viernes, 28 de septiembre de 2012

Guillotina


Rodaron cabezas, cabezas sin cerebro. Giraron dos o tres veces, formando tirabuzones en el aire, hasta que cayeron por las escaleras. Uno, dos, tres...siete escalones de madera, sin rastro de sangre. Cabezas huecas, pero sonrientes. Resplandecientes mariposas se posan en aquellas cabezas, cuyos ojos mantienen vivo a un ser humano, ojos brillantes de ilusión, una ilusión que parece tener fuerzas para no apagarse nunca, haciendo digno lo que el vacío cerebro no pudo hacer jamás.
Vuelven a rodar cabezas, esta vez con cerebro. Cabezas que chocan sin gracia contra el suelo, dejando escapar ideas, sentimientos y hasta el último rastro de conocimiento. Las cabezas caen violentamente por los siete escalones, quedando, al final, la cara boca arriba, con un aspecto infernal, ni siquiera las moscas quieren aproximarse, ni los necrófagos buitres degustar esa triste carne. Los ojos de esas caras muestran las más grandes atrocidades, ojos de cuervo, ojos no bienvenidos en el paraíso, ojos sin música, ojos con la única esperanza de no seguir viviendo. Ojos con un mensaje grabado “la inteligencia duele”.


Por discípulo de Maestro Sho-Hai... 

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