lunes, 26 de marzo de 2012

Metáfora mundial.


El dolor remitirá,
pienso con la cabeza en el grifo.
No puedo abrir los ojos
ni siquiera levantar un párpado,
Me duele el estómago
y estoy mareado.
La fiesta duró
muchos años,
y ahora la resaca
es de campeonato.
Todo lo que quería
entraba por mi cuerpo.
Que si alcohol,
cocaína,
anfetaminas,
a nada le hacía ascos.
Y si me faltaba el dinero
mi amigo Herr Müller
me lo prestaba y sin preguntar
jamás para que sería.

Después de tantos años
el bueno de Herr Müller
ha resultado ser un idiota.
Dice que le devuelva su dinero
¡y con intereses!
Al parecer firmé un contrato
que la coca no me dejaba ver.
Ahora estoy mutilado
y no se qué hacer.

Creo que lo mejor será
que me pegue un tiro
y acabe de una vez por todas
con este sinsabor
que me atormenta día sí día también.
Ya no tengo credibilidad
y de repente mis amigos
han desaparecido.
Nadie me avisó,
y ahora estoy jodiendo el culo
de millones de parados.
Maldito seas, ¡capitalismo!
Yo maldigo todo,
al igual que Charlton Heston
en el Planeta de los Simios,
que por cierto,
se asemeja bastante al nuestro.
Doctor Zaius, controlador de todo
eres un déspota sin corazón.
Alimentándote del dolor ajeno,
tus peludos brazos llegan a
cualquien rincón.

Todo esto, por si alguien
no se ha dado cuenta
(y visto como está la educación, es muy probable)
es lo que se conoce
como metáfora.

Ah, compañero,
la vida es así,
y así moriremos.
La fiesta fue enorme,
y ahora los hijos de este
ente sin forma,
somos los que pagaremos
los platos rotos
de todos los malogrados gobiernos.

sábado, 24 de marzo de 2012

Noctámbulo.


Otra noche más en la vida de Henry. Altas expectativas al comienzo, resultados nulos al final. Desnudo en la cama se lamenta de la vida.

Era el día de San Patricio, la noche del alcohol por antonomasia. Henry estaba solo en el bar, y comenzó a beber. Una cerveza tras otra. El lúpulo de cebada bajaba por su garganta mientras saboreaba el aroma de la victoria. A estas alturas de la noche todavía pensaba que la vida le sonreiría. Pasaron las horas y Henry seguía bebiendo. Cerveza y cerveza y cerveza. Ya no sentía dolor al morderse el labio. Sabía que debía parar. La cacería requerría los cinco sentidos.

Después de tanto alcohol, fue a otro bar a por mujeres. Pero la vergüenza podía con él. Temía el ridículo, de una forma tan grave que sentía como todos los ojos sin vida del bar se posaban en sus movimientos. Se sentía feo y torpe. No era capaz de entablar una conversación ni siquiera con la camarera a la que le pedía otra botella de cerveza. Así que recurriría al método perruno. Ese de arrimarse como si fuese un perro y la chica una farola. Acercarse a ver que pasaba. Nada.

De repente, todo cambió en la mente de Henry. Se dio cuenta de que todas las mujeres buscaban un prototipo nocturno. Notó por vez primera que la noche y el ligar forman parte de una costumbre impuesta por el rebaño de la masa social. Que todos tenían idénticos patrones, mismas respuestas.

Y se dio cuenta de que él no quería ser una oveja más. Ni las prostitutas callejeras de esa noche le contentaban. Había descubierto una verdad universal, o al menos una verdad cultural, y sólo le hizo falta que todas las mujeres le rechazasen y un largo paseo de vuelta a casa mientras la cabeza le daba vueltas.

Tumbado en la cama, sigue lamentándose de la vida. Pero sabe que ésta pasa. Y que cada individuo debe aferrarse a su pedazo de libertad.

Por Henry Borowski...

martes, 20 de marzo de 2012

Cuando sea viejo

Son las 8:20, me levanto del lecho, ¡qué alegría, estoy empalmado!, hacía mucho tiempo que no me ocurría. Me dirijo al aseo, tengo ganas de mear, me cuesta mucho hacerlo, tras 4 minutos consigo mear, ¡qué alivio! Toca lavarse la cara, agua fría para despejarme, miro al espejo, me cuesta reconocerme, soy yo, sí, sí soy yo, bueno creo que sí lo soy…no las tengo todas conmigo. Veo arrugas, ya no tengo esa piel tersa de mi juventud, tengo 75 años, soy un pellejo andante. A estas alturas de la película ya no tengo que perder diez minutos para peinarme, el cabello brilla por su ausencia. Vuelvo a llenarme las manos de agua y a echármela en la cara, sigo sin reconocerme del todo, es esa sensación de cuando una persona te suena, sabes que la conoces, pero no te acuerdas de qué, no me gusta nada esta sensación. Miro y vuelvo a mirarme, los pelos que me faltan en la cabeza se han posado en la nariz y las orejas, ¡qué asco me da ese señor!, qué lástima que ese señor sea yo. Acabo de recordar que sí soy yo, el resplandor de esos ojos me son conocidos, eso no cambia con el paso del tiempo, miro esos ojos y veo pasar todas las diapositivas de mi vida, mis sufrimientos, polvos, alegrías, tristezas, amigos, esos ojos…esos ojos…son un espejo de recuerdos, ¡bienvenido un día más!

Me tomo el café, cojo el bastón y voy de paseo. Abro la puerta, salgo a la calle, tres jóvenes pasan corriendo y me empujan, me giro hacia ellos y les digo “¡hijos de puta!”, me he vuelto un cascarrabias, un verdadero gruñón, supongo que en el fondo les envidio, esa juventud pajillera…sí supongo que es eso. Sigo caminando, cada paso es difícil, el bastón se ha convertido en mi nuevo mejor amigo, sin él no me molestaría en salir de casa, ¡odio los bordillos! De camino hacia el kiosco, encuentro a dos abuelos mirando fijamente a una obra, haciendo gala de cuanto sabe cada uno, criticando la faena que están haciendo. Me miran como incitándome a que me acerque a ellos a discutir del tema, a venerar nuestra sabiduría, nuestros valores y humillar a los trabajadores de esa obra, la verdad es que me dan ganas de coger una pala de la obra y metérsela a uno por el culo y, seguido, meter a uno en el culo del otro, ¡oh sí, cómo me gustaría!, pero soy viejo, estoy cansado, la muerte me vigila de cerca…así que simplemente me giro y sigo hacia el kiosco. Llego al kiosco, está cerrado. Todo este sufrimiento y dolor, que me ha costado llegar, no ha servido para nada, como muchas otras veces a lo largo de mi vida, es la forma que tiene la vida de darnos las gracias, le respondo “de nada”.

Es la hora de comer, me quedan tres dientes, no tengo dinero para una dentadura, así que tengo que mojar el pan para poder comérmelo, esa es mi comida ahora, pan mojado, papillas, purés, fruta, ¡cuánta variedad!, por esta razón, apenas tengo apetito ya, la hora de comer a pasado de ser uno de mis momentos favoritos a una tremenda amargura, estos dientes sólo me sirven para mirarme al espejo y reírme de mí mismo, ¡jodido masoca!

Por fin termino de esta pesadilla que es comer, me acabo el kiwi y me tumbo en el sofá, ¡gloria vendita!, a mis 75 años la hora de la siesta es algo espectacular, bueno, verdaderamente, dormir en general se ha convertido en uno de mis momentos preferidos del día, así que intento tomarlo en grandes dosis, me he convertido en un yonqui del dormir. Me tapo con mi manta de franela y comienzo a dormir. Mientras duermo revivo grandes momentos, momentos en los que no me dolía caminar, no me costaba mear, se me ponía dura con facilidad, podía comer…eran grandes tiempos, siento añoranza, pero tampoco me entristezco, sé que es una etapa, la última, e intento ser más libre de lo que he sido a lo largo de estos años. Ya no aguanto gilipolleces, no tengo que soportar a gente banal, que sólo sabe hablar de trivialidades como la hora qué es o el tiempo qué hace, ya no me visto de vergüenza, como durante tanto tiempo me vestí, ahora degusto las pequeñas cosas, mis pequeñas mierdas son las que tienen prioridad en esta etapa de mi vida.

Despierto de mi jardín de memorias, vuelvo a la realidad, la cruda. Me iba a tomar un café, pero me lo pienso mejor y acabo por tomarme un zumo de naranja, ¡coño qué ácido! Vuelvo a salir a la calle, necesito aire fresco, esta casa huele a muerte. Me dirijo al parque, 200 metros de distancia separan mi casa del parque, 200 metros que se me hacen interminables. Veo a una pareja de viejos dándoles pan a las palomas, “vaya par de tontos” pienso, parecen enamorados, me alegro por ellos, yo no lo estoy, me alegro por mí. Comienza un nuevo suplicio, quiero sentarme en un banco, pero me duele el cuerpo, la espalda, las piernas, la cadera, me duele el alma…Consigo sentarme, hay mucha gente en el parque, no ha habido ningún gesto de ayuda, no pasa nada soy demasiado orgulloso, no la hubiese aceptado, pero sienta bien, aun no aceptándola, ver que hay gente que se preocupa de otra gente, yo soy de los que no me preocupo por los demás. Saco mi pequeña libreta, escribo mis pensamientos:

Ya no cago bien,
me gustan los capullos, odio las mariposas,
tengo esperanza en el ser humano,
pero se me va acabando.

Tengo miedos,
pensaba que con la edad me abandonarían,
quiero morir…
pero no sé si estoy preparado.

Alzo la vista veo a dos jovencitas, simplemente miro la belleza de la juventud, se nota que están vivas, quizás no lo estén aprovechando, pero tienen las capacidades para hacerlo, me miran y gritan “¡pervertido!”, no les miraba con ningún afán de nada, ya no se me levanta la polla, me cuesta levantarme de la cama, como para pensar en algo relacionado con follarme a esas dos jóvenes, pero ya que pensaban eso de mí, hice que su profecía se cumpliera, guardé mi libreta en el bolsilla de la chaqueta, me bajé los pantalones, pensé que los calzones sería demasiado, así que no me los bajé, me agarré de las pelotas y les dije “niñitas queréis chuparme la piruleta”. Se quedaron mudas, yo, en cambio, estaba lleno de gozo interior, me reía a carcajadas, no podía para de reír, al fin y al cabo la tarde no había estado nada mal.

Regresé a casa, cansado, muy cansado. Cené un par de melocotones, una copita de Brandy, me sienta de fábula antes de dormir, tumbado en la cama leí un poco de Edgar Allan Poe, que también me sienta estupendo. Cerré el libro, apagué la luz, esos cinco o diez minutos que me cuesta dormir los dedico a mis reflexiones. Cada noche dudo de si me despertaré al día siguiente, rezo por morir dormido, creo que he sufrido bastante durante mi vida como para tener una muerte dolorosa. No creo que falte mucho para averiguarlo, voy notando como la Parca respira en mi nuca. Espero no tenerle miedo cuando llegue la hora, espero enfrentarme a ella con dignidad, y cuando esté frente a frente con ella decirle “no ha estado nada mal la película ¿eh?”.


Por discípulo de Maestro Sho-Hai...

El tic-tac

Eres invisible y omnipresente,
causas sufrimiento e incertidumbre al ser humano,
mataríamos por poseerte infinitamente,
eres Dios y el Diablo.

Nos tienes cogidos por los cojones,
y cada día nos los aprietas un poco más,
eres muy relativo, no acabamos de comprenderte,
el miedo que te tenemos nos impide aprovecharte.

Pagaría por no haberte conocido nunca,
no tener noción de ti,
vivir pensando en mí y no en ti,
mi objetivo es sacarte partido sin prestarte atención.

Los días malos te me haces tremendamente pesado,
los días felices pasas fugazmente,
miro hacia atrás y me quedo incrédulo,
eres un ladrón de guante blanco, robas nuestras vidas sin darnos cuenta.

Quizás estemos equivocados y te estemos juzgando mal,
quizás la culpa sea nuestra por conceptualizarte del modo incorrecto,
quizás haya que saber que estás ahí, que algún día terminarás,
y nos arrastrarás contigo…pero mientras tanto nosotros somos los actores principales.

Puede que seas neutral, ni bueno ni malo,
somos los que te damos forma, los que te dirigimos a uno u otro camino,
hacemos digna nuestra vida utilizándote bien
o te malgastamos y nos arrepentimos en el último suspiro.

Me gustaría sentarme en una mesa redonda a charlar contigo,
verte la cara, ver si disfrutas viendo nuestra angustia al percibir como te marchas,
tal vez,  vea en tus ojos el mismo dolor que nosotros comemos todos los días,
me sorprendería gratamente.

¡Coño, qué feliz sería mostrándote indiferencia!,
pero no soy capaz de hacerlo, hay tantas y tantas señales que me indican tu presencia,
podría clasificarte en hora, minutos y segundos lo que hago cada día,
tú planificas todas nuestras vidas, las ordenas, somos meros títeres…

Espero que el día que muera en mi lápida ponga:
 “El Tiempo fue su mejor y peor amigo durante muchos años,
acabó comprendiendo que no podía vencerle,
así que le aceptó con sus pros y sus contras, tal y como era…
el Tiempo hizo lo mismo con él”.

Por discípulo de Maestro Sho-Hai...

Jazz


Don piano,
atrae al son de sus  teclas,
es hipnótico,
su sonido seduce cual caramelo a un niño de 5 años.

La mujer saxofón,
vestida de dorado brillante, siempre con sus mejores galas,
con su dulce voz llena el vacío,
el silencio se arrodilla al escucharla hablar.

La pequeña armónica,
le gusta estar acompañada, pero no le importa ser solista,
amiga de los vagabundos,
es la luz de la habitación oscura y tenebrosa.

La divertida trompeta,
creadora de alegres muecas,
fiestera,
romántica donde las haya.

El cantante de jazz,
iluminado en la sala, el resto a oscuras,
voz grave, pero acogedora,
al finalizar la actuación es aclamado.

El público tiene ganas de volar, de desaparecer de sus miserables vidas cotidianas,
quieren que la voz del cantante les abrace, quieren alegrarse con la trompeta,
quieren que la armónica ilumine sus tétricas vidas, quieren ser seducidos por el piano,
quieren cerrar los ojos…y que la mujer saxofón dibuje sus sueños.


Por discípulo de Maestro Sho-Hai...

Alcohólico

Whisky ¿recuerdas nuestros inicios?, ¿el día en que nos conocimos?,
me sentía tremendamente solo, apareciste en un armario de mi casa,
el primer saludo fue un poco duro, el siguiente algo más suave,
al final de la noche parecía que nos conocíamos de toda la vida.

Whisky, te quiero y a la vez te odio,
te necesito y a la vez me matas,
no quiero volverte a ver, pero necesito beberte,
me haces ser yo mismo, pero me duele serlo de este modo.

Whisky, me haces perder la vergüenza… y me avergüenzas,
tengo frío y tú me arropas,
le doy las gracias a tus grados de más,
me cargas de energía y a la vez me agotas.

Whisky, sin ti me falta algo, contigo me sobra todo,
eres mi anestesia, pero tus efectos secundarios son graves,
me haces perder la memoria, aunque nada me merece su recuerdo,
me llaman borracho…simplemente estoy enamorado de ti, soy un romántico.

Whisky, tus pronunciadas curvas son un fetiche para mí,
me haces ver bonita a la gente, pero haces que ellos me vean despreciable,
por ti meo fuera de la taza, ¡que se jodan los del bar!
hoy me he acostado contigo y me ha encantado probarte al despertar.

Whisky, sacas mi lado más humorístico, también el más agresivo,
soy adicto a tu perfume, pero soy alérgico a él,
soy adicto a tu sabor, pero eres indigesto para mí,
eres mi terapeuta… y a la vez mi enfermedad. 


Whisky, contigo el camino es más fácil, aunque no el correcto,
2 horas sin ti es una eternidad, me gustaría no ser tan dependiente de ti,
eres todo lo que tengo… tú me lo has arrebatado todo,
eres mi música, suele ser la de un saxofón triste.

Whisky, nunca llegué a pensar que te necesitaría tanto,
parece que se pare el tiempo contigo, pero, ciertamente, va más deprisa,
es una suerte y una desgracia haberte conocido,
eres mi cárcel…y mi libertad.

Whisky, me enseñaste a vivir en la calle,
me enseñaste a combatir el aburrimiento,
me enseñaste que hay más gente como yo,
me enseñaste a desenseñarme…

Whisky, me gustas en invierno, otoño, primavera o verano,
me gustas en fiestas, bares, tabernas…
me gustas por la mañana, al mediodía, por la noche…
me gustas mientras fumo un puro, mientras leo, mientras cago…

Whisky, por separado no somos nada, juntos somos grandes,
te miro mientras agito la copa y te canto baladas de blues,
no eres nada superficial, te gusto en pijama, con corbata, de sport…
contigo no necesito televisión, haces fluir toda mi imaginación.

Whisky, siempre acabas seduciéndome,
utilizas artes de convicción miserables,
Whisky me tratas como si fuera un esclavo,
quizás yo me comporte como tal.

Whisky, podría retratarte con los ojos cerrados,
susurro tu nombre para sentirme acompañado,
me conoces mejor que nadie,
daría cualquier cosa por tenerte siempre conmigo.
Whisky, te tengo siempre en mi mente, pero no quiero pensar en ti,
mis mejores momentos han sido contigo…también los peores,
contigo nunca consigo follar, aunque gracias a ti imagino que lo hago,
aquí mando yo, aunque tú me das las órdenes.

Whisky, te dedico todo mi tiempo, aunque mi tiempo no vale nada,
siempre bailas conmigo, aunque acabamos en el suelo,
eres mi mejor amigo, pero eres egoísta me quieres para ti sólo,
me haces vomitar, pero apareces con dos hielos por la mañana.

Whisky ¡Oh Whisky! me estás arruinando, pero sin ti soy una ruina,
lo dejo todo de lado por ti, pero a ti  te veo en las copas de los demás,
contigo no pienso en las consecuencias, sin ti las consecuencias me comen,
¡te maldigo y te vuelvo a maldecir!, pero rezo por ti todos los días.

¡Oh Whisky no sé que hacer sin ti!, pero contigo no voy a conseguir nada,
me encantas cuando te vistes en forma de copa, pero pareces una puta,
¿por qué coño  tienes que existir?, pero tu existencia es una liberación para mí,
eres dulce conmigo cuando te saboreo, pero  amargo y dañino cuando no lo hago. 

Whisky de mis amores ¡ven con papá!, quizás debería castigarte por un tiempo,
eres muy persuasivo, siempre acabas convenciéndome,
me doy cuenta de mi debilidad, me haces frágil, ¿por qué me haces esto?,
yo siempre te he cuidado, son muchos años ya los que llevamos juntos.

Whisky, perdóname, no volveré a dejarte,
estos días sin ti han sido un calvario, la vida es muy dura si tú no estás,
he llorado por no poder tocarte, probarte, olerte…
cuando te veo se me dibuja una sonrisa.

Whisky, hoy no quiero hablar contigo, no estoy de humor,
bueno sentémonos a discutir, no eres una buena compañía para mí,
sé que nadie va a querer a alguien como yo, pero debería intentarlo,
está bien  esta noche a la misma hora de siempre.
Whisky, te doy las gracias, me ayudaste con la muerte de mi madre,
si no estuvieras a mi lado, quizás, quizás…
el dolor que tengo compartido contigo es menos doloroso,
la vida es un suceso doloroso tras otro, sólo puedo soportarlo contigo.

Whisky ¡qué bien me sientas por la noche!,¡ qué mal por el día!,
siempre eres sincero conmigo, aunque por las espaldas me vas ocultando cosas,
me gustas de todos los tamaños, de todos los sabores,
me gustas sólo, pero también acompañado.

Whisky ¿crees que puedo ser alguien mejor?,
Whisky ¿crees que puedo tener una vida mejor?,
Whisky ¿crees en mí?,
Whisky ¿lo estamos haciendo bien?

Whisky, dime tus secretos,
¿por qué tienes este don de gentes?
¿por qué tanta gente  te quiere?
tengo tantas preguntas que hacerte…

¡Oh Whisky! aun estando contigo me siento triste,
¡Oh Whisky! ya no te encuentro tan gracioso,
¡Oh Whisky! deja de aparecer en mis sueños,
¡Oh Whisky! me quitas las ganas de vivir.

Whisky, me permitirás deshacerme de ti cuando quiera ¿verdad?¿verdad?,
Whisky, necesito valerme por mí sólo, has hecho lo que has podido,
Whisky, necesito ser valiente, no ocultes mi cobardía,
Whisky, me cuesta olvidarte, todo me recuerda a ti…

P.D. Whisky, moriré a tu lado…puede que debido a ti,
        siempre estarás en mi hígado…


Por discípulo de Maestro Sho-Hai...

jueves, 15 de marzo de 2012

Embotellado.


 Mientras las letras se suceden una a una, mi mente embotellada por el dolor que le inspira el mundo no para. El dolor se ha convertido incluso en algo físico, retumban en mis sienes los problemas que asolan a todo ser desesperado. Las lágrimas emborronan las teclas de la máquina de escribir moderna a la que se le conoce como ordenador. No logro distinguir casi entre una v y una b. En realidad nadie distingue nada ya. Me paro a pensar y encuentro soledad donde debería haber compañía, miedos y angustias donde deberían posarse la valentía y el honor. El honor. Eso que ya nadie tenemos, que se ha ido por la taza del Water hace mucho tiempo. El pequeño Joseph lo sabe, cuando todos los días le pegan en el colegio. Aunque luego se lo monte con las novias de los que le han pegado, de poco le sirve ya. Porque no tiene honor. Los japoneses lo tenían, ahora son la mofa de todo Occidente con sus reverencias y sus penes peludos. Occidente, que lo llamamos así porque a alguno se le ocurrió, pensadlo bien, la Tierra es redonda, no tiene un Occidente ni un Oriente, pero así nos separamos de lo que no nos gusta, de la chusma. La chusma que vemos en nuestras calles, esos vagabundos que no tienen donde caerse muertos y que poco a poco van en aumento gracias a los políticos del mundo. Políticos del mundo que son más bien unos peleles en manos de las multinacionales, unas marionetas tan corruptas que dan vergüenza. La vergüenza es eso que todos tenemos, y que nos impide declararnos a la chica a la que realmente amamos. El viejo Jack murió sólo porque nunca tuvo la valentía de atreverse a decirle a su vecina de toda la vida que la amaba. El amor es ese sentimiento que todos pensamos que tenemos, y que sin embargo confundimos con el dinero, el interés y el alcohol. El alcohol, la vida. Ese líquido amargo que al día siguiente nos deja una sensación de mareo, deshidratación y dolor de barriga. Que nos deja con ese sabor de boca al que se le puede llamar victoria. 

 Cuando el ser humano está borracho, ama a todos los seres, y sobre todo se ama a sí mismo. Pierde el sentimiento de la vergüenza, y es capaz de plantar cara a su jefe, a sus amigos, a los políticos. La chusma cuando bebe se siente más feliz, nota que hay algo en el mundo por lo que merece la pena luchar, aunque sean unos breves instantes. Oriente y Occidente se unen entrelanzando sus brazos, sus lenguas, sus penes y sus vaginas en una orgía mundial liderada por el líquido elemento. De repente, hasta el más miserable borracho siente que si le insultan, estan mancillando su honor, y saca fuerzas de dónde no las hay enfrentándose a todo lo que le rodea, matando si hace falta, pero manteniendo su honra intacta. Lo único que se marcha por el Wáter es el vómito del borracho. De repente, cuando estoy solo con una botella, ya no me siento tan solo, tengo a mi lado un compañero, un amigo que sé que no me va a fallar, que puede incluso acabar con mi sufrimiento eternamente si le beso demasiado. Ahora las letras siguen sucediéndose, aunque estoy borracho y me cuesta distinguir la v y la b, ya no es por las lágrimas. Incluso el dolor es más soportable, me hace sentir qué sé que estoy viviendo. Es por este sentimiento tan puro que siento cuando bebo, y que puedo recordar mejor que el más grande de los polvos de mi vida. Porque el alcohol, es una droga y mata. Pero te hace vivir y ser un HOMBRE.


Por Henry Borowski...

No.


No señales, que acabarás manco.
No bebas, o morirás con menos de 30 años.
No mires más allá, que acabarás ciego.
No folles, o te convertirás en un pervertido.
No discrepes, que acabarás mudo
No juegues, o te convertirás en un niño.
No bailes, que acabarás cojo.
No cantes, o el día se tornará lluvioso.

                                                                               No mueras, que acabarás vivo.




Por Henry Borowski...

lunes, 12 de marzo de 2012

Abrazar

Hoy no me apetece hablar de dolor, de tristeza, de apatía, de cagar, hoy es uno de los días en que encuentro que la vida tiene sentido. Hoy es uno de esos días en los que me apetece abrazar a la gente, aunque no la conozca, pero no cualquier abrazo, un abrazo diferente para cada persona, un abrazo específico, un abrazo que solo necesita esa persona.
Todas las personas no necesitamos lo mismo, pero un abrazo aunque quieras estar solo puede ser beneficioso, ese abrazo puede ser silencioso, un abrazo de larga duración, suave, hacer sentir a la otra persona que está en su propia soledad pero con un algo que siempre es bienvenido. Los abrazos pueden ser cortos, en forma de saludo, pueden ser largos haciendo saber a la otra persona que estás ahí, ser agua moldeable y adquirir la forma de la otra persona, ser sólo uno. Hay abrazos cariñosos, con gran fuerza, que te hacen sentir vivo, el típico abrazo del Oso. Hay abrazos para calmar la ira, tranquilizadores, esos abrazos que te hacen ver lo bonito de las personas, vas notando poco a poco como tú rabia se va desvaneciendo. Hay abrazos incómodos, abrazos que surgen sin saber muy bien el cómo pero ahí están, son bastante molestos, pero no dejan de ser abrazos, uno de mis objetivos es que no me vuelva a pasar esto, no me gusta nada ese sentimiento embarazoso, quiero implicarme al cien por cien, que no sólo yo no sienta esa incomodidad, sino hacer sentir arropada a la otra persona. Hay abrazos que alegran, estás triste y una persona llega feliz, te abraza y parece que te contagie ese bienestar, es increíble, parece mágico, como dejamos de pensar en nuestros problemas por un gesto tan pequeño y al alcance de todo el mundo, de todas las edades, sexos, razas, yo me he aficionado a esta costumbre, al estar juntos, tan pegados, parece que ambos corazones se transmitan (por un bluetooth milenario, tal vez) sus sentimientos, puedes palpar las vísceras de la otra persona, puedes notar su calor.
Cada abrazo es distinto, cada persona necesita un abrazo, voto por eliminar los abrazos “base”, quiero abrazos específicos, no un abrazo para todas las personas, quiero un abrazo distinto para cada individuo, es la única forma de que el abrazo cumpla su función, esta es la definición de abrazar “estrechar entre los brazos a una persona en señal de afecto” y esta la de afecto “cariño, simpatía hacia una persona o cosa  para mi gusto se quedan realmente cortas, un abrazo es mucho más que todo eso, no podemos definir algo tan grande y subjetivo como es el abrazo, en cada momento, para cada persona y dependiendo de la persona con la que te abraces, significará una cosa distinta, a veces es amor, a veces comprensión, a veces un abrazo es tristeza, a veces es incómodo, a veces es un saludo, a veces es una puñalada trapera, a veces es una despedida…
Abrazar es una palabra mucho más grande que sus siete letras, no es posible definirla, ya que en cada momento adquiere un significado y no siempre es el mismo para los dos miembros que se abrazan, ni mencionar cuando el abrazo es colectivo. El abrazo es un camaleón que se viste de múltiples trajes, quiero ser ese camaleón, quiero  ser el otro, con cualquier persona, da igual si son desconocidos, un buen abrazo es bienvenido por todos, quién sabe si puede evitar suicidios, si puede evitar que el yonqui del barrio se replantee el valor de la vida y deje de pensar que este mundo no tiene sentido, que sus “chutes” son lo único importante y que las personas valemos menos que nada, quién sabe si puede hacer que una mujer maltratada confiese su tormento, quién sabe si puede ayudar a que el niño sienta que alguien le comprende, quién sabe si puede aliviar el dolor del desamor, quién sabe si puede reducir el estrés del conductor del bus y evitar un accidente, quién sabe si puede hacer sentir a ese gran amigo que verdaderamente eres su amigo, demostrarle con ese abrazo que siempre lo ha sido y siempre lo será, quién sabe si puede hacer sentir a esa madre, que trabaja duramente para dar lo mejor a sus hijos, que aguantar su sufrimiento y desgaste emocional y físico o aguantar a su maldito y mamarracho jefe merece la pena porque su hijo le quiere, quién sabe si ese abrazo sincero y sentido puede hacer olvidar errores o equivocaciones pasadas, quién sabe si …quién sabe si…no voy a pensar en lo que podría ser o de lo que podría servir, simplemente lo comprobaré, lo peor que podría pasar es ese sentimiento incómodo, pero si lo doy de corazón nunca sentiré esa molestia o ese momento embarazoso, sólo puedo salir ganando.

Por discípulo de Maestro Sho-Hai...

domingo, 11 de marzo de 2012

Enclenque.


Steve era todo lo que su padre odiaba. Era enclenque, no valía para los deportes y le interesaban más como hacer un bizcocho que el fútbol. Además, apenas tenía amigos y contínuamente le pegaban en la escuela. Su padre le aborrecía. Cuando John lo miraba, sentía ganas de empujar a su propio hijo. El era un veterano de Indochina, y Steve era lo que se llamaba en aquella época un queer, un maricón. Así, cuando el pequeño y tímido Steve cumplío la mayoría de edad, su padre le cerró la puerta para no abrirla nunca más.

La primera experiencia de Steve con otro hombre fue cuando tenía catorce años. El profesor de Educación Física se acercó una tarde en los vestuarios, y le arrinconó en las duchas. Le dijo que si quería aprobar debería ganarse la nota. Tenía que chupársela. Steve no quería, pero era débil y no podía con el profesor. Acabó haciéndolo una vez por semana durante todo el curso. No era algo que le gustaba, pero tampoco le gustaba saltar al potro o jugar a balón prisionero.

La primera vez que Steve se drogó tenía doce años. No podía aguantar los gritos de su padre y las palizas que éste le propinaba a su madre, asi que se fue lejos durante unas horas. Compró un bote de pegamento, lo echó en una bolsa, y esnifó. Así comenzó una espiral que le llevaría a las anfetaminas, y más tarde, al caballo.

Cuando Steve se vio sólo y sin ningún sitio a donde ir, hizo lo que entendió era lo más lógico. Se convirtió en un chapero más de aquel maloliente barrio de Los Ángeles. Cobraba 5 dólares por una mamada, y 15 por un polvo. Con ese dinero pudo permitirse un apartamento mediocre en la ciudad. Algo era algo.

Ahora que por fin tenía dinero, podía olvidar su debilidad. Fue así como Steve probó la heroína. La primera vez que la fumó, sintió una fuerza que jamás había notado dentro de sí mismo. La primera vez que se la inyectó en vena, descubrió que había muchos más universos que el suyo propio. Y todos eran mejores.

Así pasaron 4 años, en los que Steve fue degenerando hasta convertirse en una especie de engendro con piernas. Ponía su culo muchas veces por un simple dólar, y era capaz de hacer la guarrería más grande que se le antojase al cliente por menos de diez. No podía pasar más de un día sin inyectarse. Era su vida, descubrir nuevos universos. Infinitos.

Hasta que un día Steve se sorprendió. El cliente que estaba con él le sonaba, pero no sabía de qué. Probablemente de algún polvo pasado, pensó. El cliente le chupó la polla, se lo folló, y se corrió. Luego se marchó. Steve intentaba recordar quién era aquel hombre. No era capaz. Hasta que se dio cuenta de que se había dejado algo. Una insignia que se le había caído de la americana. La vio con horror, ya sabía quién era él. Pero no se podía hacer a la idea. Era demasiado repulsivo. Era demasiado irreal, demasiado increíble para ser cierto. El hombre que se marchó de su apartamento era John, su propio padre.

Al día siguiente el periódico local amanecía con una pequeña noticia en la página 23. Un joven drogadicto se había suicidado dejando una extraña nota. “ Papá, soy débil. Siempre lo he sido, y nunca va a cambiar. Quiero que sepas que fuiste el último hombre que amé durante unos minutos”. El periódico dejaba constancia de que si alguien sabía quién era se pusiese en contacto con la policía.

Una semana más tarde, la madre de Steve se encontró a su marido ahorcado en el garage. Simplemente con una nota que decía: “Lo siento, hijo.”

Después de todo, una mujer podía sonreir. Creyó ver en esa nota que su marido no pudo con la muerte de su hijo, y que siempre le había querido. La ingenuidad de esta mujer alegraba el entierro de John. Era la mujer más orgullosa de toda América. Su marido y su hijo descansando juntos, y ella por fin libre de todo. Ahora podría volver a su pequeño pueblo con su madre y su hermana. La felicidad se encuentra en los rincones del alma.



Por Henry Borowski...

Vaho en el espejo


A veces hay días en que preferiría haberme quedado en la cama resguardado por las sábanas y no alzarme de ella hasta que el sueño de la noche me envuelva de nuevo y amanezca ya en una nueva jornada.

La percepción del tiempo es distorsionada. Las manecillas del reloj parecen no correr con su compas habitual. Las voces y los sonidos que percibes parecen estar ralentizados. La cabeza yace vacía sobre los pesados hombros, y la mente parece volar hacia cualquier sitio menos el presente. No existe el aquí y el ahora.

Las opciones se amontonan en tu cabeza, se van liando como una madeja de lana golpeada por un gato. Un precioso gato negro azabache con los ojos amarillos, radiantes como el sol. Muerde la punta del hilo y tira de ella. Me levanto del catre. Mi paso siguiente es ir al lavabo a lavarme la cara con agua bien fría. Debí haber intentado evitar por todos los medios mirarme a la cara, pues sólo obtengo sentimientos de repulsión. Aversión hacia un rostro, hacia la persona portadora de aquellos ojos tristes y vacíos. Tan vacíos como mi interior. Si los ojos son el espejo del alma, la mía está sin lugar a dudas desierta. Es un campo yermo en el que ni la maleza encuentra un lugar para crecer.

Una ducha fía tampoco ayuda. Ver en el espejo carne lánguida, inerte. Con este cóctel las ganas de vomitar van en aumento.

Me cuesta respirar. Me cuesta aceptarme a mí mismo. Como persona, como ser. La desidia me envuelve. Toma el control, se apodera de todo menos de mi mente. Ojalá se apoderase sólo de ella. No puedo dejar la maldita quijotera en blanco.

Los fantasmas de un pasado mejor se aparecen. Los vislumbro de forma poco nítida, borrosos, a excepción de algunos detalles. Esos preciosos ojos entre verde y miel, esa sonrisa que incluso un día pude probar a modo de pastel. Se abren mis orificios nasales y por ellos penetra una ligera brisa que porta un olor. Su olor. Esto hace que me transporte directamente a su piel. La recuerdo tostada por el sol. La piel tersa y brillante de sus piernas hace que no pueda apartar la mirada de ellas. Ya no veo las pequeñas heridas infringidas en ellas por una estúpida manía que antes me desquiciaba, pero que ahora, incluso echo de menos discutir por ella. ¿Realmente estoy despierto o sigo dormido y esto no es más que un sueño? No se debe llamar pesadilla porque ciertamente no lo es pero causa incluso más dolor.

Salgo de la ducha y el espejo está totalmente empañado. No distingo mi cara. Ni falta que hace. Con un gesto del brazo en forma de abanico retiro el vapor del cristal. Parece que también se han desempañado mis ideas puesto que ahora en mis ojos percibo algo. De ellos emana un pequeño destello que arroja algo de luz. Los miro directamente a través del espejo y comprendo que no puedo cargar más con tan pesado lastre. El ancla de las personas que no me aman y las que un día lo hicieron pero ya no. La otra opción es aceptar que la sigo amando a pesar de que ella no.

Al instante comprendo que estoy despierto. De pie junto al espejo advierto que no estoy tan vacío. Dibujo una sonrisa en el espejo encima de mi boca y la imito.

Por Stankowski.

Reflexiones


  Intento escribir algo, y me doy cuenta de que no soy capaz. Parece que he perdido mi inspiración, que esta nueva personalidad en mi propio yo me está ahogando. Me nutro de los toros de la escritura, de Bukowsky, de Henry Miller, De Burroughs, y sin embargo mientras más leo más temo parecerme a ellos. Ojalá tuviese un ápice de su inteligencia, de su cinismo, de su chispa. Pero no es el caso. Por eso, muchas veces pienso si no estaré haciendo copias baratas de ellos, como si no lograse separar mi intelecto del suyo. Esto quiere decir que todo lo que escribo lo cuestiono, reflexionando sobre si en realidad es todo fruto de mi inspiración o de los recuerdos de sus novelas. Por eso ya no quiero ser Bukowsky, ni Cèline, Ni Hemingway, ni nadie. Sólo quiero ser yo mismo, ni más ni menos. Explicar mis borracheras, mi forma de ver el mundo es algo que me cuesta, pero que debo hacer. Es una forma de escapar de esta sociedad que no deja de ahogarnos en su propio vómito, dónde lo bueno es no pensar demasiado, si no simplemente obedecer y punto. Estoy harto de que se cuestionen cosas como la maldad del ser humano.

  El otro día discutí con una mujer (esto tal vez ya signifique algo) sobre el vegetarianismo. La susodicha en cuestión afirmaba que no se debía de comer carne, pues los animales sufren y hemos evolucionado. Parece que lo único que le importaba era negar la maldad del ser humano, como si ser malo fuese nocivo. Ser malo es supervivencial, y punto. La maldad origina todo lo bello de este mundo, y todas las genialidades de las que es capaz el ser humano derivan de ese odio visceral que sale desde las entrañas y se esparce por la Tierra. Ya está bien de tanta hipocresía. Si tienes colmillos úsalos. Muerde carne, o muerde a alguien que quiera hacerte daño. Desde aquí propongo dejar de rendir culto a la vida, y rendirlo solo a la belleza. Y si es necesario matar a un cordero que todavía se alimenta de leche materna para comer una exquisitez culinaria, se hace y nada más. Hemos nacido para eso, y no para pensar en el bien o en el mal. Haced lo que queráis, sin importar que daños ocasionaréis. El alma humana no es sino la suma de las maldades de todas las generaciones anteriores. Tal vez no sepamos nada, tal vez muramos sin saber qué hemos hecho. Pero si un día le partes la cara a una persona que odies, te darás cuenta de que por fin has tenido una acción de provecho. No somos nada ni nadie, ni valemos más que cualquier otro. Por eso es por lo que hay que luchar, por nuestra vida. Que nadie nos pisotee, que nadie nos intente atacar nuestros bienes pues morderemos como leones. Ya está bien de cobardía mundana, luchemos por lo que buscamos, y si tenemos que hacerle daño a alguien, no pensemos en si está bien o está mal. Matamos para que no nos maten. Bienvenida seas, violencia del siglo XXI...


 
Por Henry Borowski...

jueves, 8 de marzo de 2012

Tardes de paseo


Allá por enero algo rompió la monotonía de la aburrida vida del bueno de Kovalski. Una nueva mascota. Era un perro el cual respondía al nombre de Pavlov. Blanco con motas en el pelaje color canela. Embelesaba a todos con el simple agitar de su larga cola y les conquistaba con sus pequeños ojos y grandes orejas.

Se había transformado en costumbre que los dos dieran largos paseos por la playa. La rutina consistía en ir primero a la urbanización de los ricos. Chalets y coches ostentosos en primera línea de playa. Como disfrutaba Kovalski cuando Pavlov defecaba en esas impolutas aceras. Pero acto seguido recogía los excrementos porque desde pequeño soñaba con comprarse el chalet que daba justo encima del acantilado, y en el fondo, sabía que ese deseo se iba a hacer realidad. Después de observar a las gentes que vivían en sus lujosas casas, bajaban hasta la playa. Allí correteaban entre la arena y las rocas. Jugueteaban con el agua y las pelotas de algas que se formaban al ser estas arrastradas por la marea. Sin duda era una de las pocas cosas que tenía de atractivo su ciudad. Fuera cual fuese el mes del año en el que te encontraras, hacía un día esplendido para ir a pasear a la playa. Raro era el día que el sol no cubría todo el cielo bañado por esas maravillosas aguas cristalinas. Miras al horizonte y solo ves mar, paz. Si sigues el recorrido del sol te encuentras con calas desiertas que invitan a leerte un buen libro y, porque no, a pegarte un revolcón con alguna que se deje. A tus oídos sólo llega el estruendo de las olas rompiendo contra las rocas y el viento golpeándolo todo. El lugar idóneo para Kovalski para escapar de todas sus inseguridades. En aquel lugar, con aquella compañía, era donde encontraba más paz, más tranquilidad y sosiego, más liberación, más belleza. Allí podía sentirse de nuevo como un niño con el simple caminar por la orilla lanzando bolas a Pavlov,  desahogándose con una carrera por las algas, o introduciendo los pies en el agua.

Cada tarde se le dibujaba una sonrisa desnuda en la cara a Kovalski que le hacía escapar y burlarse de su aburrida vida. Sabía que dentro de no mucho, iba a ser una de las pocas cosas que echaría de menos. 

Por Stankowski.

sábado, 3 de marzo de 2012

Rezo Libre

Beber para olvidar.
No recordar.
No pensar.
Alejarse de la vida, de los problemas,
de las responsabilidades.
De los estudios, trabajos
de la familia.
Dejarlo todo atrás.

Irse lejos, sin que nadie lo sepa.
Ni una nota encima de la mesa,
Nada.
Huir de todo, sin problemas.
El único que puede ayudarme soy yo mismo.
La soledad como compañera.
La soledad como enemiga.

Morir en una cuneta
de un país lejano.
Donde no se sepa que idioma tienen,
donde el frío hiele mi cadáver
y quede embalsamado cual estatua 
de témpano.
Para los siglos, y los siglos
AMÉN.



Por Henry Borowsky...