jueves, 2 de mayo de 2013

Tiempo

 
Vivimos en el pasado, el presente nunca ha existido.

El presente es más fugaz que la luz, le supera infinitamente en velocidad. ¿Puedes decirme algo más rápido que la luz? Sí, el presente. Corre cuanto quieras, súbete a un Caza L-39, si es necesario, pero el presente se mofará de ti como una hiena de sí misma.

Cada parpadeo, mirada, paso, palabra, quedan atrás antes de exhalar una fracción de oxígeno.

El futuro huye del pasado al verle venir con sus dientes afilados de fiera depredadora y sin ningún tipo de compasión. El futuro es ficción, sólo real es el pasado, pues es de lo único que hay certeza científica.

De golpe y porrazo destruyo la división del tiempo. Nuestro presente, nuestro ahora, nuestro instante, deja de serlo en cuanto somos conscientes de él. Sólo hay algo más rápido que el presente y es el inconsciente. Sin embargo, el inconsciente es una cárcel de máxima seguridad, contadas veces, sobre todo privilegiados, pueden superar las barreras del inconsciente y apoderarse de algún material cuantiosamente valioso. De este modo, el presente sólo es válido en el inconsciente, por lo tanto, excepto para los eruditos, el presente es simbólico. Para mí, nunca ha existido, me hallo en un continuo pasado.

Como comentaba anteriormente, el futuro tampoco existe. Futuro es sinónimo de imaginación, únicamente nos cercioramos de su veracidad cuando ya ha ocurrido y, por lo tanto, es pasado.

Ahora me detengo y, una vez violada la concepción que tenemos sobre el tiempo, digo ¿de qué sirve dar forma al tiempo? Nos hemos empeñado en crear el segundo, el minuto, la hora, el día, el mes...Nos hemos concienciado en parir un horario, para que el ser humano tenga que dividir su tiempo, ordenar su vida y, así, dar lugar a nuestra amada rutina.

El tiempo es el mejor marketing de la historia. Con el tiempo se crearon los cumpleaños, los aniversarios de pareja, los santos, navidad, pascua, fin de año, otoño, invierno, primavera, verano...El dios Cronos es “muchimillonario” y su herencia ha sido fechas inventadas de las que requiere gastarse dinero, y no existe un día que no sea señalado.

El tiempo, junto con el dinero, son los hijos más productivos, e inútiles y autodestructivos, del demonio humano. Las personas dejaron escapar todo su valor propio, ahora el valor reside en el tiempo y el tiempo es dinero.

El único modo de exprimir la vida es borrando el tiempo de tu mente. La creación del tiempo nos obliga a no permitirnos estar tristes; a no malgastar el “tiempo” en pensar; nos dice “actúa, no me mal-utilices”, “sólo puedes ser feliz, ¿por qué estás furioso?”; evita que nos comprendamos en cada una de nuestras emociones, amenazándonos con nuestra muerte al decirnos “te queda poco amigo”... pero somos dueños de nuestra vida y tenemos potestad para desperdiciar el tiempo en rascarnos las pelotas, observar los afluentes que se forman en los ríos de nuestras lágrimas, regalar nuestro tiempo a cualquier desconocido... el tiempo quiere que nos centremos en las cosas buenas para, de este modo, no aprender de todo aquello que nos duele y que también forma parte de nosotros. El verdadero aprendizaje y la construcción del yo se fundamenta en todo aquello que nos escuece y el tiempo intenta arrebatárnoslo con su publicidad subliminal, tal como “carpe diem”, “¿vas a ser como esos parias que lloran?”, “cada minuto de tu vida debes ser positivo”. Miro al tiempo, con los ojos cerrados, y le digo “¡qué te jodan!”, no me privéis de mis momentos de soledad; de mis amargas tristezas; de mi odio al ser humano; de mi ira hacia al azar, que siempre se ceba con los mismos...ya podréis subiros a mi lomo en mis sonrisas; en los días que amo al homo sapiens; cuando mi felicidad me permite levitar y alzar el cuello por encima de las nubes; durante esos momentos en los que aun creo en las utopías. En mis momentos buenos acepto calcetín como animal de compañía, pero en los momentos malos sólo quiero a mis fieles.

La invención del tiempo nos ha hecho mutar en asustadizos rácanos. Corremos despavoridos intentando hurtar más y más tiempo, deseamos vivir eternamente, pero ¿a qué precio? El precio del tiempo es la agonía, pero ni siquiera nos ofrece el poder disfrutar de ese sufrimiento, pues...no hay tiempo....

P.D. Esta carta es imaginada, por lo tanto, pertenece al futuro, pero una vez leída, el pasado la engulle y se apropia de ella. Dos tiempos en uno, que en realidad son ninguno.

P.P.D. En mi inconsciente no existe el presente, pues allí he conseguido borrar la palabra “tiempo”, lástima que en mi consciencia no.

P.P.P.D. ¿Cuándo es tu cumpleaños? Nunca. ¿Cuándo naciste? Siempre he existido, al menos eso recuerdo. ¿A qué hora escribiste esta carta? Cuando escribo se para mi mundo, allí sólo existe el infinito, así que supongo que estás palabras vienen de mi infinito, de tu infinito, de nuestro infinito.

A mi reloj de arena
prometo no dar jamás la vuelta.
Yo soy mi reloj de arena
mi fundamental alegría mi sórdida condena.
Siempre hay hueco para uno más,
necesario es que te despojes de todo concepto
que fluyas y te dejes llevar.
Seré las agujas de tu reloj...un reloj que nunca te limitará.



             La persistencia de la memoria o los relojes blandos de Dalí. Él sabía a lo que me refiero.



Por discípulo de Maestro Sho-Hai.

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