martes, 20 de marzo de 2012

Cuando sea viejo

Son las 8:20, me levanto del lecho, ¡qué alegría, estoy empalmado!, hacía mucho tiempo que no me ocurría. Me dirijo al aseo, tengo ganas de mear, me cuesta mucho hacerlo, tras 4 minutos consigo mear, ¡qué alivio! Toca lavarse la cara, agua fría para despejarme, miro al espejo, me cuesta reconocerme, soy yo, sí, sí soy yo, bueno creo que sí lo soy…no las tengo todas conmigo. Veo arrugas, ya no tengo esa piel tersa de mi juventud, tengo 75 años, soy un pellejo andante. A estas alturas de la película ya no tengo que perder diez minutos para peinarme, el cabello brilla por su ausencia. Vuelvo a llenarme las manos de agua y a echármela en la cara, sigo sin reconocerme del todo, es esa sensación de cuando una persona te suena, sabes que la conoces, pero no te acuerdas de qué, no me gusta nada esta sensación. Miro y vuelvo a mirarme, los pelos que me faltan en la cabeza se han posado en la nariz y las orejas, ¡qué asco me da ese señor!, qué lástima que ese señor sea yo. Acabo de recordar que sí soy yo, el resplandor de esos ojos me son conocidos, eso no cambia con el paso del tiempo, miro esos ojos y veo pasar todas las diapositivas de mi vida, mis sufrimientos, polvos, alegrías, tristezas, amigos, esos ojos…esos ojos…son un espejo de recuerdos, ¡bienvenido un día más!

Me tomo el café, cojo el bastón y voy de paseo. Abro la puerta, salgo a la calle, tres jóvenes pasan corriendo y me empujan, me giro hacia ellos y les digo “¡hijos de puta!”, me he vuelto un cascarrabias, un verdadero gruñón, supongo que en el fondo les envidio, esa juventud pajillera…sí supongo que es eso. Sigo caminando, cada paso es difícil, el bastón se ha convertido en mi nuevo mejor amigo, sin él no me molestaría en salir de casa, ¡odio los bordillos! De camino hacia el kiosco, encuentro a dos abuelos mirando fijamente a una obra, haciendo gala de cuanto sabe cada uno, criticando la faena que están haciendo. Me miran como incitándome a que me acerque a ellos a discutir del tema, a venerar nuestra sabiduría, nuestros valores y humillar a los trabajadores de esa obra, la verdad es que me dan ganas de coger una pala de la obra y metérsela a uno por el culo y, seguido, meter a uno en el culo del otro, ¡oh sí, cómo me gustaría!, pero soy viejo, estoy cansado, la muerte me vigila de cerca…así que simplemente me giro y sigo hacia el kiosco. Llego al kiosco, está cerrado. Todo este sufrimiento y dolor, que me ha costado llegar, no ha servido para nada, como muchas otras veces a lo largo de mi vida, es la forma que tiene la vida de darnos las gracias, le respondo “de nada”.

Es la hora de comer, me quedan tres dientes, no tengo dinero para una dentadura, así que tengo que mojar el pan para poder comérmelo, esa es mi comida ahora, pan mojado, papillas, purés, fruta, ¡cuánta variedad!, por esta razón, apenas tengo apetito ya, la hora de comer a pasado de ser uno de mis momentos favoritos a una tremenda amargura, estos dientes sólo me sirven para mirarme al espejo y reírme de mí mismo, ¡jodido masoca!

Por fin termino de esta pesadilla que es comer, me acabo el kiwi y me tumbo en el sofá, ¡gloria vendita!, a mis 75 años la hora de la siesta es algo espectacular, bueno, verdaderamente, dormir en general se ha convertido en uno de mis momentos preferidos del día, así que intento tomarlo en grandes dosis, me he convertido en un yonqui del dormir. Me tapo con mi manta de franela y comienzo a dormir. Mientras duermo revivo grandes momentos, momentos en los que no me dolía caminar, no me costaba mear, se me ponía dura con facilidad, podía comer…eran grandes tiempos, siento añoranza, pero tampoco me entristezco, sé que es una etapa, la última, e intento ser más libre de lo que he sido a lo largo de estos años. Ya no aguanto gilipolleces, no tengo que soportar a gente banal, que sólo sabe hablar de trivialidades como la hora qué es o el tiempo qué hace, ya no me visto de vergüenza, como durante tanto tiempo me vestí, ahora degusto las pequeñas cosas, mis pequeñas mierdas son las que tienen prioridad en esta etapa de mi vida.

Despierto de mi jardín de memorias, vuelvo a la realidad, la cruda. Me iba a tomar un café, pero me lo pienso mejor y acabo por tomarme un zumo de naranja, ¡coño qué ácido! Vuelvo a salir a la calle, necesito aire fresco, esta casa huele a muerte. Me dirijo al parque, 200 metros de distancia separan mi casa del parque, 200 metros que se me hacen interminables. Veo a una pareja de viejos dándoles pan a las palomas, “vaya par de tontos” pienso, parecen enamorados, me alegro por ellos, yo no lo estoy, me alegro por mí. Comienza un nuevo suplicio, quiero sentarme en un banco, pero me duele el cuerpo, la espalda, las piernas, la cadera, me duele el alma…Consigo sentarme, hay mucha gente en el parque, no ha habido ningún gesto de ayuda, no pasa nada soy demasiado orgulloso, no la hubiese aceptado, pero sienta bien, aun no aceptándola, ver que hay gente que se preocupa de otra gente, yo soy de los que no me preocupo por los demás. Saco mi pequeña libreta, escribo mis pensamientos:

Ya no cago bien,
me gustan los capullos, odio las mariposas,
tengo esperanza en el ser humano,
pero se me va acabando.

Tengo miedos,
pensaba que con la edad me abandonarían,
quiero morir…
pero no sé si estoy preparado.

Alzo la vista veo a dos jovencitas, simplemente miro la belleza de la juventud, se nota que están vivas, quizás no lo estén aprovechando, pero tienen las capacidades para hacerlo, me miran y gritan “¡pervertido!”, no les miraba con ningún afán de nada, ya no se me levanta la polla, me cuesta levantarme de la cama, como para pensar en algo relacionado con follarme a esas dos jóvenes, pero ya que pensaban eso de mí, hice que su profecía se cumpliera, guardé mi libreta en el bolsilla de la chaqueta, me bajé los pantalones, pensé que los calzones sería demasiado, así que no me los bajé, me agarré de las pelotas y les dije “niñitas queréis chuparme la piruleta”. Se quedaron mudas, yo, en cambio, estaba lleno de gozo interior, me reía a carcajadas, no podía para de reír, al fin y al cabo la tarde no había estado nada mal.

Regresé a casa, cansado, muy cansado. Cené un par de melocotones, una copita de Brandy, me sienta de fábula antes de dormir, tumbado en la cama leí un poco de Edgar Allan Poe, que también me sienta estupendo. Cerré el libro, apagué la luz, esos cinco o diez minutos que me cuesta dormir los dedico a mis reflexiones. Cada noche dudo de si me despertaré al día siguiente, rezo por morir dormido, creo que he sufrido bastante durante mi vida como para tener una muerte dolorosa. No creo que falte mucho para averiguarlo, voy notando como la Parca respira en mi nuca. Espero no tenerle miedo cuando llegue la hora, espero enfrentarme a ella con dignidad, y cuando esté frente a frente con ella decirle “no ha estado nada mal la película ¿eh?”.


Por discípulo de Maestro Sho-Hai...

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