De
nuevo apareció Henry. Eran altas horas de la madrugada, y después de deambular
por varios bares llegó a uno que nunca había vito. McGregor´s, se llamaba. ¿Tal
vez uno de esos cientos de pubs irlandeses que afloran últimamente? Su cabeza
le pedía otra cerveza. Su hígado volver a casa. Una vez más la cabeza fue quien
ganó el combate. Su alma, el punch-ball que seguiría recibiendo golpes hasta
resquebrajarse por fin. Entró. Era un tugurio. Poca luz y menos gente todavía.
Se sentó en una silla y pidió una cerveza. El camarero le miró como pensando “  hijo de puta, si me la lías te abro la cabeza
sin dudarlo”.  Henry miró a su alrededor.
Un viejo tuerto bebía solitario. De su cuenca vacía parecía brotar una lágrima.
Aunque era imposible. También había un hombre de unos 40 años al que le
faltaban algunos dientes. Ropa vieja, brazos desgastados. Exyonqui, fue su
veredicto. Y más alejada, en un rincón se encontraba una mujer de unos 30 años.
Él la miró, y sonrió. Ella también sonrió y fue hacia el baño. Le hizo un
gesto: “ Sígueme”. Henry no lo dudó y la siguió. El baño estaba realmente sucio,
pero no importaba. Ella le desabrochó los pantalones y se introdujo el pene en
su boca. Henry parecía estar en el paraíso. Luego ella se dio la vuelta y le
dijo: “ Por detrás”. Henry hizo caso, y la metió con furia…
Bianca
estaba cansada. Eran las 4 de la madrugada y no había tenido más que un par de
clientes. Así que decidió ir al McGregor´s a tomarse algo. Era un local
andrajoso, pero al menos ahí no era juzgada. Cuando llevaba unos diez minutos
apareció un borracho. Pero era atractivo y a ella le gustaba. Le hizo un gesto
y ambos fueron al baño. Allí, después de ponérsela dura, quiso ser penetrada. Y
lo consiguió…
Cuando
ella se fue, Henry se dio cuenta de todo. Un transexual. Salió del baño sin
saber que hacer, ni mucho menos que decir. El tuerto ahora no paraba de reír, y
el yonqui se había esfumado. El camarero se acercó y le dijo:
-Son 35
euros.
-¿Por
una cerveza? ¿Qué clase de precio es este?
-La
cerveza son 2 euros. Pero lo del baño no es gratis, amigo.
-No
llevo tanto dinero encima, lo siento.
-Pues
es un problema caballero. 
Acto
seguido apareció un gorila, que sin decir nada abofeteó a Henry. Él estaba
ebrio y no lo esperaba, asi que se dio de bruces contra el suelo. Le sangraba
la nariz. Las lágrimas le impedían ver bien, pero logró ver a Bianca con una
sonrisa maliciosa. No entendía que había pasado. De nuevo volvía a ser un
perdedor. El boxeador que besa la lona. Mientras se fue como pudo del bar,  las lágrimas se sucedían una y otra vez. De
fondo, la risa del anciano tuerto se hacía un eco interminable, que duraría una
noche, y otra, y otra…
Por Henry Borowsky...

 
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