martes, 28 de mayo de 2013

Respuestas sin preguntas.


Por qué, cuando miro atrás,
todas aquellas mujeres que,
de algún modo u otro
alguna vez he querido,
¿ella sobresale del resto?

Por qué, cuando miro atrás
y recuerdo mi primer beso,
o la primera vez que tuve sexo
¿Ninguna fue
contigo?

Tal vez me equivoque,
puede que el problema
sea que planteo la pregunta,
¿y si planteo respuestas?

Creo que, 
al no haber hecho nada con ella,
la he podido transformar,
metafísicamente hablando
en un ángel, puro y perfecto.

Y creo que engo miedo, 
que siempre lo he tenido,
a que ese estado
de pureza máxima
se pueda romper, y convertirla
sin querer, 
en una más de todas ellas.

Pero me doy cuenta de que,
por fin llegan las respuestas.
No hace falta preguntas,
sólo respuestas.

Cambiaría mil recuerdos
porque me hubiese
robado ese primer beso;
porque hubiese conocido
de sus manos
el placer del sexo.
Haber explorado con ella
el cuerpo de una mujer.
Sus pechos, sus caderas,
su húmedo coño resbalando
entre mis labios.

Y, sin embargo, puede
que muera sólo (o con alguien a mi lado)
pero que a ella jamás
la haya ni tan siquiera besado.
Y aún así,
nadie, nunca podrá decir,
que yo no la he amado.



Por Henry Borowsky...

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