domingo, 11 de marzo de 2012

Reflexiones


  Intento escribir algo, y me doy cuenta de que no soy capaz. Parece que he perdido mi inspiración, que esta nueva personalidad en mi propio yo me está ahogando. Me nutro de los toros de la escritura, de Bukowsky, de Henry Miller, De Burroughs, y sin embargo mientras más leo más temo parecerme a ellos. Ojalá tuviese un ápice de su inteligencia, de su cinismo, de su chispa. Pero no es el caso. Por eso, muchas veces pienso si no estaré haciendo copias baratas de ellos, como si no lograse separar mi intelecto del suyo. Esto quiere decir que todo lo que escribo lo cuestiono, reflexionando sobre si en realidad es todo fruto de mi inspiración o de los recuerdos de sus novelas. Por eso ya no quiero ser Bukowsky, ni Cèline, Ni Hemingway, ni nadie. Sólo quiero ser yo mismo, ni más ni menos. Explicar mis borracheras, mi forma de ver el mundo es algo que me cuesta, pero que debo hacer. Es una forma de escapar de esta sociedad que no deja de ahogarnos en su propio vómito, dónde lo bueno es no pensar demasiado, si no simplemente obedecer y punto. Estoy harto de que se cuestionen cosas como la maldad del ser humano.

  El otro día discutí con una mujer (esto tal vez ya signifique algo) sobre el vegetarianismo. La susodicha en cuestión afirmaba que no se debía de comer carne, pues los animales sufren y hemos evolucionado. Parece que lo único que le importaba era negar la maldad del ser humano, como si ser malo fuese nocivo. Ser malo es supervivencial, y punto. La maldad origina todo lo bello de este mundo, y todas las genialidades de las que es capaz el ser humano derivan de ese odio visceral que sale desde las entrañas y se esparce por la Tierra. Ya está bien de tanta hipocresía. Si tienes colmillos úsalos. Muerde carne, o muerde a alguien que quiera hacerte daño. Desde aquí propongo dejar de rendir culto a la vida, y rendirlo solo a la belleza. Y si es necesario matar a un cordero que todavía se alimenta de leche materna para comer una exquisitez culinaria, se hace y nada más. Hemos nacido para eso, y no para pensar en el bien o en el mal. Haced lo que queráis, sin importar que daños ocasionaréis. El alma humana no es sino la suma de las maldades de todas las generaciones anteriores. Tal vez no sepamos nada, tal vez muramos sin saber qué hemos hecho. Pero si un día le partes la cara a una persona que odies, te darás cuenta de que por fin has tenido una acción de provecho. No somos nada ni nadie, ni valemos más que cualquier otro. Por eso es por lo que hay que luchar, por nuestra vida. Que nadie nos pisotee, que nadie nos intente atacar nuestros bienes pues morderemos como leones. Ya está bien de cobardía mundana, luchemos por lo que buscamos, y si tenemos que hacerle daño a alguien, no pensemos en si está bien o está mal. Matamos para que no nos maten. Bienvenida seas, violencia del siglo XXI...


 
Por Henry Borowski...

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