sábado, 22 de septiembre de 2012



Comiendo cereales en una tierra que no es la mía. El alcohol embriaga mis sentidos. Todo parece un poco más distinto. Tal vez el mundo a mi alrededor está cambiando. La lluvia de Portugal hace que me desprenda de toda mi ropa, que quiera sentirla como una segunda piel. Tal vez sea para ahogar mis lágrimas, o tal vez ara sentirme libre. Nunca lo sabré. Me encuentro solo en un sitio que no es mi entorno, y a veces tengo miedo. Tengo miedo de que aquí no disfrute de mi vida, y por eso bebo. Beber es sinónimo de amor, o al menos en mi caso. La botella de vino tinto barato portugués se ha convertido en mi mejor amiga. Es triste, pero es verdad. Y ahora, después de una noche de fiesta en la que he bebido hasta perder la razón me encuentro en mi casa a las 7:00 de la mañana tomando un bol de cereales con leche. Y la verdad, ninguna comida, por muy cara o buena que haya sido, me ha sentado tan bien como este ínfimo cuenco, pues en los más recónditos lugares o las más insignificantes comidas se puede encontrar la paz, y lo que es mejor, la felicidad.  ( Sigo sin ser feliz del todo, pero este cuenco de leche con cereales me está sentando como una especie de, espera que no recuerdo la palabra, metadona joder, eso es; metadona. Esta leche con cereales es la metadona de mi felicidad en este instante, y sólo por eso me dormiré con una sonrisa en los labios)


Por Henry Borowski...

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