martes, 20 de marzo de 2012

Jazz


Don piano,
atrae al son de sus  teclas,
es hipnótico,
su sonido seduce cual caramelo a un niño de 5 años.

La mujer saxofón,
vestida de dorado brillante, siempre con sus mejores galas,
con su dulce voz llena el vacío,
el silencio se arrodilla al escucharla hablar.

La pequeña armónica,
le gusta estar acompañada, pero no le importa ser solista,
amiga de los vagabundos,
es la luz de la habitación oscura y tenebrosa.

La divertida trompeta,
creadora de alegres muecas,
fiestera,
romántica donde las haya.

El cantante de jazz,
iluminado en la sala, el resto a oscuras,
voz grave, pero acogedora,
al finalizar la actuación es aclamado.

El público tiene ganas de volar, de desaparecer de sus miserables vidas cotidianas,
quieren que la voz del cantante les abrace, quieren alegrarse con la trompeta,
quieren que la armónica ilumine sus tétricas vidas, quieren ser seducidos por el piano,
quieren cerrar los ojos…y que la mujer saxofón dibuje sus sueños.


Por discípulo de Maestro Sho-Hai...

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