Intento escribir algo, y me doy cuenta
de que no soy capaz. Parece que he perdido mi inspiración, que esta
nueva personalidad en mi propio yo me está ahogando. Me nutro de los
toros de la escritura, de Bukowsky, de Henry Miller, De Burroughs, y
sin embargo mientras más leo más temo parecerme a ellos. Ojalá
tuviese un ápice de su inteligencia, de su cinismo, de su chispa.
Pero no es el caso. Por eso, muchas veces pienso si no estaré
haciendo copias baratas de ellos, como si no lograse separar mi
intelecto del suyo. Esto quiere decir que todo lo que escribo lo
cuestiono, reflexionando sobre si en realidad es todo fruto de mi
inspiración o de los recuerdos de sus novelas. Por eso ya no quiero
ser Bukowsky, ni Cèline, Ni Hemingway, ni nadie. Sólo quiero ser yo
mismo, ni más ni menos. Explicar mis borracheras, mi forma de ver el
mundo es algo que me cuesta, pero que debo hacer. Es una forma de
escapar de esta sociedad que no deja de ahogarnos en su propio
vómito, dónde lo bueno es no pensar demasiado, si no simplemente
obedecer y punto. Estoy harto de que se cuestionen cosas como la
maldad del ser humano. 
  El otro día discutí con una mujer
(esto tal vez ya signifique algo) sobre el vegetarianismo. La
susodicha en cuestión afirmaba que no se debía de comer carne, pues
los animales sufren y hemos evolucionado. Parece que lo único que le
importaba era negar la maldad del ser humano, como si ser malo fuese
nocivo. Ser malo es supervivencial, y punto. La maldad origina todo
lo bello de este mundo, y todas las genialidades de las que es capaz
el ser humano derivan de ese odio visceral que sale desde las
entrañas y se esparce por la Tierra. Ya está bien de tanta
hipocresía. Si tienes colmillos úsalos. Muerde carne, o muerde a
alguien que quiera hacerte daño. Desde aquí propongo dejar de
rendir culto a la vida, y rendirlo solo a la belleza. Y si es
necesario matar a un cordero que todavía se alimenta de leche
materna para comer una exquisitez culinaria, se hace y nada más.
Hemos nacido para eso, y no para pensar en el bien o en el mal. Haced
lo que queráis, sin importar que daños ocasionaréis. El alma
humana no es sino la suma de las maldades de todas las generaciones
anteriores. Tal vez no sepamos nada, tal vez muramos sin saber qué
hemos hecho. Pero si un día le partes la cara a una persona que
odies, te darás cuenta de que por fin has tenido una acción de
provecho. No somos nada ni nadie, ni valemos más que cualquier otro.
Por eso es por lo que hay que luchar, por nuestra vida. Que nadie nos
pisotee, que nadie nos intente atacar nuestros bienes pues morderemos
como leones. Ya está bien de cobardía mundana, luchemos por lo que
buscamos, y si tenemos que hacerle daño a alguien, no pensemos en si
está bien o está mal. Matamos para que no nos maten. Bienvenida
seas, violencia del siglo XXI...
Por Henry Borowski...

 
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