martes, 11 de diciembre de 2012

I'm lost in the world

¡Grítame!¡Insúltame!
Derriba la puerta, que tras ella estoy preso.
¡Bésame! ¡Mátame!
Es la última imagen que quiero poseer.

Mujeres, ya no quiero vuestro amor.
Dejadme morir sólo.
No consigo complacer mi corazón,
¿Cómo lograré satisfacer otro?

Atrapado en una mente sin fuerzas,
en un cuerpo derrotado,
en una ciudad que no me importa,
con un alma impotente, que respira para seguir doliéndome.

Lluvia, ¡trágame!,
transfórmame en agua
y déjame fluir sin dirección.
¡Trágame! llévame contigo.

Desilusión, reflejan mis ojos.
Cansado de no amar como quiero.
Me quema la piel por no cumplir mis deseos.
I'm lost in the world.

Vago sin mirar las calles, ni sus gentes,
no tengo destino, nací sin él.
Exterminé todos mis propósitos.
Vivo muerto, no conozco otra forma de vivir.

Perdido, me siento perdido.
Horas confusas...deambulo en un déjà vu constante.
Vomité el poco amor que me quedaba.
Me siento perdido en esta ciudad de humo.

Mentiras que no me consuelan,
llaves que no abren puertas,
con sentimientos entre las manos voy...
...perdido en el mundo.

I'm lost in the world, grito en voz alta.
I'm lost in the world, escucho en voz baja.
I'm lost in the world, chillo en mi último aliento.
I'm lost in the world, responde el mundo entero.

  
Por discípulo de Maestro Sho-Hai...

jueves, 6 de diciembre de 2012

Ben "Steelhands" Johnson


Con 38 años, Ben “steelhands” Johnson se enfrentaba a su último combate. Con un palmarés de 69 victorias (32 de ellas por K.O.) y 41 derrotas sabía que su cuerpo no daba para más.
Hubo un tiempo en el que se habló de él en los medios. En el que los focos centraban siempre su atención en aquella impresionante mole de músculos. Estuvo a punto de luchar por e Campeonato Mundial de los Pesos Pesados. Tenía 24 años y un palmarés de 19 victorias (17 por K.O.) y sólo dos derrotas. Además, llevaba una racha de 14 victorias por K.O. en menos de 5 asaltos. Sus puños eran como los del hombre de acero de los cómics, Clark Kent. Pero un positivo en cocaína le impidió luchar por el título y estar dos años sin poder subirse a un ring. Ya nunca sería el mismo.

Antes del combate se miró en el espejo. Un cuerpo musculado, lleno de cicatrices. Se había roto contando el total más de 23 costillas, 2 veces la mano derecha, una vez la izquierda, todos los metacarpios al menos una vez y la nariz cinco o seis veces. Además, lo que esnifaba casi a diario no ayudaba a que el tabique volviese a ser recto. Sus cejas, repletas de cicatrices de haberle puesto puntos y grapas, y su boca levementa sin sensibilidad en el lado derecho. Podría decirse que no era muy agraciado. Con 1,92m y 109 kilos de peso, sabía cual podía ser su futuro. Portero de discoteca o matón a sueldo. Como mucho, guardaespaldas. Y él no quería eso.

Por todo ello, había tomado una triste decisión. Amañaría el combate. En un deporte donde el honor lo es todo, él estaba a punto de perderlo por un puñado de dólares. Daría el golpe y se iría a alguna isla a vivir la vida. Tal vez Hawaii.

Para ello, fue a ver al mafioso local. Un hombre casi anciano podrido de dinero al que todos llamaban Tony el viejo. La idea era sencilla. Lucharía contra un pipiolo cuyo palmarés era de dos combates, dos derrotas por K.O. Todo el mundo apostaría a favor de Ben y Tony se llevaría todo el dinero cuando Ben besara la lona. En el cuarto asalto.

Después de mirarse al espejo, salió hacia el ring. Sonaba una bella canción que él mismo había elegido, Summer 78, de Yann Tiersen. Poca gente lo sabía, pero Ben era un hombre culto. Adoraba la música y la lectura, aunque después de recibir tantos golpes en la cabeza sentía que cada vez le era más difícil prestar atención a las páginas de un libro. En cambio  la música, lograba amansarle. Como a las bestias. La gente estaba enloquecida, chillaron cuando salió tapado con su albornoz. Puso un pie en el ring, y subió.

Hubo un tiempo en el que Ben estuvo enamorado. Una joven llamada Charlotte, que trabajaba cerca del gimnasio dónde él entrenaba. Pero constantes problemas con la policía y la droga había terminado por acabar alejándose de él. Lo mismo que el viejo Bill, su entrenador del que tanto había aprendido. Ahora no le quedaba nada a lo que aferrarse a este mundo. Sólo golpear y golpear, y levantarse cada vez que le golpeasen a él. Así había sido su vida.

El combate empezó. Ben llevaba el control. De vez en cuando dejaba que aquel escuálido le diese algún golpe que otro. Para hacerlo más real. Tony el viejo, rodeado de dos guardaespaldas, veía el combate con un gesto de triunfo.

La vida de Ben siempre había estado marcada por la dureza. Su padre era un borracho que le pegaba día sí, día también. Su madre los había abandonado cansada de tantas palizas. En el colegio, los niños se reían de él porque no tenía demasiado dinero. Pero Ben siempre ganaba todas las peleas. Fue así como el viejo Bill lo descubrió un día, peleándose con 13 años contra niños de 16 en un descampado. Los tumbó a todos. Su aplomo era inaudito, un diamante en bruto. Con 18 años ganó su primer combate, y sólo las escapadas nocturnas que hacía para ir a beber y filtrear con prostitutas le impedían ser mejor de lo que era. Pero Bill siempre supo que si Ben hubiese querido, habría sido uno de los grandes de este deporte.

Segundo asalto, la gente empezaba a quejarse. Ben decidió dar un par de golpes al niñato, para calmar las ansias de sangre del público. El pipiolo casi se cae. Vaya blando, pensó Ben.

Así, con 21 años fue el día que tumbó a su padre. Él llegaba borracho, y la tomó con Ben. Pero Ben estaba harto. Le noqueó de dos golpes y lo dejó tirado en el salón. Nunca más volvió a pisar esa casa.

Tercer asalto. Sólo quedaba uno para el final. Ben seguía recordando su vida. El momento en el que perdió a Bill, llegando borracho y metido hasta las cejas a un combate. Perdió en un asalto. Bill empezó a llorar, se marchó sin decir nada y cerró su gimnasio para siempre. La fe le había abandonado. Cuando perdió a Charlotte, fue la noche que la golpeó. Ben jamás había pegado a una mujer, y nunca lo volvió a hacer, pero esa noche también se había metido de todo. A la mañana siguiente, Charlotte había hecho sus maletas y se había ido.

Cuando llegó el cuarto asalto, Ben se dio cuenta por fin de la realidad. Solo le quedaba el honor en su vida, y no estaba dispuesto a perderlo. De pronto empezó a golpear al pipiolo sin dejarle respirar. Un gancho de izquierda, uno de derecha. Un uno-dos. Y otro. El pipiolo besó la lona inconsciente. Ben había ganado su último combate.

3 horas después del combate, Ben estaba atado a una silla en un viejo almacén. Le estaban golpeando los dos guardaespaldas de Tony, un golpe tras otro. Era la mayor paliza de su vida, en ningún ring le habían dado semejantes golpes. Después, sacaron una sierra y le amputaron las dos manos. Mientras se desangraba como un cerdo, Ben sonreía. Sabía que el viejo Bill y Charlotte habrían estado orgullosos de él. Incluso su padre habría estallado en lágrimas. Se estaba muriendo, pero conservaba en honor del boxeador intacto. Puños de acero jamás volvería a cerrarlos.


Por Henry Borowsky...

miércoles, 21 de noviembre de 2012

Miedo.

Tienes miedo a olvidar como se ama.
Yo tengo miedo a olvidarte.
No recuerdo nada de aquel día,
sólo tu mirada, tus inmensos ojos
posándose en los míos.

Aquella noche mágica en la que dejamos
de ser niños.

A lo lejos alguien canta.


Tienes miedo a la muerte.
Yo tengo miedo a la vida.
Te quiero, y eso me aleja de ti.
Cada letra que te escribo es una herida,
Cada verso que rimo, 
una cicatriz en el alma,

A lo lejos la lluvia golpea un cristal.

Tienes miedo a que no te quieran.
Yo ya no temo a nada.
Sólo unir nuestros labios,
es lo único que deseo,
y simplemente con ese gesto,
tu tampoco temerás nada.

A lo lejos, estás tú.


Aquí, a mi lado, se posa una mariposa.
Allí, al tuyo, de repente una brisa golpea tu rostro.
No sabes porqué es.
Pero el batir de las alas de mi acompañante nocturna
ha llegado a tu lado, y te envía, de mi parte,
un simple y sincero te quiero.




Por Henry Borowsky...

martes, 30 de octubre de 2012

Murallas

Aquella niña no entendía nada de la vida. Ella, con su prepotencia como escudo, intentaba destrozar a todo aquel que se interpusiera en su camino, nadie podía debatir su opinión. Su juventud le proporcionaba una garra sin igual, pero su corazón no podía aguantar mucho tiempo aquella falacia en la que vivía. Sus ojos, propios de los escandinavos, no podían soportar unas lágrimas que pesaban toneladas, de tantas veces que las había retenido, de tantas batallas, no importaba si perdidas o ganadas, no dejaban de ser dolorosas batallas.

Un día se dio de bruces contra su espejo, y vio aquello que no quería ver. Se derrumbó como la niña que era, una niña que había querido ser adulta antes de tiempo, sin saber que los adultos son niños con barba y tetas. Lloró y lloró hasta deshacerse del disfraz que tantos disgustos le había dado.

Comenzó a despreocuparse por las cosas, a no dar importancia a las minucias que nos rodean. Rompió con todos los prejuicios establecidos por una podrida sociedad, amó a cada ser humano sin importar su pasado, su presente o, mucho menos, su futuro. Se enamoró del arte, no sólo de la pintura o de la escultura, sino del arte olvidado que hay en cada rincón del planeta, un arte que no necesita ser visto, que no reclama la atención de nadie, únicamente necesita estar ahí, llenando de energía a la avispada mente que logra encontrarlo.

Aunque Nerea se sentía algo mejor, incluso a veces le dolía la mandíbula de tanto reír, algo no funcionaba bien. Ella había cambiado, era más abierta, no creaba murallas a su alrededor que le protegieran de nada, se mantenía a corazón descubierto. Se dio cuenta que la gente sí crea fronteras, son invisibles pero prácticamente impenetrables. La gente por la calle con sus fronteras bien decoradas, perfectamente personalizadas, que les impiden ver tras ellas. No ven al mendigo, con su harapienta ropa y famélico cuerpo, pidiéndoles algo de limosna. Estas personas miran en su dirección, miran al mendigo, pero no lo ven, pues entre mirar y ver hay un sendero tremendamete largo. Esta gente mira y actúa con los mendigos igual que con las mierdas de los perros, los esquivan para evitar pisarlos y siguen su camino sin mirar atrás.

Millones de personas en sus propias burbujas, con los ojos vendados, que temen mostrar que son especiales. Se conforman con ser como los demás, quieren ser normales. Nerea odiaba a las personas normales. Ella había vivido muchos años en el edificio de la normalidad, en la puerta de la infelicidad, y sabía, mejor que nadie, que si pretendes ser normal estás abocado a ser otra persona, no tú mismo, ni siquiera lo que te gustaría ser, destinado a derramar lágrimas a escondidas.

Nerea estaba furiosa con el mundo, porque la gente se contenta con muy poco, se limitan a rehuir de todo aquello que les puede causar dolor, huyen de las personas, no quieren darles amor. Todo el mundo sabe que amar duele, pero no amar mata, y el mundo se está consumiendo por los cobardes que lo cohabitan...y, lo que es aún peor, exterminando a los pocos valientes que se enfrentan a la vida a pecho descubierto.

Nerea se había desnudado en alma, y, excepto por algunos buenos momentos, seguía saboreando en sus labios la miel del dolor, pero sabía que ese era el único camino de alcanzar una felicidad que nos venden tan barata que parece realmente sencillo mantenerla en el tiempo, pero que, cuándo te quieres dar cuenta, los impuestos que debes pagar por seguir disfrutando de ella te conducen a pensamientos nauseabundos.

Uno de los mensajes del diario de Nerea decía:

                                     Merece la pena sufrir con el corazón en la mano,
                                     enseñándole al mundo que no me voy a rendir,
                                     por muchas putadas que me haga,
                                     no dejaré de mostrar las bonitas rarezas de mi alma.
                                     Quiero amar sin fronteras,
                                     sin las limitaciones establecidas,
                                     mi amor no se puede encarcelar,
                                     debe flotar libre, como las ideas de Dalí.

Por discípulo de Maestro Sho-Hai...

miércoles, 10 de octubre de 2012

Vaginas voladoras

Me sobresalté. Coños voladores me rodeaban. Me apetecía comérmelos todos, no dejar ninguno sin lamer. Los había de todos los tipos imaginables, bien rasurados y apetecibles; cerraditos y rosados; gruesos como para albergar una ciudad entera; abiertos, tan abiertos que podía verse el agujero del culo tras él; con mucho pelo y malolientes, aun así me apetecía comérmelo; arrugados; suaves; negros; vírgenes...
Estaban cerca de mí, pero a imposible alcance, pues no dejaban de revolotear de un lado hacia otro y de nuevo al lugar de inicio, con esas alas sin plumas. Hablaban entre ellos, en un lenguaje extraño, muy fino, con un exquisito timbre de voz. Creo que querían decirme algo, pero no entendía tales mensajes. Cierto es, que tampoco me esmeraba mucho por comprenderlo.
Estaba demasiado excitado. Mi pene daba saltos de júbilo, intentando introducirse en alguna de aquellas madrigueras y poder sentir su calor, un inigualable, y placentero, calor. Esa desmedida excitación me impedía razonar, escuchar, casi muero de lo dura que la tenía, no llegaba sangre a otro lugar de mi cuerpo, incluso se me olvidó respirar...¡vaya coños!
Me sentía en el paraíso, y los coños eran la fruta prohibida, ¡joder yo quiero esas manzanas!, degustar esas vaginas del pecado.
Tras un tiempo, cuando me habitué a estar rodeado de coños, empecé a comprender lo que me querían decir esas almas voladoras. Primero sus voces aparecían en un tono muy liviano, poco a poco fue aumentando el volumen y, al final, aquellos mensajes resonaban en mi mente. No dejaba de dolerme la cabeza, empecé a sangrar por los ojos, les aparecieron dientes a aquellos coños y querían morderme la polla, ¡estaba cagado de miedo!. Repetían una y otra vez “no nos prestas atención”, “no te importamos”, “no nos escuchas”, “sólo nos utilizas”... grité “¡Basta” y me desperté, sudando. Miré a mi derecha, una japonesa me miraba. Parecía enfadada, como si me hubiese estado hablando de algo importante y me hubiese quedado dormido.
Me levanté y me dirigí al servicio. Me mojé la cara, me miré en el espejo, sí estaba bien peinado, y me bajé los pantalones a ver si mi pene seguía allí. Regresé a la cama, creo que la japonesa estaba más molesta que antes, cogió fuerzas para hablarme, quizás gritarme, antes de que dijese nada le tapé la boca con la mano y le comí el coño... 

Por discípulo de Maestro Sho-Hai... 

Inspirado por "Lejanía" de Borowsky


En el camino cayeron amigos, supongo que si cayeron no merecían tal nombre. La culpa quizás fue mía, tal vez, de ellos, seguro de ambos. Creo que la amistad es no temer demostrar tu amor. Despistar a la vergüenza, que siempre espera tras las esquinas, y comunicarle a tu buen compañero que le quieres, con un mensaje extraído de las mismas entrañas. Si piensas que estás dando demasiado en la relación y que la otra persona no equilibra esa balanza, pueden ocurrir dos cosas. La primera es que dejes de mandarle tu amor y que la amistad se marchite. La segunda, es que seas consciente de ese suceso y continúes depositando gramo a gramo tus sentimientos en ese fiel escudero, sin importar balanzas, sin pensar en la ecuanimidad...
He perdido a muchas personas que siempre guardaré, en pequeños pedazos, en mi espíritu. Serán siempre recordados. Con el paso de los años serán recuerdos cada vez más borrosos, aun así, los llevaré conmigo.
Muchas otras personas, innumerables diría, pasarán sin pena ni gloria por mi cabeza. No les habré hecho hueco en mi corazón, ni siquiera les habré abierto las puertas para que vean los hermoso que hay dentro, reservado para mis privilegiados. Serán como la canción del verano, rápidamente olvidados.
Sin embargo, unos pocos, quizás contados con una mano, a la que le faltan dedos, compondrán mi alma, cada uno de ellos sujetándola para que no se rompa.
He tardado en darme cuenta que mostrar tu cariño a una persona a la que aprecias no es motivo de vergüenza u orgullo, no debes esperar a que te llame o se interese por ti si lo que quieres y necesitas es escuchar su voz. Siempre he esperado a que se interesen por mí, haciéndome el duro, como si fuese de hielo.
Ahora disfruto de mis amistades mostrándoles todo mi interés, todo mi amor, sin esperar nada a cambio, pues soy feliz con el simple hecho de vaciar este cariño que rezuma en mi interior y que si no lo expulso se pudre y entonces lloro, a solas, agarrados de la cintura mi orgullo y yo, maldiciéndolo, maldiciéndome...

P.D. A mis amigos. Esas personas con las que me gustaría vivir en el cielo, con las que desearía vivir en el infierno. Personas con las que hay tal conexión que haría explotar cualquier circuito eléctrico. No sois hermanos de sangre, pero sí de corazón, no de apellidos, pero sí de esencia, no tenemos la misma familia, pero sois mi familia. Personas que cuando esté en el lecho de muerte, minutos antes de cerrar los ojos por última vez, recuerde todas nuestras aventuras y muera con una sonrisa que desprenda paz...pensando “¡gracias hijos de puta!”.

                                                                      Maribel Piñero Seco

Por discípulo de Maestro Sho-Hai...

jueves, 4 de octubre de 2012

Lejanía...


6:04 A.M. Hora portuguesa. En mi tierra, en mi casa, una hora más tarde. Acabo de llegar de fiesta, pero hace un minuto yacía tendido sobre el césped mojado. Era el campus de la Faculdade de Economía. La traducción es fácil. Y es que vivo justo enfrente de dicha facultad. A escasos 5 metros. Llegué de fiesta y necesitaba tumbarme en el suelo, y que mejor sitio que el césped. Levanté los ojos y vi estrellas. Increíble. Una ciudad dónde se ve el firmamento. Lo que menos me dejaba ver era la Luna, una luna creciente que pronto alcanzará su plenitud, aunque igual de rápido desaparecerá, como las tristezas y alegrías de la vida. Pude ver multitud de estrellas, y decidí ver más allá. Eché la cabeza para atrás y allí estaban esos árboles. Dos majestuosos cipreses, altos como ninguno, le enseñaban a mi vista el camino que debía tomar. A sus lados, unos robles le flanqueaban. Ahora entendía todo. El olor no es el mismo. La gente no es la misma. El idioma incluso es distinto. Estoy en otro país, con otra gente, con otras ideas. Pero poco a poco tendré que adaptarme, que sobrevivir como siempre he hecho. Y sé que al final conseguiré algo parecido a la felicidad. Aunque no olvido que aquí llegué solo, y me marcharé solo, y que esta experiencia es únicamente mía, y a los demás, obejtiamente, que les jodan. Podrán salir conmigo, a algunos los llamaré amigos, pero sé que no serán como mis verdaderos amigos. Echo de menos al señor Kerouac, al señor Stankowsk, al señor Gil-Ribera  y al señor Argüello, pero sé que pronto les veré y todo será igual. Aunque hayamos crecido como personas en otros países, en trabajos nuevos, o masturbándonos de manera distinta, en el fondo seremos los mismos fracasados de siempre. Y, ¿Saben qué? Me encanta…




Por Henry Borowsky...

Renacimiento

Mi mente al fin despertó, ahora no me reconozco, no entiendo lo que hago, lo que pienso...y me siento genial. Vago en el sinsentido de la incomprensión. He dejado de razonar, porque se razona para buscar la verdad, pero la verdad no existe, cada uno tiene la suya, ¡mi verdad es la mentira!. Las ideas fluyen sin ningún entendimiento en la oscuridad de mis ojos cerrados, puedo observarlas, pero no capturarlas, hablar con ellas, pero no memorizarlas, aproximarme, pero no acariciarlas.
He abandonado el mundo de los mortales, las penas y fantasías son mi nuevo hogar, mi fuente de energía, mi elixir de sabiduría abstracta. No quiero más realidad, no quiero ver las cosas como aparentan ser, sólo quiero la esencia de sus sombras, pues la sombra de una persona nunca miente, es tan leal a su dueño que llora mientras éste sonríe, liberando al dueño de cualquier tristeza.
Estoy abierto a las sorpresas, abierto sin mirar qué es lo que me espera, como una prostituta que mira hacia el techo sin mirar cómo la tiene el gordo sudoroso de su cliente. No quiero planes, voy a matar cualquier tipo de organización, ahora gozo con el caos, acabar con los horarios establecidos, necesito violar sin sentimientos y de forma salvaje a la rutina, que cada momento sea un regalo inesperado, que me excite de tal modo que se me erice el corazón y mi pene escupa fuego.
He dejado de escribir lo que pienso, de dibujar lo que imagino, mi mano ha tomado el control, patina sobre libertad.
Quizás parezca el de siempre...cuánto se equivoca el que piensa eso, pero el cambio sólo es apto para el ojo sensible. No he madurado, ni soy mejor persona, ni más atractivo, ni siquiera más inteligente...simplemente he renacido. Ahora tengo un cerebro distinto, me permite ver cosas hermosas en lugares horribles a simple vista, amar aquello que duele, reconstruir el mundo a mi antojo, donde las únicas leyes que mandan son las de mi capacidad de imaginación.
El miedo a morir sólo hace que ya estés muerto. Una vez he besado mi calavera y orinado sobre ella, me he dado cuenta que no mordía. Ahora lloro y disfruto con mi calavera colgada al cuello con sumo orgullo, como las cabelleras, cortadas a sus enemigos, para los indios...

 
Cualquier persona puede renacer, pero no todo el mundo lo hace. Aquellos que mueren para volver a crearse no lo hacen del mismo modo, cada uno toma su camino, este ha sido el mio, pero hay otros como el de Kase O. 

 
Por discípulo de Maestro Sho-Hai... 

miércoles, 3 de octubre de 2012

28 de septiembre, día de lluvia


Me gusta la lluvia, me encanta ver las lágrimas del cielo, saber que hay tristeza en otros corazones como en el mio. Me gustan las nubes grises y espesas que invaden el cielo cuando llueve. El ruido de las gotas chocando contra el asfalto, invitándote a la paz. El flash de los rayos y el posterior sonido retumbante. Magia sin igual la de la luz, llega siempre antes que cualquiera, nunca espera a su hermano el sonido.
El placer de sentir la lluvia correteando por tu piel, sin dirección fija, en un simple y a la vez complejo orden aleatorio, en ese momento me siento importante. En ese día mañanero que de pronto se ha convertido en noche de fuegos artificiales, donde mirar hacia arriba te conduce a recuerdos que parecían ya olvidados.
Al igual que a las plantas les viene bien la lluvia, a mi sonrisa le ocurre lo mismo, con la lluvia siempre aparece, como los caracoles.
Cierto es que la lluvia se caracteriza por ser triste, porque tiene el poder de acabar con los colores vivos, el ambiente se tiñe de oscuras tonalidades, no por ello menos majestuosas. Aun así, hay que admitir que la lluvia es arte, como las lágrimas de una niña, belleza en estado puro.
Me atrae esa nostalgia que produce la lluvia, parece una película en blanco y negro, con su banda sonora de zapatos chapoteando negros y resplandecientes charcos; el viento batallando con las fatigadas ramas de los árboles, adelantando el otoño, haciendo que las hojas planeen zigzagueantes hasta el mojado suelo, hipnotizadas por la música de un violinista; las olas enfurecidas intentando invadir terreno no conquistado...una verdadera delicia para los oídos.
Es inconfundible el olor a lluvia, ese olor a la fresca nada, purifica los pulmones y revitaliza el alma. Transportándote a la montaña más alta, en el silencio de tu mente, con la panorámica de la memoria de tu corazón.
Miro hacia la calle y veo oscuridad, miro los edificios y todas aquellas luces encendidas tras las ventanas, parecen enormes luciérnagas.
Me ilusiona pensar que la lluvia no tiene nada que ver con el clima, yo siempre creo que es una tregua entre cielo e infierno, donde los ángeles lloran y expresan su ira con relámpagos y fuertes tempestades, mientras que los demonios, que también lloran, zarandean el mar con rabia, desahogando sus penas, y oscurecen las calles, aterrorizando a los seres vivientes...


Por discípulo de Maestro Sho-Hai...

domingo, 30 de septiembre de 2012

Transnochado.


De nuevo apareció Henry. Eran altas horas de la madrugada, y después de deambular por varios bares llegó a uno que nunca había vito. McGregor´s, se llamaba. ¿Tal vez uno de esos cientos de pubs irlandeses que afloran últimamente? Su cabeza le pedía otra cerveza. Su hígado volver a casa. Una vez más la cabeza fue quien ganó el combate. Su alma, el punch-ball que seguiría recibiendo golpes hasta resquebrajarse por fin. Entró. Era un tugurio. Poca luz y menos gente todavía. Se sentó en una silla y pidió una cerveza. El camarero le miró como pensando “  hijo de puta, si me la lías te abro la cabeza sin dudarlo”.  Henry miró a su alrededor. Un viejo tuerto bebía solitario. De su cuenca vacía parecía brotar una lágrima. Aunque era imposible. También había un hombre de unos 40 años al que le faltaban algunos dientes. Ropa vieja, brazos desgastados. Exyonqui, fue su veredicto. Y más alejada, en un rincón se encontraba una mujer de unos 30 años. Él la miró, y sonrió. Ella también sonrió y fue hacia el baño. Le hizo un gesto: “ Sígueme”. Henry no lo dudó y la siguió. El baño estaba realmente sucio, pero no importaba. Ella le desabrochó los pantalones y se introdujo el pene en su boca. Henry parecía estar en el paraíso. Luego ella se dio la vuelta y le dijo: “ Por detrás”. Henry hizo caso, y la metió con furia…

Bianca estaba cansada. Eran las 4 de la madrugada y no había tenido más que un par de clientes. Así que decidió ir al McGregor´s a tomarse algo. Era un local andrajoso, pero al menos ahí no era juzgada. Cuando llevaba unos diez minutos apareció un borracho. Pero era atractivo y a ella le gustaba. Le hizo un gesto y ambos fueron al baño. Allí, después de ponérsela dura, quiso ser penetrada. Y lo consiguió…

Cuando ella se fue, Henry se dio cuenta de todo. Un transexual. Salió del baño sin saber que hacer, ni mucho menos que decir. El tuerto ahora no paraba de reír, y el yonqui se había esfumado. El camarero se acercó y le dijo:
-Son 35 euros.
-¿Por una cerveza? ¿Qué clase de precio es este?
-La cerveza son 2 euros. Pero lo del baño no es gratis, amigo.
-No llevo tanto dinero encima, lo siento.
-Pues es un problema caballero.

Acto seguido apareció un gorila, que sin decir nada abofeteó a Henry. Él estaba ebrio y no lo esperaba, asi que se dio de bruces contra el suelo. Le sangraba la nariz. Las lágrimas le impedían ver bien, pero logró ver a Bianca con una sonrisa maliciosa. No entendía que había pasado. De nuevo volvía a ser un perdedor. El boxeador que besa la lona. Mientras se fue como pudo del bar,  las lágrimas se sucedían una y otra vez. De fondo, la risa del anciano tuerto se hacía un eco interminable, que duraría una noche, y otra, y otra…




Por Henry Borowsky...

viernes, 28 de septiembre de 2012

Guillotina


Rodaron cabezas, cabezas sin cerebro. Giraron dos o tres veces, formando tirabuzones en el aire, hasta que cayeron por las escaleras. Uno, dos, tres...siete escalones de madera, sin rastro de sangre. Cabezas huecas, pero sonrientes. Resplandecientes mariposas se posan en aquellas cabezas, cuyos ojos mantienen vivo a un ser humano, ojos brillantes de ilusión, una ilusión que parece tener fuerzas para no apagarse nunca, haciendo digno lo que el vacío cerebro no pudo hacer jamás.
Vuelven a rodar cabezas, esta vez con cerebro. Cabezas que chocan sin gracia contra el suelo, dejando escapar ideas, sentimientos y hasta el último rastro de conocimiento. Las cabezas caen violentamente por los siete escalones, quedando, al final, la cara boca arriba, con un aspecto infernal, ni siquiera las moscas quieren aproximarse, ni los necrófagos buitres degustar esa triste carne. Los ojos de esas caras muestran las más grandes atrocidades, ojos de cuervo, ojos no bienvenidos en el paraíso, ojos sin música, ojos con la única esperanza de no seguir viviendo. Ojos con un mensaje grabado “la inteligencia duele”.


Por discípulo de Maestro Sho-Hai... 

Cuando la noche llega el silencio te atrapa

Peter quiere cereales, pero sólo hay pan de ayer, duro pan de ayer para hacer tostadas. Peter quiere mermelada para untar en las tostadas, pero no queda, únicamente una pequeña cucharada de mantequilla para los cinco miembros de la familia. Peter quiere tomar zumo de naranjas recién exprimidas, su madre le comenta que sólo queda amargo café. Peter quiere unas Jordan en sus pies, como los niños de su clase, su madre le dice que en Cáritas no hay esa clase de zapatos. Peter no quiere compartir cama con su hermano menor, pero no hay más habitaciones, ni camas libres. Peter quiere ir al colegio en bus con sus compañeros y no tener que caminar un kilómetro y medio todos los días, pero en casa no hay dinero para pagar el transporte escolar, ni para un coche, ni para una vieja y oxidada bicicleta. Peter quiere ir a la peluquería y no tener que raparse la cabeza en casa, su hermana siempre le deja trasquilones. Peter quiere a Mel, una chica de su clase, pero a Mel Peter le repugna, dice que huele mal y viste con ropa andrajosa, le llaman el niño vagabundo. Peter quiere dejar de ser pobre, a esa cuestión su madre no le puede responder nada...
Peter llora cada tarde cuando regresa a casa, su madre siempre le arropa y le canta canciones, canciones de un futuro mejor. Su hermana mayor juega con él para levantarle el ánimo. Su hermano pequeño, le besa una y otra vez, y le llama “héroe”. Su padre le sube en sus hombros y galopa como un caballo, entonces Peter ríe a grandes carcajadas. El sonido de la risa de Peter es maravillosa, resuena en un si bemol perfecto. Los vecinos escuchan todos los días, a la misma hora, esas risas y piensan “¡Oh!¡Qué familia tan feliz!”.
Sin embargo, la noche llega, irremediablemente siempre llega y trae consigo el silencio. Hay que estar preparado para soportar el silencio, innumerables personas han muerto tras volverse lunáticos en las largas y silenciosas noches. El silencio te hace pensar, hurgar en el baúl prohibido, no te deja distraerte. Mientras estás rodeado de la muchedumbre no alcanzas a poner en orden tus ideas, sin embargo, con el silencio, es imposible no hacerlo y revolcarte en tu oscura intimidad.
El hermano pequeño de Peter, Julian, aguanta perfectamente las noches y el silencio, pues aun no es consciente de la realidad. Julian sueña despierto, no necesita dormir para hacerlo. Cuando no comprendes las consecuencias de la pobreza puedes divertirte con ella con suma facilidad, eso es lo que hace Julian día y noche, con atronadores ruidos o en el inmutable silencio, moldea el concepto de pobreza hasta convertirlo en ridículo e inofensivo.
Las noches para Peter son la antesala de las pesadillas, incluso a veces peores que las propias pesadillas. Suele agarrarse fuerte al edredón con una mano y con la otra coge a Julian, que duerme con él, de la mano. Peter tirita de miedo en ese profundo silencio, por lo mal que lo pasa durante el día, sólo le queda la esperanza de rezar para que mañana sea mejor, pero Dios tiene demasiado trabajo...
Sam, la hermana mayor de Peter, duerme en la misma habitación que sus hermanos, pero en otra cama. Los hermanos de Sam están cerca suya, pero la noche los aleja a millares de kilómetros. El silencio oprime a Sam, la encarcela entre cuatro paredes de duro ladrillo, únicamente dejándola una salida, trepar por las paredes, pues no hay techo. Las paredes miden diez metros de altura, por cada metro la esperanza de salir de aquella prisión se hace más pequeña. El haber una salida y la esperanza de poder escapar, pero siendo consciente de su imposibilidad, es una tremenda crueldad, es morir asfixiado lentamente. Los tristes pensamientos de Sam retumban cada día en aquellas gruesas paredes, esperando poder salir de esa cárcel de ladrillo o simplemente esperando que se apague el último rayo de esperanza. Sam odia las noches y sus silencios, pues le hacen revivir el día, obviado por el ruido diurno, que evita la tormentosa consciencia.
Los padres de Peter apenas duermen por las noches. Cuando cierran la puerta de su habitación se quitan la máscara que portan durante el día. Tras esa careta aparecen caras que asustarían a Caín, caras erosionadas por el derrame continuado de las lágrimas nocturnas. Sus ojos apagados, por las penas que sufren pensando en lo desgraciados que son, en su poca fortuna, en el futuro de sus hijos. Ellos se mienten con la idea de que con el amor basta para ser feliz. Los padres de Peter se abrazan fuerte, sin el valor de mirarse a los ojos y verse reflejados a ellos mismos. Duermen muy poco, lo justo para recuperar las fuerzas que menguan a cada minuto, fuerzas necesarias para soportar otro terrible día y la posterior muerte del día...la noche.
El sol aparece con sus rayos invasores y desagradables, atraviesan los cristales y despiertan sin piedad a Peter y su familia. Todos abren los ojos a la vez, excepto Julian que continúa saboreando los dulces sueños de la inopia. El resto de miembros de la familia se quedan tumbados unos minutos, en sus respectivas camas. Apenas respiran, no hablan, se mantienen rígidos, evitando acariciar el aire, intentando alargar el momento de levantarse y disfrutar de un nuevo, aunque siempre el mismo, horrible día.
Bajan a desayunar con sus sonrisas del infierno, menos Julian que sonríe con auténtica felicidad. El esfuerzo de combatir la dureza de sus vidas es una carga pesada en demasía, no obstante, la apariencia de Peter y su familia es de alegría desbordante, forman una bonita postal, cinco risueños católicos en una mañana soleada.
Cuando Julian comprenda la situación de su familia y esa sonrisa permanente comience a cansarse y a formar una desfigurada cara triste, entonces Julian empezará a temer las noches y sus silencios. Pronto llegará este momento, la familia de Peter, y él mismo, no soportarán que otro miembro profundice en las telarañas del apocalipsis mental.
Una familia que sólo puede esperar un milagro, un enorme golpe de suerte que cambie la situación, esa familia está abocada a consumirse lenta y dolorosamente. Mas, siempre queda la opción de vender el alma al diablo, a cambio de una felicidad pasajera. Los padres de Peter los pensaban todas las noches, mientras acariciaban con dulzura sus crucifijos y rezaban para no caer en la tentación.
George, el padre de Peter, tras besar la frente de sus tres hijos y practicar sexo con su mujer, por última vez, fue un coito entre lágrimas y furia, donde las blasfemias apunto estuvieron de romper los ventanales y donde George descargó todo lo que le quedaba, quedó vacío encima de Clare, su mujer.
George se despidió de su catolicismo y pactó con el diablo la felicidad de su familia. Claro está que no habría un beneficio sin un perjuicio. La parte negativa del trato decidió asumirla unilateralmente George, mientras Peter, Julian, Sam y Clare vivieran felices el resto de sus vidas. George tuvo que cargar con la tristeza de toda su familia. Toda esa tristeza, ira, oscuridad se concentró en su cuerpo, bloqueaba mente y cuerpo, impedía obedecer sus deseos. Se convirtió en un muerto viviente, sin lágrimas, sin expresión alguna, se limitaba a sentarse en una silla de cara a la pared, sin hablar, sin comer.
Al cabo de una semana George había envejecido veinte años, vagaba a duras penas por la casa, sin mirarse al espejo, mejor que no lo hiciese, no reconocería ese raquítico cuerpo. A las dos semanas George era un anciano que no controlaba sus esfínteres, al que le costaba recordar a su familia, creía vivir, si a eso se le podía llamar vivir, entre desconocidos. Había olvidado el motivo de su enorme sacrificio, ¿de qué había servido pues todo aquel sufrimiento?. Antes de cumplirse la tercera semana, George murió con los ojos abiertos, en el silencio de la noche, tras aquellos ojos vacíos, sin ningún tipo de expresión, mirando hacia ninguna parte, podía dilucidarse escondido, al fondo de aquellos ojos sin vida, un pequeño George ardiendo en llamas, no dejando de sufrir ni después de muerto...
Tras la muerte de George, la familia de Peter, y él mismo, fueron felices, les tocó la lotería y todos sus problemas se esfumaron hasta que murieron. Rápido fue el funeral de George y más rápido su olvido. Sin embargo, tras el día llegaba la noche con su inseparable silencio. Seguían siendo felices, pero nadie es dueño del silencio, ni siquiera el diablo, y los remordimientos flotan en el silencio como las gaviotas el mar, con preguntas sobre la moralidad ¿se puede ser feliz a costa de la tristeza mortal de un padre/marido?. Estos pensamientos duraban poco tiempo, pues el día precede la noche y el río vuelve a su cauce, sin silencio, sin martirio, sin memoria...


Por discípulo de Maestro Sho-Hai...

miércoles, 26 de septiembre de 2012

Vaivén de dudas

¿Cuándo moriré?
¿Seré más feliz que infeliz?
¿Volveré a ver a mi padre?
¿Comeré con las manos en Tailandia?

¿Aprenderé a tocar el piano?
¿Me romperán la nariz en una pelea?
¿Gritaré a los dioses mi descontento?
¿Abrazaré a un vagabundo que tirite de frío?

¿Silbaré en la oscura noche para evitar tener miedo?
¿Comprenderé algún día mis pesadillas?
¿Veré sirenas llorar?
¿Reiré desnudo bajo la lluvia?

¿Maltrataré a un perro y me arrepentiré de ello?
¿Bailaré claqué rodeado de lobos?
¿Sangraré y no me dolerá?
¿Lloraré y moriré de dolor?

¿Me dejaré barba para esconder mi sonrisa?
¿Intercambiaré los zapatos con una mujer?
¿Tatuaré cada profunda herida en mi piel?
¿Me rascaré el escroto delante de una anciana?

¿Viviré tantos años como para desear estar muerto?
¿Moriré antes de haber vivido?
¿Defecar dejará de ser placentero?
¿Romperé un violín en la cabeza de un policía?

¿Reconstruiré mi corazón con mis propias manos?
¿Beberé whisky hasta que la locura no quiera abandonarme?
¿Fumaré puros con el Diablo?
¿Dios me abofeteará por pensar como pienso?

¿Encontraré la dignidad perdida?
¿Respetaré a aquellos que no me respetan?
¿Amaré a más personas de las que me amen?
¿Mantendré mis amistades?

¿Seré juez y a la vez verdugo?
¿Cantaré para no perder la esperanza?
¿Rezaré cuando haya perdido la esperanza?
¿Besaré los pies de la mujer que libere mi alma y después la tricionaré?

¿Adoptaré un niño?
¿Compondré la banda sonora de mi vida?
¿Venderé mi orgullo por la mujer que quiera?
¿Seguiré queriendo a mi madre cuando muera?

¿Mataré patos para divertirme?
¿Simularé que no tengo vergüenza?
¿Me desharé de la cobardía que cargo en la espalda?
¿Escucharé el sonido de una bala atravesando carne humana?

¿Practicaré el coito en un probador de ropa?
¿Tendré miedo cuando pase un día en el calabozo?
¿Escupiré verdades a mi jefe?
¿A dónde iré después de morir?

Cuándo cesarán estas dudas, cuándo aparecerá una nueva, cuándo se disipará una duda sin haberla resuelto...

Sólo son dudas, nada más que eso, dudas, mis dudas. No necesito resolver mis dudas, me gustan tal como son. Una mezcla de incertidumbre y sentimientos que dan lugar a una imperfección abstracta bella y horrible a partes iguales. Las quiero como si fueran mis hijas y las odio como a la monotonía.

                                                       Reproduction Interdite de René Magritte

Por discípulo del Maestro Sho-Hai...

sábado, 22 de septiembre de 2012



Comiendo cereales en una tierra que no es la mía. El alcohol embriaga mis sentidos. Todo parece un poco más distinto. Tal vez el mundo a mi alrededor está cambiando. La lluvia de Portugal hace que me desprenda de toda mi ropa, que quiera sentirla como una segunda piel. Tal vez sea para ahogar mis lágrimas, o tal vez ara sentirme libre. Nunca lo sabré. Me encuentro solo en un sitio que no es mi entorno, y a veces tengo miedo. Tengo miedo de que aquí no disfrute de mi vida, y por eso bebo. Beber es sinónimo de amor, o al menos en mi caso. La botella de vino tinto barato portugués se ha convertido en mi mejor amiga. Es triste, pero es verdad. Y ahora, después de una noche de fiesta en la que he bebido hasta perder la razón me encuentro en mi casa a las 7:00 de la mañana tomando un bol de cereales con leche. Y la verdad, ninguna comida, por muy cara o buena que haya sido, me ha sentado tan bien como este ínfimo cuenco, pues en los más recónditos lugares o las más insignificantes comidas se puede encontrar la paz, y lo que es mejor, la felicidad.  ( Sigo sin ser feliz del todo, pero este cuenco de leche con cereales me está sentando como una especie de, espera que no recuerdo la palabra, metadona joder, eso es; metadona. Esta leche con cereales es la metadona de mi felicidad en este instante, y sólo por eso me dormiré con una sonrisa en los labios)


Por Henry Borowski...

viernes, 21 de septiembre de 2012

En el mundo de Vladimir Kush

Esa manzana posada en su frutero,
me mira desconsolada pidiéndome juego,
pienso “estoy loco, una puta manzana que habla”,
y entonces canto alto para no escucharla.

Doy brincos sin razón,
voy al compás de mi corazón,
pero no me gusta hacerlo,
así que freno mis latidos maltratándome el pecho.

La manzana me persigue atormentada,
triste porque ya no siento nada.
Le doy la espalda,
yo no hablo con manzanas.

Mariposas de plastelina revoloteando a mi alrededor,
les doy manotazos sin ninguna compasión,
son más poderosas que yo,
sólo puedo rendirme ante ellas como el cobarde que soy.

Un mar de fresca cerveza me susurra,
y me cuesta no rendirme ante su seducción,
pero todo está en mi mente,
no quiero caer en las redes de la ilusión.

Mis manos se derriten,
mi cuerpo se vuelve abstracto,
voy perdiendo mi rígida figura,
me encuentro mejor que nunca.

Paisajes que no son lo que aparentan,
me recuerdan a las personas.
El único silencio que existe
es el sonido de la música.

Los miedos están caricaturizados,
puedes bailar con tus pesadillas,
abrazar a tu enemigo,
incluso amar la tristeza.

La fealdad es maravillosa,
aquí lo imperfecto es lo bello,
la extravagancia es el aire que se respira,
te embauca y jamás te abandona.

Las nubes son palpables,
el agua del mar un perfecto camino por el que transitar,
el sol y la luna permanecen unidos,
cantando jazz para dormir a los pájaros en sus nidos.

Las montañas cambian de tamaño todos los días,
las cigüeñas traen padres,
las madres traen cigüeñas,
nuestro color de piel es como el arco iris.

Los monos portan pajarita,
las tortugas mocasines,
las jirafas diamantes
y los tigres frac.

Un mundo distinto,
donde los conceptos no sirven de nada,
donde lo aprendido debe ser desaprendido,
donde los ojos no necesitan estar abiertos para ver.

Entiendo perfectamente a Vladimir Kush, comprendo sus cuadros, cada uno de ellos, su mundo irreal es el mundo en el que prefiere vivir y mantener su mente, mientras está allí se encuentra a salvo. Yo intento ser un buen huésped todos los días, intento evadirme y desintegrarme y aparecer en ese abstracto mundo de Kush. Lamentablemente, muchos de los días se me olvidan las llaves para entrar a ese mundo de liberación, en el que el poder de la mente vence a todo lo que se interpone ante su paso, entonces debo quedarme en esta realidad que no deja que vuele y dibuje nubes en el mar, que resucite a Michael Jackson y cantemos “black or white” con un megáfono gigantesco desde el Everest, en esta realidad en la que mis lágrimas no sólo son agua salada sino sueños y deseos que caen sin importancia en pequeños charcos de agua sucia. Me encanta el mundo de Kush y lo visitaré todos los días, pero es hora de crear mi propio mundo, un mundo de rarezas incomprensibles para la gran mayoría, un mundo por el cual me llamen loco y quieran encerrarme en un manicomio, en ese manicomio en el que me obliguen a pensar lo que me dicen, ver lo que ellos quieren que vea, dejar de sentir lo que siento, pero no desistiré, sea donde sea, en la intención de crear un mundo para mí y para todos aquellos que odian la seria, triste y poco original realidad. Al final encontré esa llave que a menudo perdía, tú no la busques más, pues jamás la encontrarás, no es un objeto físico, no está al alcance de todos, la llave que buscas es la creatividad de tu imaginación. Esa parte de ti que tanto tiempo ha estado dormida, hibernando, esperando a que tú hagas aparecer ese sol que la despierte, y que haga aparecer en tu espalda unas alas que te lleven donde nadie pueda encontrarte...

                                                   Sonata Luz de Luna de Vladimir Kush

Me encanta este cuadro de Vladimir Kush, me identifico con él. Quiero ser esa mariposa que al fin consiga deshacerse del capullo, y muestre sus bellos colores sin ningún temor, sin cadenas opresoras, perfumando con su esencia al resto de personas que aun están dentro de sus capullos, y que miran esos colores maravillados pero con miedo a salir del placentero y confortable capullo. Gracias Kush por tu arte, por tu esencia, por enseñarme el camino de adoquines azulados por los que deshacerme de este apretado capullo que me dejaba sin aire para imaginar.


Por discípulo de Maestro Sho-Hai...

miércoles, 19 de septiembre de 2012

Detrás de una sonrisa

La gente sonríe, pero no es feliz. Sonreímos para engañar al cerebro, para hacerle creer que estamos contentos y que nos suministre un poco de nuestra droga natural, la dopamina.
Trabajamos y siempre portamos nuestra más falsa y horriblemente preciosa sonrisa. Cansados, en un trabajo que no nos apasiona, que nos amarga hasta límites insospechados, remunerados insuficientemente, pero nuestra cara sigue mostrando esa asquerosa expresión de felicidad.
En casa, sentados en el sofá, escuchando la monserga de una pareja que pagarías por poder matar, pero tú sigues sentado, escuchándola, con una amplia sonrisa. Ella, cansada de un marido que vive pegado a un sofá, insatisfecha durante años en la cama, deprimida por tener una pareja que no escucha sus sentimientos expresados en palabras, se limita a prepararle la comida con una brillante sonrisa.
Profesores agotados de sus explicaciones rutinarias. Año tras año explicar la misma basura una y otra vez, viendo como sus salarios son recortados y sus horas aumentadas, viendo como su trabajo no obtiene frutos, pues esos niños acabarán siendo escoria andante. Una única pizca de esperanza ronda por sus mentes, y es que, alguno de esos niños se convertirá en un bonito fruto, pero esa esperanza se desvanece rápidamente, ya que saben que esos frutos se marchitarán al estar rodeados de tanta contaminación, no estoy hablando de contaminación química, ni acústica, ni nada por el estilo, estoy hablando de contaminación humana, el constante contacto con seres despreciables nos transforma en lo mismo. Aun con todo, los profesores siempre van acompañados de esa sonrisa irritante.
Los políticos siempre nos quieren comprar con su magnánima sonrisa. No les importa un bledo cómo nos sentimos, cómo nos llamamos, si tenemos casa donde vivir y dinero para comer. Lo único que les importa es ensayar una y otra vez la sonrisa con la que nos van a vender su propaganda. Me encantaría hablar con el espejo donde practican esa malévola liturgia.
Los abuelos sonríen, y sonríen mucho, mostrando al mundo que siguen vivos, intentando engañar a las personas que rondan a su lado, pero yo sé que tras esa forzada sonrisa se oculta un terrible horror, unos pensamientos que van dirigidos a evitar la realidad, niegan enfrentarse a sus últimos pasos, esa sonrisa sólo les impulsa un poco más hacía el escarpado acantilado.
Todos sonreímos para intentar mostrar que no estamos tristes o que somos infelices. Esta sociedad no admite la tristeza, es síntoma de rareza, de anormalidad, ¿cómo vas a estar mal en un mundo tan perfecto como en el que vivimos?. Debes dar gracias por tener el privilegio de poder pisar el suelo por el que caminas; debes sonreír por tener un trabajo donde te explotan; debes alegrarte por vivir en una casa que acabarán pagando los hijos de tus hijos por un precio 10 o vete a saber tú cuántas veces más su precio real; es obligatorio sonreír porque en el mundo ya no existe racismo, somos totalmente tolerantes, pero la realidad es que apenas hay racismo público, porque el verdadero racismo sigue escondido en corazones oscuros, el racismo más poderoso, el que no se ve venir; debes ser un tipo risueño y estar tranquilo, pues los políticos se ocupan de todo, se ocupan de que el próximo alimento que comerás será buscándolo en la basura, entre cucarachas y restos de comida en descomposición; debes reír con una gran carcajada porque la policía te respalda, es la seguridad del estado, y con una sonrisa de oreja a oreja te echará a patadas de tu casa si no puedes pagarla; tienes que estar contento si tu amigo se suicida porque no aguanta más en este sucio mundo. La gente conoce a los infelices, pues tras esas sonrisas se cobijan lágrimas puras, desesperanzadoras pero tremendamente bellas e interesantes. Esa gente es igual que tú, sin embargo, si te ven triste no pienses que dudarán en mirarte extrañados, en hacerlo público, en sentir compasión hacia ti y hacer creerte que necesitas ayuda, que eres un deshonor para la sociedad. Que su buen aspecto no te haga titubear ni un segundo, ya que esa gente, atormentada por dentro y aparentemente feliz por fuera, es la que se encuentra realmente perdida en la vida. Recuerda esto, no vuelvas a leerlo, ni siquiera hagas el intento de revisarlo, no lo comentes a nadie, te tomarán por loco, simplemente grábalo con un fino cincel en tu amígdala, en un lugar oculto de la misma, que ni siquiera tú sepas el camino. Recuerda que los días se esfuman como una botella en el mar y que los años se escapan sin darte cuenta, tranquilo, tú sabes todo esto y sabrás cómo enfrentarte a ello. La gente tiene miedo al paso del tiempo, a la muerte, a la tristeza, es tan fácil como amar aquello que el resto de la gente teme. Juega con la muerte, besa tus lágrimas, aprende de los vagabundos, conoce culturas totalmente opuestas a la nuestra, enfrentate a tu vergüenza y haz que se enrojezca, y cuando al final de ese largo recorrido te encuentres a ti mismo llorando frente al espejo, sonríe, sonríe hasta que te duelan las costillas y te orines encima, porque en ese preciso momento, nunca antes, te habrás liberado de los prejuicios de la sociedad con los que naciste tatuado, con los que creciste por obligación, con los que apunto mueres repleto de tristeza interna pero con una sonrisa externa...
He aprendido a no ser un hipócrita feliz, soy el villano al que nadie quiere, ya no quiero ser el superhéroe que la sociedad moldea a sus anchas, soy aquel malhechor triste que hace lo que cree correcto y no lo que proclama la sociedad como adecuado, no dejes que tu sonrisa sea una mercancía que pueda comprarse, mi puto alma no obedece leyes, mi alma se expande en rebeldía y quiere acariciar esas almas cautivas que lloran detrás de una sonrisa...

Por discípulo del Maestro Sho-Hai...