía un eco interminable, que duraría una noche, y otra, y otra…




Por Henry Borowsky...

viernes, 28 de septiembre de 2012

Guillotina


Rodaron cabezas, cabezas sin cerebro. Giraron dos o tres veces, formando tirabuzones en el aire, hasta que cayeron por las escaleras. Uno, dos, tres...siete escalones de madera, sin rastro de sangre. Cabezas huecas, pero sonrientes. Resplandecientes mariposas se posan en aquellas cabezas, cuyos ojos mantienen vivo a un ser humano, ojos brillantes de ilusión, una ilusión que parece tener fuerzas para no apagarse nunca, haciendo digno lo que el vacío cerebro no pudo hacer jamás.
Vuelven a rodar cabezas, esta vez con cerebro. Cabezas que chocan sin gracia contra el suelo, dejando escapar ideas, sentimientos y hasta el último rastro de conocimiento. Las cabezas caen violentamente por los siete escalones, quedando, al final, la cara boca arriba, con un aspecto infernal, ni siquiera las moscas quieren aproximarse, ni los necrófagos buitres degustar esa triste carne. Los ojos de esas caras muestran las más grandes atrocidades, ojos de cuervo, ojos no bienvenidos en el paraíso, ojos sin música, ojos con la única esperanza de no seguir viviendo. Ojos con un mensaje grabado “la inteligencia duele”.


Por discípulo de Maestro Sho-Hai... 

Cuando la noche llega el silencio te atrapa

Peter quiere cereales, pero sólo hay pan de ayer, duro pan de ayer para hacer tostadas. Peter quiere mermelada para untar en las tostadas, pero no queda, únicamente una pequeña cucharada de mantequilla para los cinco miembros de la familia. Peter quiere tomar zumo de naranjas recién exprimidas, su madre le comenta que sólo queda amargo café. Peter quiere unas Jordan en sus pies, como los niños de su clase, su madre le dice que en Cáritas no hay esa clase de zapatos. Peter no quiere compartir cama con su hermano menor, pero no hay más habitaciones, ni camas libres. Peter quiere ir al colegio en bus con sus compañeros y no tener que caminar un kilómetro y medio todos los días, pero en casa no hay dinero para pagar el transporte escolar, ni para un coche, ni para una vieja y oxidada bicicleta. Peter quiere ir a la peluquería y no tener que raparse la cabeza en casa, su hermana siempre le deja trasquilones. Peter quiere a Mel, una chica de su clase, pero a Mel Peter le repugna, dice que huele mal y viste con ropa andrajosa, le llaman el niño vagabundo. Peter quiere dejar de ser pobre, a esa cuestión su madre no le puede responder nada...
Peter llora cada tarde cuando regresa a casa, su madre siempre le arropa y le canta canciones, canciones de un futuro mejor. Su hermana mayor juega con él para levantarle el ánimo. Su hermano pequeño, le besa una y otra vez, y le llama “héroe”. Su padre le sube en sus hombros y galopa como un caballo, entonces Peter ríe a grandes carcajadas. El sonido de la risa de Peter es maravillosa, resuena en un si bemol perfecto. Los vecinos escuchan todos los días, a la misma hora, esas risas y piensan “¡Oh!¡Qué familia tan feliz!”.
Sin embargo, la noche llega, irremediablemente siempre llega y trae consigo el silencio. Hay que estar preparado para soportar el silencio, innumerables personas han muerto tras volverse lunáticos en las largas y silenciosas noches. El silencio te hace pensar, hurgar en el baúl prohibido, no te deja distraerte. Mientras estás rodeado de la muchedumbre no alcanzas a poner en orden tus ideas, sin embargo, con el silencio, es imposible no hacerlo y revolcarte en tu oscura intimidad.
El hermano pequeño de Peter, Julian, aguanta perfectamente las noches y el silencio, pues aun no es consciente de la realidad. Julian sueña despierto, no necesita dormir para hacerlo. Cuando no comprendes las consecuencias de la pobreza puedes divertirte con ella con suma facilidad, eso es lo que hace Julian día y noche, con atronadores ruidos o en el inmutable silencio, moldea el concepto de pobreza hasta convertirlo en ridículo e inofensivo.
Las noches para Peter son la antesala de las pesadillas, incluso a veces peores que las propias pesadillas. Suele agarrarse fuerte al edredón con una mano y con la otra coge a Julian, que duerme con él, de la mano. Peter tirita de miedo en ese profundo silencio, por lo mal que lo pasa durante el día, sólo le queda la esperanza de rezar para que mañana sea mejor, pero Dios tiene demasiado trabajo...
Sam, la hermana mayor de Peter, duerme en la misma habitación que sus hermanos, pero en otra cama. Los hermanos de Sam están cerca suya, pero la noche los aleja a millares de kilómetros. El silencio oprime a Sam, la encarcela entre cuatro paredes de duro ladrillo, únicamente dejándola una salida, trepar por las paredes, pues no hay techo. Las paredes miden diez metros de altura, por cada metro la esperanza de salir de aquella prisión se hace más pequeña. El haber una salida y la esperanza de poder escapar, pero siendo consciente de su imposibilidad, es una tremenda crueldad, es morir asfixiado lentamente. Los tristes pensamientos de Sam retumban cada día en aquellas gruesas paredes, esperando poder salir de esa cárcel de ladrillo o simplemente esperando que se apague el último rayo de esperanza. Sam odia las noches y sus silencios, pues le hacen revivir el día, obviado por el ruido diurno, que evita la tormentosa consciencia.
Los padres de Peter apenas duermen por las noches. Cuando cierran la puerta de su habitación se quitan la máscara que portan durante el día. Tras esa careta aparecen caras que asustarían a Caín, caras erosionadas por el derrame continuado de las lágrimas nocturnas. Sus ojos apagados, por las penas que sufren pensando en lo desgraciados que son, en su poca fortuna, en el futuro de sus hijos. Ellos se mienten con la idea de que con el amor basta para ser feliz. Los padres de Peter se abrazan fuerte, sin el valor de mirarse a los ojos y verse reflejados a ellos mismos. Duermen muy poco, lo justo para recuperar las fuerzas que menguan a cada minuto, fuerzas necesarias para soportar otro terrible día y la posterior muerte del día...la noche.
El sol aparece con sus rayos invasores y desagradables, atraviesan los cristales y despiertan sin piedad a Peter y su familia. Todos abren los ojos a la vez, excepto Julian que continúa saboreando los dulces sueños de la inopia. El resto de miembros de la familia se quedan tumbados unos minutos, en sus respectivas camas. Apenas respiran, no hablan, se mantienen rígidos, evitando acariciar el aire, intentando alargar el momento de levantarse y disfrutar de un nuevo, aunque siempre el mismo, horrible día.
Bajan a desayunar con sus sonrisas del infierno, menos Julian que sonríe con auténtica felicidad. El esfuerzo de combatir la dureza de sus vidas es una carga pesada en demasía, no obstante, la apariencia de Peter y su familia es de alegría desbordante, forman una bonita postal, cinco risueños católicos en una mañana soleada.
Cuando Julian comprenda la situación de su familia y esa sonrisa permanente comience a cansarse y a formar una desfigurada cara triste, entonces Julian empezará a temer las noches y sus silencios. Pronto llegará este momento, la familia de Peter, y él mismo, no soportarán que otro miembro profundice en las telarañas del apocalipsis mental.
Una familia que sólo puede esperar un milagro, un enorme golpe de suerte que cambie la situación, esa familia está abocada a consumirse lenta y dolorosamente. Mas, siempre queda la opción de vender el alma al diablo, a cambio de una felicidad pasajera. Los padres de Peter los pensaban todas las noches, mientras acariciaban con dulzura sus crucifijos y rezaban para no caer en la tentación.
George, el padre de Peter, tras besar la frente de sus tres hijos y practicar sexo con su mujer, por última vez, fue un coito entre lágrimas y furia, donde las blasfemias apunto estuvieron de romper los ventanales y donde George descargó todo lo que le quedaba, quedó vacío encima de Clare, su mujer.
George se despidió de su catolicismo y pactó con el diablo la felicidad de su familia. Claro está que no habría un beneficio sin un perjuicio. La parte negativa del trato decidió asumirla unilateralmente George, mientras Peter, Julian, Sam y Clare vivieran felices el resto de sus vidas. George tuvo que cargar con la tristeza de toda su familia. Toda esa tristeza, ira, oscuridad se concentró en su cuerpo, bloqueaba mente y cuerpo, impedía obedecer sus deseos. Se convirtió en un muerto viviente, sin lágrimas, sin expresión alguna, se limitaba a sentarse en una silla de cara a la pared, sin hablar, sin comer.
Al cabo de una semana George había envejecido veinte años, vagaba a duras penas por la casa, sin mirarse al espejo, mejor que no lo hiciese, no reconocería ese raquítico cuerpo. A las dos semanas George era un anciano que no controlaba sus esfínteres, al que le costaba recordar a su familia, creía vivir, si a eso se le podía llamar vivir, entre desconocidos. Había olvidado el motivo de su enorme sacrificio, ¿de qué había servido pues todo aquel sufrimiento?. Antes de cumplirse la tercera semana, George murió con los ojos abiertos, en el silencio de la noche, tras aquellos ojos vacíos, sin ningún tipo de expresión, mirando hacia ninguna parte, podía dilucidarse escondido, al fondo de aquellos ojos sin vida, un pequeño George ardiendo en llamas, no dejando de sufrir ni después de muerto...
Tras la muerte de George, la familia de Peter, y él mismo, fueron felices, les tocó la lotería y todos sus problemas se esfumaron hasta que murieron. Rápido fue el funeral de George y más rápido su olvido. Sin embargo, tras el día llegaba la noche con su inseparable silencio. Seguían siendo felices, pero nadie es dueño del silencio, ni siquiera el diablo, y los remordimientos flotan en el silencio como las gaviotas el mar, con preguntas sobre la moralidad ¿se puede ser feliz a costa de la tristeza mortal de un padre/marido?. Estos pensamientos duraban poco tiempo, pues el día precede la noche y el río vuelve a su cauce, sin silencio, sin martirio, sin memoria...


Por discípulo de Maestro Sho-Hai...

miércoles, 26 de septiembre de 2012

Vaivén de dudas

¿Cuándo moriré?
¿Seré más feliz que infeliz?
¿Volveré a ver a mi padre?
¿Comeré con las manos en Tailandia?

¿Aprenderé a tocar el piano?
¿Me romperán la nariz en una pelea?
¿Gritaré a los dioses mi descontento?
¿Abrazaré a un vagabundo que tirite de frío?

¿Silbaré en la oscura noche para evitar tener miedo?
¿Comprenderé algún día mis pesadillas?
¿Veré sirenas llorar?
¿Reiré desnudo bajo la lluvia?

¿Maltrataré a un perro y me arrepentiré de ello?
¿Bailaré claqué rodeado de lobos?
¿Sangraré y no me dolerá?
¿Lloraré y moriré de dolor?

¿Me dejaré barba para esconder mi sonrisa?
¿Intercambiaré los zapatos con una mujer?
¿Tatuaré cada profunda herida en mi piel?
¿Me rascaré el escroto delante de una anciana?

¿Viviré tantos años como para desear estar muerto?
¿Moriré antes de haber vivido?
¿Defecar dejará de ser placentero?
¿Romperé un violín en la cabeza de un policía?

¿Reconstruiré mi corazón con mis propias manos?
¿Beberé whisky hasta que la locura no quiera abandonarme?
¿Fumaré puros con el Diablo?
¿Dios me abofeteará por pensar como pienso?

¿Encontraré la dignidad perdida?
¿Respetaré a aquellos que no me respetan?
¿Amaré a más personas de las que me amen?
¿Mantendré mis amistades?

¿Seré juez y a la vez verdugo?
¿Cantaré para no perder la esperanza?
¿Rezaré cuando haya perdido la esperanza?
¿Besaré los pies de la mujer que libere mi alma y después la tricionaré?

¿Adoptaré un niño?
¿Compondré la banda sonora de mi vida?
¿Venderé mi orgullo por la mujer que quiera?
¿Seguiré queriendo a mi madre cuando muera?

¿Mataré patos para divertirme?
¿Simularé que no tengo vergüenza?
¿Me desharé de la cobardía que cargo en la espalda?
¿Escucharé el sonido de una bala atravesando carne humana?

¿Practicaré el coito en un probador de ropa?
¿Tendré miedo cuando pase un día en el calabozo?
¿Escupiré verdades a mi jefe?
¿A dónde iré después de morir?

Cuándo cesarán estas dudas, cuándo aparecerá una nueva, cuándo se disipará una duda sin haberla resuelto...

Sólo son dudas, nada más que eso, dudas, mis dudas. No necesito resolver mis dudas, me gustan tal como son. Una mezcla de incertidumbre y sentimientos que dan lugar a una imperfección abstracta bella y horrible a partes iguales. Las quiero como si fueran mis hijas y las odio como a la monotonía.

                                                       Reproduction Interdite de René Magritte

Por discípulo del Maestro Sho-Hai...

sábado, 22 de septiembre de 2012



Comiendo cereales en una tierra que no es la mía. El alcohol embriaga mis sentidos. Todo parece un poco más distinto. Tal vez el mundo a mi alrededor está cambiando. La lluvia de Portugal hace que me desprenda de toda mi ropa, que quiera sentirla como una segunda piel. Tal vez sea para ahogar mis lágrimas, o tal vez ara sentirme libre. Nunca lo sabré. Me encuentro solo en un sitio que no es mi entorno, y a veces tengo miedo. Tengo miedo de que aquí no disfrute de mi vida, y por eso bebo. Beber es sinónimo de amor, o al menos en mi caso. La botella de vino tinto barato portugués se ha convertido en mi mejor amiga. Es triste, pero es verdad. Y ahora, después de una noche de fiesta en la que he bebido hasta perder la razón me encuentro en mi casa a las 7:00 de la mañana tomando un bol de cereales con leche. Y la verdad, ninguna comida, por muy cara o buena que haya sido, me ha sentado tan bien como este ínfimo cuenco, pues en los más recónditos lugares o las más insignificantes comidas se puede encontrar la paz, y lo que es mejor, la felicidad.  ( Sigo sin ser feliz del todo, pero este cuenco de leche con cereales me está sentando como una especie de, espera que no recuerdo la palabra, metadona joder, eso es; metadona. Esta leche con cereales es la metadona de mi felicidad en este instante, y sólo por eso me dormiré con una sonrisa en los labios)


Por Henry Borowski...

viernes, 21 de septiembre de 2012

En el mundo de Vladimir Kush

Esa manzana posada en su frutero,
me mira desconsolada pidiéndome juego,
pienso “estoy loco, una puta manzana que habla”,
y entonces canto alto para no escucharla.

Doy brincos sin razón,
voy al compás de mi corazón,
pero no me gusta hacerlo,
así que freno mis latidos maltratándome el pecho.

La manzana me persigue atormentada,
triste porque ya no siento nada.
Le doy la espalda,
yo no hablo con manzanas.

Mariposas de plastelina revoloteando a mi alrededor,
les doy manotazos sin ninguna compasión,
son más poderosas que yo,
sólo puedo rendirme ante ellas como el cobarde que soy.

Un mar de fresca cerveza me susurra,
y me cuesta no rendirme ante su seducción,
pero todo está en mi mente,
no quiero caer en las redes de la ilusión.

Mis manos se derriten,
mi cuerpo se vuelve abstracto,
voy perdiendo mi rígida figura,
me encuentro mejor que nunca.

Paisajes que no son lo que aparentan,
me recuerdan a las personas.
El único silencio que existe
es el sonido de la música.

Los miedos están caricaturizados,
puedes bailar con tus pesadillas,
abrazar a tu enemigo,
incluso amar la tristeza.

La fealdad es maravillosa,
aquí lo imperfecto es lo bello,
la extravagancia es el aire que se respira,
te embauca y jamás te abandona.

Las nubes son palpables,
el agua del mar un perfecto camino por el que transitar,
el sol y la luna permanecen unidos,
cantando jazz para dormir a los pájaros en sus nidos.

Las montañas cambian de tamaño todos los días,
las cigüeñas traen padres,
las madres traen cigüeñas,
nuestro color de piel es como el arco iris.

Los monos portan pajarita,
las tortugas mocasines,
las jirafas diamantes
y los tigres frac.

Un mundo distinto,
donde los conceptos no sirven de nada,
donde lo aprendido debe ser desaprendido,
donde los ojos no necesitan estar abiertos para ver.

Entiendo perfectamente a Vladimir Kush, comprendo sus cuadros, cada uno de ellos, su mundo irreal es el mundo en el que prefiere vivir y mantener su mente, mientras está allí se encuentra a salvo. Yo intento ser un buen huésped todos los días, intento evadirme y desintegrarme y aparecer en ese abstracto mundo de Kush. Lamentablemente, muchos de los días se me olvidan las llaves para entrar a ese mundo de liberación, en el que el poder de la mente vence a todo lo que se interpone ante su paso, entonces debo quedarme en esta realidad que no deja que vuele y dibuje nubes en el mar, que resucite a Michael Jackson y cantemos “black or white” con un megáfono gigantesco desde el Everest, en esta realidad en la que mis lágrimas no sólo son agua salada sino sueños y deseos que caen sin importancia en pequeños charcos de agua sucia. Me encanta el mundo de Kush y lo visitaré todos los días, pero es hora de crear mi propio mundo, un mundo de rarezas incomprensibles para la gran mayoría, un mundo por el cual me llamen loco y quieran encerrarme en un manicomio, en ese manicomio en el que me obliguen a pensar lo que me dicen, ver lo que ellos quieren que vea, dejar de sentir lo que siento, pero no desistiré, sea donde sea, en la intención de crear un mundo para mí y para todos aquellos que odian la seria, triste y poco original realidad. Al final encontré esa llave que a menudo perdía, tú no la busques más, pues jamás la encontrarás, no es un objeto físico, no está al alcance de todos, la llave que buscas es la creatividad de tu imaginación. Esa parte de ti que tanto tiempo ha estado dormida, hibernando, esperando a que tú hagas aparecer ese sol que la despierte, y que haga aparecer en tu espalda unas alas que te lleven donde nadie pueda encontrarte...

                                                   Sonata Luz de Luna de Vladimir Kush

Me encanta este cuadro de Vladimir Kush, me identifico con él. Quiero ser esa mariposa que al fin consiga deshacerse del capullo, y muestre sus bellos colores sin ningún temor, sin cadenas opresoras, perfumando con su esencia al resto de personas que aun están dentro de sus capullos, y que miran esos colores maravillados pero con miedo a salir del placentero y confortable capullo. Gracias Kush por tu arte, por tu esencia, por enseñarme el camino de adoquines azulados por los que deshacerme de este apretado capullo que me dejaba sin aire para imaginar.


Por discípulo de Maestro Sho-Hai...

miércoles, 19 de septiembre de 2012

Detrás de una sonrisa

La gente sonríe, pero no es feliz. Sonreímos para engañar al cerebro, para hacerle creer que estamos contentos y que nos suministre un poco de nuestra droga natural, la dopamina.
Trabajamos y siempre portamos nuestra más falsa y horriblemente preciosa sonrisa. Cansados, en un trabajo que no nos apasiona, que nos amarga hasta límites insospechados, remunerados insuficientemente, pero nuestra cara sigue mostrando esa asquerosa expresión de felicidad.
En casa, sentados en el sofá, escuchando la monserga de una pareja que pagarías por poder matar, pero tú sigues sentado, escuchándola, con una amplia sonrisa. Ella, cansada de un marido que vive pegado a un sofá, insatisfecha durante años en la cama, deprimida por tener una pareja que no escucha sus sentimientos expresados en palabras, se limita a prepararle la comida con una brillante sonrisa.
Profesores agotados de sus explicaciones rutinarias. Año tras año explicar la misma basura una y otra vez, viendo como sus salarios son recortados y sus horas aumentadas, viendo como su trabajo no obtiene frutos, pues esos niños acabarán siendo escoria andante. Una única pizca de esperanza ronda por sus mentes, y es que, alguno de esos niños se convertirá en un bonito fruto, pero esa esperanza se desvanece rápidamente, ya que saben que esos frutos se marchitarán al estar rodeados de tanta contaminación, no estoy hablando de contaminación química, ni acústica, ni nada por el estilo, estoy hablando de contaminación humana, el constante contacto con seres despreciables nos transforma en lo mismo. Aun con todo, los profesores siempre van acompañados de esa sonrisa irritante.
Los políticos siempre nos quieren comprar con su magnánima sonrisa. No les importa un bledo cómo nos sentimos, cómo nos llamamos, si tenemos casa donde vivir y dinero para comer. Lo único que les importa es ensayar una y otra vez la sonrisa con la que nos van a vender su propaganda. Me encantaría hablar con el espejo donde practican esa malévola liturgia.
Los abuelos sonríen, y sonríen mucho, mostrando al mundo que siguen vivos, intentando engañar a las personas que rondan a su lado, pero yo sé que tras esa forzada sonrisa se oculta un terrible horror, unos pensamientos que van dirigidos a evitar la realidad, niegan enfrentarse a sus últimos pasos, esa sonrisa sólo les impulsa un poco más hacía el escarpado acantilado.
Todos sonreímos para intentar mostrar que no estamos tristes o que somos infelices. Esta sociedad no admite la tristeza, es síntoma de rareza, de anormalidad, ¿cómo vas a estar mal en un mundo tan perfecto como en el que vivimos?. Debes dar gracias por tener el privilegio de poder pisar el suelo por el que caminas; debes sonreír por tener un trabajo donde te explotan; debes alegrarte por vivir en una casa que acabarán pagando los hijos de tus hijos por un precio 10 o vete a saber tú cuántas veces más su precio real; es obligatorio sonreír porque en el mundo ya no existe racismo, somos totalmente tolerantes, pero la realidad es que apenas hay racismo público, porque el verdadero racismo sigue escondido en corazones oscuros, el racismo más poderoso, el que no se ve venir; debes ser un tipo risueño y estar tranquilo, pues los políticos se ocupan de todo, se ocupan de que el próximo alimento que comerás será buscándolo en la basura, entre cucarachas y restos de comida en descomposición; debes reír con una gran carcajada porque la policía te respalda, es la seguridad del estado, y con una sonrisa de oreja a oreja te echará a patadas de tu casa si no puedes pagarla; tienes que estar contento si tu amigo se suicida porque no aguanta más en este sucio mundo. La gente conoce a los infelices, pues tras esas sonrisas se cobijan lágrimas puras, desesperanzadoras pero tremendamente bellas e interesantes. Esa gente es igual que tú, sin embargo, si te ven triste no pienses que dudarán en mirarte extrañados, en hacerlo público, en sentir compasión hacia ti y hacer creerte que necesitas ayuda, que eres un deshonor para la sociedad. Que su buen aspecto no te haga titubear ni un segundo, ya que esa gente, atormentada por dentro y aparentemente feliz por fuera, es la que se encuentra realmente perdida en la vida. Recuerda esto, no vuelvas a leerlo, ni siquiera hagas el intento de revisarlo, no lo comentes a nadie, te tomarán por loco, simplemente grábalo con un fino cincel en tu amígdala, en un lugar oculto de la misma, que ni siquiera tú sepas el camino. Recuerda que los días se esfuman como una botella en el mar y que los años se escapan sin darte cuenta, tranquilo, tú sabes todo esto y sabrás cómo enfrentarte a ello. La gente tiene miedo al paso del tiempo, a la muerte, a la tristeza, es tan fácil como amar aquello que el resto de la gente teme. Juega con la muerte, besa tus lágrimas, aprende de los vagabundos, conoce culturas totalmente opuestas a la nuestra, enfrentate a tu vergüenza y haz que se enrojezca, y cuando al final de ese largo recorrido te encuentres a ti mismo llorando frente al espejo, sonríe, sonríe hasta que te duelan las costillas y te orines encima, porque en ese preciso momento, nunca antes, te habrás liberado de los prejuicios de la sociedad con los que naciste tatuado, con los que creciste por obligación, con los que apunto mueres repleto de tristeza interna pero con una sonrisa externa...
He aprendido a no ser un hipócrita feliz, soy el villano al que nadie quiere, ya no quiero ser el superhéroe que la sociedad moldea a sus anchas, soy aquel malhechor triste que hace lo que cree correcto y no lo que proclama la sociedad como adecuado, no dejes que tu sonrisa sea una mercancía que pueda comprarse, mi puto alma no obedece leyes, mi alma se expande en rebeldía y quiere acariciar esas almas cautivas que lloran detrás de una sonrisa...

Por discípulo del Maestro Sho-Hai...

miércoles, 12 de septiembre de 2012

El círculo de la vida

El niño gordo llora porque nadie le quiere,
la niña gafotas llora porque la llaman “cuatroojos”,
el niño abusador llora a escondidas, por tener que pegar a sus compañeros,
el niño inmigrante llora porque nadie le entiende.

El niño gordo crece y se vuelve un jefe cabrón,
la niña con gafas crece y atormenta a todos los babosos que buscan un beso suyo,
el niño abusador crece, ha cambiado, pero ahora no tiene amigos,
el niño inmigrante crece, huele el intenso racismo oculto tras los ojos de la gente.

El gordo cabrón es odiado por sus trabajadores,
la hermosa mujer de gafas no encuentra a nadie que esté a su altura,
el hombre sin amigos se marcha a África de voluntario,
el inmigrante vuelve a su país, pues aquí nunca se ha sentido querido.

El gordo cabrón tiene hijos y se vuelve un padre bonachón,
la envejecida mujer de gafas vive sola rodeada de apestosos gatos,
el voluntario se casa con una africana y tienen tres hijos,
el inmigrante vive atemorizado por el sonido de las bombas.

El padre gordo es adorado en su trabajo,
la envejecida mujer ha renacido, está más hermosa que nunca, ha cambiado,
el voluntario regresa a su tierra con su nueva familia,
el inmigrante es feliz, se acabó la guerra.

El gordo cabrón muere de un infarto,
la mujer de gafas muere por el tabaco abrazada a su marido,
el voluntario muere defendiendo a su familia de un atracador,
el inmigrante muere al pisar una mina.

Los hijos del gordo cabrón lloran porque son insultados en clase,
la hija de la mujer de gafas llora porque la llaman “palillo”,
los hijos del voluntario lloran porque dicen que huelen mal,
los hijos del inmigrante lloran porque la guerra ha vuelto a empezar. 

Por discípulo de Maestro Sho-Hai...

Las manzanas del pecado


Foster se comía una manzana, el jugo le escurría por la boca, la piel de la manzana se le quedaba entre los dientes. Terminó la manzana, proyectó una última mirada sobre el cadáver tendido en el suelo y se marchó con total impunidad.
Medianoche, Foster estaba sentado en su butaca. Por las noches era cuando vivía, pensaba que por el día únicamente transitaba gente aburrida y que nada interesante había por descubrir, en cambio las noches…no se sabía qué sorpresa podía deparar la noche, eso le encantaba.
Era una noche sin estrellas, el cielo estaba totalmente despejado, aún sin estrellas era una noche bastante clara e iluminada. Foster abandonó su casa, quería ir a beber pero también tenía ganas de sexo, así que se dirigió a un club de alterne, mataba dos pájaros de un tiro. Llegó al club, la gente le saludaba, parecía que había visitado más veces el lugar. El camarero, sin preguntar, le puso un gin tonic, Foster se lo tomó de un trago, estaba bastante excitado, pidió otra copa. Vio una cara que no le resultaba familiar, era una chica nueva, se llamaba Silvie, era una rubia rusa, de muy buen cuerpo, con unas piernas muy estilizadas y un culo más duro que una roca, aunque de escasos pechos, con una cara sumamente inocente y preciosa, rápidamente ella le lanzó una sonrisa.
Foster se despertó en su cama con un gran dolor de cabeza, se dirigió al lavabo a refrescarse la cara. Al mirarse en el espejo apreció unos arañazos en su cara bastante profundos, no recordaba la causa de esos arañazos. Orinó y se dio cuenta que en sus calzones había restos de semen, suponía que la noche había sido bastante salvaje, una carcajada hizo eco en las paredes del aseo…
Las 22:34 de la noche, Foster está bebiendo en la casa de un par de amigos, hablan sobre sexo mientras beben martinis. Parece una velada bastante plácida, ya que tanto Alex como Simón, sus amigos, no hablan sobre temas banales y aburridos, siempre hay algo emocionante que contar. El tema del sexo se agota, pasan a hablar sobre la defecación, Foster dice que es una de las cosas por las que merece la pena vivir la vida, Alex y Simón asienten mostrando su acuerdo con la opinión de Foster. El alcohol se consume de un modo fugaz, como los neumáticos de un fórmula uno, las risas no decaen, un ambiente cargado del humo de los puros invade la casa, no importa, parecen las nubes del cielo…
Mediodía, Foster se despierta sin dolor de cabeza, pero su boca sabe a vómito y manzana, se encuentra algo aturdido. Se sienta en el borde de la cama, mirando fijamente las baldosas del suelo, intentando recordar qué sucedió el día anterior, pero no recordaba absolutamente nada. Llamó a Alex para que le contará qué tal había ido la noche, el móvil estaba apagado. Decidió llamar a Simón, tampoco cogía el teléfono, Foster dedujo que la fiesta debía haber sido todo un desmadre. Se dirigió a la cocina, tenía sed, bebió agua y notó un agudo dolor en la boca, se metió los dedos para averiguar qué le ocurría, los dedos se impregnaron en sangre, le faltaban varios dientes, no recordaba el porqué…
Salió de su casa, iba elegante como siempre, con su camisa de cuello mao y de puño sencillo color beige, unos pantalones de lino marrón chocolate, con dos vueltas en los bajos, un sencillo pero exquisito cinturón negro de cuero y unos mocasines, sin calcetines como es debido, también marrones pero un marrón canela, con sus borlas moviéndose de forma pendular. Iba andando tan tranquilo cuando se cruzó con un vecino, lo saludó con un sutil elevamiento de cejas y un seco “ye”, y sin darse cuenta tropezó con un vagabundo que se encontraba sentado en el suelo pidiendo algo de dinero con un cartel que decía “me da vergüenza pedir dinero pero más vergüenza me da ver a mis hijos tan débiles y frágiles como el cristal”. Al tropezar con el vagabundo Foster cayó de bruces contra el suelo, justo antes de chocar contra la dura superficie le vino un flash a la mente, era una imagen borrosa sobre la cara de una chica rubia gritando angustiada.
Después de salir del hospital, pues al caer al suelo se fracturó la nariz, volvió a casa dando vueltas a la cabeza sin poder deshacerse de la imagen borrosa de esa chica. Se preguntaba “¿es una imagen que he visto en una película?”, “¿por qué me viene esa imagen a la cabeza?”, no tenía respuestas para esas preguntas. Volvió a llamar a Alex y Simón, seguían sin responder…
Foster estaba en casa dolorido de la nariz, se encontraba tremendamente aburrido, era de día y el Sol le volvía apático. Decidió dormir un rato y esperar a que la noche solucionase lo que el día no era capaz de hacer. Se despertó a las 01:20, una buena hora para disfrutar. Se dirigió al “Flanders”, un bar que solía frecuentar, se sentó en un taburete de la vieja escuela, de cuero con un agujero producido por la quemadura de un cigarrillo, y pidió una cerveza. El camarero enseguida se la sirvió junto con unos cacahuetes. Un borracho, que estaba al lado de Foster, empezó a decirle si le invitaba a una copa, a lo que Foster se negaba. El borracho insistió e insistió, hasta acabar con la paciencia de Foster, éste enfurecido le empujó, tirándole el sombrero negro que portaba, y le invitó a que se fuera del bar si no quería tener problemas, el borracho era un tipo muy esmirriado y daba bastante pena, recogió su sombrero y con la cabeza gacha abandonó el local sin replicar.
Despertó Foster, se encontraba increíblemente bien, con mucha energía, hoy le apetecía dar un paseo por el día, algo muy raro, pues apenas salía por el día, odiaba esta parte del día, valga la redundancia. Antes de salir de casa se duchó, desayunó un par de tostadas con aceite y tomate y un café sólo. Fue a abrir la puerta para abandonar su casa y, de reojo, vio en el perchero un sombrero que ya había visto antes, era un sombrero negro, ¿era el sombrero del borracho?, ahora que se paraba a pensar, no se acordaba de cómo terminó la noche, sólo recordaba que el borracho abandonó el local cabizbajo.
Foster realmente no recordaba apenas cómo terminaban sus noches, pero tampoco le daba la mayor importancia, bebía y mucho, la falta de memoria era una de las consecuencias obvias y que él asumía, así que tampoco le daba muchas vueltas al asunto. Sin más dilación, y sin pensar demasiado en aquel sombrero negro, se fue a dar un paseo. Le gustaba mucho leer y hacía tiempo que no leía, se acercó a una librería y estuvo dudando en comprar “Pregúntale al polvo” de John Fante o “Pulp” de Charles Bukowski, ambos autores eran de su devoción, pero se decantó por “Pulp”, Bukowski le había marcado el corazón a fuego lento. Se marchó de la librería, fue al cine a ver si había una película interesante, no había ninguna que mereciese su tiempo, decidió volver a casa, las energías se habían agotado y el día le volvía a dar el mismo asco que siempre.
03:11, Foster se estaba preparando para una nueva y ansiada noche. Cogió las llaves de casa y se fue a una discoteca. La gente por el día no le gustaba, pero por las noches, cuando todo el mundo iba bebido, incluido él, todo tomaba un cáliz distinto. Entró y observó que estaba a rebosar, se apresuró a la barra y pidió un whisky con cola, echó un vistazo a ver si había alguna mujer bonita. Se terminó el whisky, pidió otro, apreció una pareja de chicas al otro lado de la barra. Una era muy atractiva y parecía bastante joven, la otra era…simpática. Se aproximó a ambas y comenzó a entablar una conversación. Foster era un tipo con mucha labia, además de ser bastante guapo y saber vestir con clase, así que en poco tiempo tenía a ambas chicas a sus pies. Una de las chicas, la simpática, tenía 22 años, la otra tenía 17 recién cumplidos, era bellísima, tenía unas largas piernas de un moreno brillante, unos pechos turgentes y de buen tamaño, sin operar, incluso se dilucidaban unos redondos y perfectos pezones, llevaba unos tacones imposibles, cada vez que se movía su castaña melena parecía que se paraba el mundo…
Foster despertó, se encontraba incómodo, como si aquella cama no fuese la suya, efectivamente no era la suya. Se dio la vuelta y únicamente vio barrotes, estaba en la cárcel. Entraron dos policías a su celda, le pusieron las esposas y lo llevaron a la sala de interrogatorios. Foster no entendía nada, preguntaba exaltado y repetidamente “¿qué he hecho?”, los policías le miraban incrédulos. El policía Jiménez empezó a interrogar a Foster.
  • Policía Jiménez: “¿Tienes algo qué contar?”.
  • Foster: “No entiendo nada, ¿por qué estoy aquí?”.
  • Policía Jiménez: “Deberías saberlo”.
  • Foster: “Pues no, no lo sé, quiero irme a casa, este lugar apesta”.
  • Policía Jiménez: “¿Qué tienes que decir sobre Silvie?”.
  • Foster: “¿Quién?”.
  • Policía Jiménez: “Silvie, la prostituta, ¿no tienes que decir nada?”.
  • Foster: “Ah…supongo que me la follé y nada más, pero no lo recuerdo muy bien, iba muy borracho”.
  • Policía Jiménez: “No recuerdas nada entonces ¿no?”.
  • Foster: “Ya se lo he dicho, iba muy borracho”, contestó irritado.
  • Policía Jiménez: “Y tus amigos Alex y Simón, ¿qué tienes que decir sobre ellos?”.
  • Foster: “Hace unos cuantos días que no sé nada de ellos, les he llamado y tienen el teléfono apagado”.
  • Policía Jiménez: “Ya…entiendo…no sabes por qué no te contestan ¿no es así?”, dice con ironía.
  • Foster: “¿A qué viene ese tono?, ¿se está burlando de mí?, quiero irme de aquí, ¿por qué coño me habéis metido en esta puta cárcel?”, replica elevando el tono.
  • Policía Jiménez: “Deberías entender mis preguntas y deberías contestar, confiesa ya”.
  • Foster: “¿Qué quiere que confiese?”.
  • Policía Jiménez: “¿No quieres hablar sobre Tim?”.
  • Foster: “¿Quién coño es Tim?”.
  • Policía Jiménez: “Ah…ahora no conoces a ningún Tim ¿verdad?”, retorna la ironía.
  • Foster: “¡Estoy hasta los cojones!…”, sin terminar de hablar, se ve interrumpido por el policía Jiménez.
  • Policía Jiménez: “A ver sucia escoria, estoy harto de tus mentiras”, saca unas cintas y las coloca encima de la mesa, mostrándoselas a Foster. “Ahora me dirás que no reconoces estas cintas ¿no?”.
  • Foster: “No, nunca las había visto”.
  • Policía Jiménez: “Imaginaba que dirías eso, ahora las veremos juntos”, puso las cintas y empezaron a verlas en la televisión que había en la habitación.
Los vídeos eran terribles, en el primero se veía como Foster violaba a Silvie. Se la había llevado del club de alterne, ella pensaba que se iban a casa de Foster ha echar un polvo, sin embargo, Foster se dirigió a un descampado y comenzó a violarla mientras le pegaba con el cinturón, ella gritaba, para hacerla callar él le presionó el cuello con el cinturón, mientras continuaba violándola, en los últimos suspiros de Silvie, ésta no dejaba de intentar zafarse, únicamente consiguió arañar profundamente la cara de Foster, poco después murió asfixiada. Foster continuó violándola hasta que eyaculó y se limpió con sus calzones. La última imagen del vídeo era un primer plano de Foster, sentado en el capó del coche, comiéndose una manzana.
El siguiente vídeo se veía a Foster junto a Alex y Simón bebiendo sin parar y fumando puros, se les veía enormemente borrachos. Los amigos de Foster le preguntaban por qué les grababa, él decía que no quería perderse nada interesante. Foster dijo a Alex que besara a Simón en la boca, éste se negó riéndose pensando que estaba de broma. Foster insistió, nuevamente obtuvo una negativa. Foster sacó un cuchillo y volvió a reclamar lo mismo, Alex y Simón seguían riendo pensando que estaba de cachondeo y por lo borrachos que iban ambos, la risa se les escapaba involuntariamente. Cogió firme el cuchillo y lo clavó con fuerza en la zona genital de Alex, comenzó a sangrar, únicamente se escuchaba el gimoteo de dolor de Alex, las risas habían desaparecido. Foster le dijo a Simón que besará a Alex, Simón estaba pálido y comenzó a llorar de miedo, incluso se orinó, la cara de Foster se había transformado completamente, no parecía él, era una cara diabólica. Simón no podía ni moverse, estaba bloqueado, Foster se acercó a él y le apuñaló el estómago, no dejó de mirarle a los ojos a Simón, con un último impulso introdujo lo más profundo que pudo el cuchillo, Simón cayó muerto al suelo, mientras caía el cuerpo fallecido, la cabeza de Simón golpeó la boca de Foster rompiéndole unos cuantos dientes. Se acercó a Alex que se retorcía de dolor y le dijo “mira a Simón, está muerto por tu culpa, si le hubieses besado no estaría muerto”, lo decía en tono agresivo pero riéndose, con su boca repleta de sangre, seguidamente dio un gran salto y aplastó la cabeza de Alex, quedó inconsciente y acabó muriendo desangrado, perdía mucha sangre por el apuñalamiento. Al final del vídeo, Foster aparecía mirando a cámara en medio de los dos cuerpos que yacían en el suelo mientras se comía una manzana.
En el tercer, y último, vídeo aparecía una imagen de la calle, Foster se dio la vuelta y enfocó un letrero en el que ponía “Flanders”. Continuó andando, a lo lejos se veía a un hombre con un sombrero negro tambalearse, se llamaba Tim. Foster seguía al hombre, se metió en un callejón y Foster empezó a insultarle “borracho de mierda”, repetía una y otra vez, el borracho estaba muy asustado. Foster dejó la cámara en la tapa de una basura grande y ésta continuó grabando, el borracho gritaba “déjame por favor”. Foster cogió una botella grande y se la estampó en la cabeza al borracho, comenzó a sangrar abundantemente, estaba muy aturdido y con gran dolor. Se acercó Foster y le metió los dedos en los ojos con suma fuerza, el borracho gritó agudamente, Foster le había sacado ambos ojos. Mientras el hombre del sombrero negro gritaba, Foster aprovechó para meterle los ojos en la boca y cerrársela al mismo tiempo que taponaba su nariz. El borracho se atragantó con los ojos y se asfixió, su cara era íntegramente morada. Foster se acercó a la cámara, con el sombrero negro puesto, y se comió una manzana.
  • Foster: “Estos vídeos no son míos, yo no he grabado nada de eso, está trucado, lo habéis hecho vosotros”.
  • Policía Jiménez: “Cómo va a estar trucado, si eres tú quién graba los vídeos, se te ve claramente en todo momento”.
  • Foster: “No puedo ser yo, no recuerdo nada de eso, ¿dónde encontrasteis esos vídeos?”.
  • Policía Jiménez: “Estaban en tu casa. Había una caja repleta de manzanas y debajo de ellas estaban los vídeos”.
De repente le vinieron todas las imágenes a la mente a Foster, incluso se acordaba de cómo había llegado a la cárcel, definitivamente él había sido el causante de todos esos espantosos vídeos, sus recuerdos estaban más claros que nunca. No sólo recordaba las imágenes, se acordaba del sonido de la sangre caer al suelo, del olor a orín de Simón cuando se lo hizo enzima cagado de miedo, de cada palabra de clemencia de Silvie…en unos instantes lo había revivido todo. Claramente imaginó en su cabeza, diapositiva a diapositiva, cómo había llegado a la cárcel. Recordó haber salido de la discoteca junto a las dos chicas, la preciosa y la simpática, se metieron los tres en el coche de Foster. Se las llevó al mismo descampado en el que violó a Silvie y se propuso hacer con las dos chicas lo mismo que con ésta. Intentó amordazar a la chica de 17 años mientras amenazaba a su amiga diciéndole que si se marchaba mataría a su amiga, la chica simpática entre sollozos salió del coche corriendo lo más rápido que pudo, diciendo “lo siento Selena”. La amiga simpática corrió unos 10 minutos y se cruzó con un hombre, le pidió el móvil para llamar a la policía para que fuesen al lugar donde se encontraba Foster. Cuando llegó la policía, Foster ni se inmutó, estaba mirando a la cámara con una manzana en la mano aun sin empezar. El cuerpo de la chica se encontraba en el interior del coche, tenía el cuello rasgado finamente, apenas salía sangre, restos de esperma se dispersaban por la cara y los pechos, no respiraba, la policía había llegado demasiado tarde.
Ahora era consciente de todo, la cara de Foster había vuelto a cambiar, retornó el aspecto diabólico. A pesar de llevar esposas, al policía Jiménez, al ver el nuevo aspecto de Foster, le recorrió una sensación de temor por todo el cuerpo, la piel se le erizó e intentó disimular el temblor de sus piernas.
- Foster: “¿podría darme una de mis manzanas?”, preguntó al policía Jiménez. A la pregunta le siguió una risa maquiavélica que estremeció al resto de policías que vigilaban el interrogatorio desde la otra parte de la habitación.


Por discípulo de Maestro Sho-Hai...

lunes, 10 de septiembre de 2012

Hombre de mantenimiento

Sentado en las escaleras, cómodo, muy cómodo me encuentro. Un bocadillo en la mano, la música sonando a todo volumen en mis cascos, no escucho nada más, ni siquiera mis pensamientos. El sol ruge con fuerza, pero no me importa, sigo a gusto en las escaleras. Desahogado, acabo de finalizar dos exámenes, ya no hay nervios, no hay preocupación, sólo música y relajación, en aquellas escaleras que me acercan un poco al cielo. Intento saborear el momento al máximo, pues sé que como el bocadillo pronto terminará, aunque no dilucidaba que fuese tan pronto...
Percibo una presencia extraña detrás de mí, no muy cercana pero lo suficiente como para saber que allí se encuentra. No le doy mucha importancia, me encuentro de puta madre. Sin embargo, aquella presencia me empieza a incomodar, noto como detrás de mí no para de moverse, sin acercarse, pero tampoco alejándose. Al fin se mueve, se acerca, baja las escaleras y consigo percibirlo, es un hombre de unos treinta y tantos años, con un cabello corto y muy negro, tan negro que parece una peluca. Ese hombre volvió a subir por las escaleras, yo seguía con mis cascos y mi rato de paz, pero el me miró y tuve que despegarme de mi amada música. Aquel hombre me dijo “¡Hola!”, y entonces, por su tono de voz, descubrí que era especial, aquella voz le delataba, también sus andares, pero no me había percatado hasta que le escuché hablar. Yo contesté “¡Buenas!”, con mi más sincera simpatía, me caen bien las personas especiales, no sé el porqué, al igual que me suelen caer mal los viejos, supongo que son defectos que tengo de serie. Volví a colocarme mis cascos y la música volvió a envolverme con su ritmo. Continuaba con mi bocadillo, no tenía prisa por acabarlo, en realidad, no tenía prisa por nada, allí estaba, en las escaleras, pudiendo parecer que estaba perdiendo el tiempo, pero aquella comodidad, aquel estado de placer en el que me encontraba, merecía cualquier derroche de tiempo. De nuevo, aquella presencia incómoda permanecía en mi cogote, esa sombra que percibía por el rabillo del ojo estaba empezando a tocarme los cojones, pero era de nuevo el hombre de azul, el hombre de mantenimiento, el hombre especial...
Pensé que aquel hombre tenía sed o hambre, tal vez sólo necesitase alguien con el que hablar, quizás creyó que yo estaba sólo, sin amigos y que necesitaba compañía, para nada, en aquel instante era feliz en mi tranquila y musical soledad. De repente el hombre de mantenimiento con aquel luminoso traje azul, comenzó a moverse de aquí para allá, haciendo que trabajaba pero sin trabajar, simplemente disimulaba, yo intentaba hacer que no le veía, pero la panorámica de un ojo es muy amplia, y siempre sabía dónde estaba, y sabía que me miraba, aquella paz en la que me encontraba hace unos minutos se había ido oscureciendo. Sabía que el hombre de azul quería que le mirase, pero yo no quería mirar, no pedía tanto, sólo música, comer, ser abrasado por el sol, nada más, pero nuestro señor de ahí arriba no quería permitirme ese lujo, quizás no me lo mereciese. De nuevo volvió a moverse el hombre de mantenimiento, se colocó en un lugar donde las cámaras no podían observarle, se colocó en una pequeña esquina donde sólo yo podía verle, en un estrecho camino, a un lado una hilera de setos, al otro lado la pared, empezó a hacerme señas, primero de un modo tranquilo. Yo me había dado cuenta desde el principio, pero no quería mirar, de verdad que no quería. Él continuó con sus señas, empezó a hacer aspavientos, yo ya no podía disimular y hacer que no lo había visto, me quité los cascos, me los coloqué en el cuello y le miré. Aquel hombre me me miró y empezó a mover su boca y lengua, hice ver que no le entendía, sí que le había entendido, perfectamente además, pero no quise creer lo que veía ni lo que pensaba, me negaba a creer la cruda realidad. Entonces sacó la lengua y la movió haciendo círculos con el chicle que portaba, de nuevo hice ver que no le entendía, quizás desfalleciese su intento y se marchara, pero eso no ocurrió. Opté por decirle en un contundente y claro enfurecimiento “¿Qué?”, su gesto posterior fue lo que me hundió en en las profundidades del salvaje océano, me costará olvidar esa cara, ese gesto, aquella situación. De un modo totalmente inteligible, con su brazo me indicó que si quería que él me chupará la polla. Aquel gesto me produjo una mezcla de asco, tremenda ira, tenía unas ganas tremendas de bajar aquellos escalones y estampar su cabeza contra la pared, sentarme a ver como la sangre brotaba de su cabeza y sus ojos se iban apagando poco a poco mientras los míos se iluminaban entre llamas de furia; y, además, me produjo una inmensa tristeza, una tristeza tal que no bajé a destruir a aquel ser especial, supongo que su deficiencia le salvó. En cuanto se marchó, me sumergí en una gran pena, mis más sinceros buenos actos, mi simpatía, no había servido de nada, tenía ganas de vomitar, ira, nauseas y tristeza entremezcladas produciendo una sensación horrible de desesperanza. Fui al servicio, me miré en el espejo y quise empañarlo de vomito, pero no merecía la pena, aguanté las arcadas, me refresqué y al salir del aseo era un tipo distinto, creo que la gente se percató del cambio, a mi toda esa gente ya me daba igual, simplemente seguía escuchando la música, esta vez sin cascos...
Cada día voy acercándome más hacia un lugar pequeño y oscuro, un lugar donde se acumulan todas mis decepciones, un lugar donde no hay cabida para sonrisas ni buenos actos, un lugar donde las almas no pueden tener ni siquiera un resquicio de bondad, un lugar de tranquilidad sí, pero acompañada de inmenso dolor. Ese dolor cada día me gusta más, me gusta soportarlo, es increíble la capacidad del hombre para soportar dolor, yo quiero ver hasta dónde puedo aguantar, es lo único que me queda...

Por discípulo de Maestro Sho-Hai...