miércoles, 28 de octubre de 2015

A veces escribo simplemente,

Hay una lágrima que no tiene dueño escondida en el pantalón de un niño que ya es anciano.

Hay un corazón roto en el fondo de un armario, porque ella no se atrevió a salir nunca.

Hay una armónica que ya no suena porque hubo unos labios que le prometieron amor eterno, y ahora son de otra.
Hay un colchón que no rechina.



Es de noche, y unos ojos buscan la estrella polar, inocentes.

Es de noche y suena una melodía que trae el viento, pero que nadie oye.

Es de noche y el frío se pega a una mano solitaria, que agarra un cartón de vino barato.

Es de noche en Madrid.



La bailarina sigue buscando alguien que la arranque de esa caja de música, para así dejar de dar vueltas.

El torero se ha convertido en bestia, y el toro en humano.

El soldado aprieta el gatillo contra el cráneo de su propio hijo.

El poeta escribe lo que sus lágrimas le cuentan, muriendo en sus labios.




Escrito para que alguien lea esto al otro lado, escrito porque dentro me hace daño,  escrito porque no. Porque no.



Carlos Pelerowski

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