Esa
manzana posada en su frutero,
me
mira desconsolada pidiéndome juego,
pienso
“estoy loco, una puta manzana que habla”,
y
entonces canto alto para no escucharla.
Doy
brincos sin razón,
voy al
compás de mi corazón,
pero
no me gusta hacerlo,
así
que freno mis latidos maltratándome el pecho.
La
manzana me persigue atormentada,
triste
porque ya no siento nada.
Le doy
la espalda,
yo no
hablo con manzanas.
Mariposas
de plastelina revoloteando a mi alrededor,
les
doy manotazos sin ninguna compasión,
son
más poderosas que yo,
sólo
puedo rendirme ante ellas como el cobarde que soy.
Un mar
de fresca cerveza me susurra,
y me
cuesta no rendirme ante su seducción,
pero
todo está en mi mente,
no
quiero caer en las redes de la ilusión.
Mis
manos se derriten,
mi
cuerpo se vuelve abstracto,
voy
perdiendo mi rígida figura,
me
encuentro mejor que nunca.
Paisajes
que no son lo que aparentan,
me
recuerdan a las personas.
El
único silencio que existe 
es el
sonido de la música.
Los
miedos están caricaturizados,
puedes
bailar con tus pesadillas,
abrazar
a tu enemigo,
incluso
amar la tristeza.
La
fealdad es maravillosa,
aquí
lo imperfecto es lo bello,
la
extravagancia es el aire que se respira,
te
embauca y jamás te abandona.
Las
nubes son palpables,
el
agua del mar un perfecto camino por el que transitar,
el sol
y la luna permanecen unidos,
cantando
jazz para dormir a los pájaros en sus nidos.
Las
montañas cambian de tamaño todos los días,
las
cigüeñas traen padres,
las
madres traen cigüeñas,
nuestro
color de piel es como el arco iris.
Los
monos portan pajarita,
las
tortugas mocasines,
las
jirafas diamantes
y los
tigres frac.
Un
mundo distinto,
donde
los conceptos no sirven de nada,
donde
lo aprendido debe ser desaprendido,
donde
los ojos no necesitan estar abiertos para ver.
Entiendo
perfectamente a Vladimir Kush, comprendo sus cuadros, cada uno de
ellos, su mundo irreal es el mundo en el que prefiere vivir y
mantener su mente, mientras está allí se encuentra a salvo. Yo
intento ser un buen huésped todos los días, intento evadirme y
desintegrarme y aparecer en ese abstracto mundo de Kush.
Lamentablemente, muchos de los días se me olvidan las llaves para
entrar a ese mundo de liberación, en el que el poder de la mente
vence a todo lo que se interpone ante su paso, entonces debo quedarme
en esta realidad que no deja que vuele y dibuje nubes en el mar, que
resucite a Michael Jackson y cantemos “black or white” con
un megáfono gigantesco desde el Everest, en esta realidad en la que
mis lágrimas no sólo son agua salada sino sueños y deseos que caen
sin importancia en pequeños charcos de agua sucia. Me encanta el
mundo de Kush y lo visitaré todos los días, pero es hora de crear
mi propio mundo, un mundo de rarezas incomprensibles para la gran
mayoría, un mundo por el cual me llamen loco y quieran encerrarme en
un manicomio, en ese manicomio en el que me obliguen a pensar lo que
me dicen, ver lo que ellos quieren que vea, dejar de sentir lo que
siento, pero no desistiré, sea donde sea, en la intención de crear
un mundo para mí y para todos aquellos que odian la seria, triste y
poco original realidad. Al final encontré esa llave que a menudo
perdía, tú no la busques más, pues jamás la encontrarás, no es
un objeto físico, no está al alcance de todos, la llave que buscas
es la creatividad de tu imaginación. Esa parte de ti que tanto
tiempo ha estado dormida, hibernando, esperando a que tú hagas
aparecer ese sol que la despierte, y que haga aparecer en tu espalda
unas alas que te lleven donde nadie pueda encontrarte...
Me
encanta este cuadro de Vladimir Kush, me identifico con él. Quiero
ser esa mariposa que al fin  consiga deshacerse del capullo, y
muestre sus bellos colores sin ningún temor, sin cadenas opresoras,
perfumando con su esencia al resto de personas que aun están dentro
de sus capullos, y que miran esos colores maravillados pero con miedo
a salir del placentero y confortable capullo. Gracias Kush por tu
arte, por tu esencia, por enseñarme el camino de adoquines azulados
por los que deshacerme de este apretado capullo que me dejaba sin
aire para imaginar.
Por discípulo de Maestro Sho-Hai...

 
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