Mientras
las letras se suceden una a una, mi mente embotellada por el dolor
que le inspira el mundo no para. El dolor se ha convertido incluso en
algo físico, retumban en mis sienes los problemas que asolan a todo
ser desesperado. Las lágrimas emborronan las teclas de la máquina
de escribir moderna a la que se le conoce como ordenador. No logro
distinguir casi entre una v y una b. En realidad nadie distingue nada
ya. Me paro a pensar y encuentro soledad donde debería haber
compañía, miedos y angustias donde deberían posarse la valentía y
el honor. El honor. Eso que ya nadie tenemos, que se ha ido por la
taza del Water hace mucho tiempo. El pequeño Joseph lo sabe, cuando
todos los días le pegan en el colegio. Aunque luego se lo monte con
las novias de los que le han pegado, de poco le sirve ya. Porque no
tiene honor. Los japoneses lo tenían, ahora son la mofa de todo
Occidente con sus reverencias y sus penes peludos. Occidente, que lo
llamamos así porque a alguno se le ocurrió, pensadlo bien, la
Tierra es redonda, no tiene un Occidente ni un Oriente, pero así nos
separamos de lo que no nos gusta, de la chusma. La chusma que vemos
en nuestras calles, esos vagabundos que no tienen donde caerse
muertos y que poco a poco van en aumento gracias a los políticos del
mundo. Políticos del mundo que son más bien unos peleles en manos
de las multinacionales, unas marionetas tan corruptas que dan
vergüenza. La vergüenza es eso que todos tenemos, y que nos impide
declararnos a la chica a la que realmente amamos. El viejo Jack murió
sólo porque nunca tuvo la valentía de atreverse a decirle a su
vecina de toda la vida que la amaba. El amor es ese sentimiento que
todos pensamos que tenemos, y que sin embargo confundimos con el
dinero, el interés y el alcohol. El alcohol, la vida. Ese líquido
amargo que al día siguiente nos deja una sensación de mareo,
deshidratación y dolor de barriga. Que nos deja con ese sabor de
boca al que se le puede llamar victoria. 
 Cuando el ser humano está
borracho, ama a todos los seres, y sobre todo se ama a sí mismo.
Pierde el sentimiento de la vergüenza, y es capaz de plantar cara a
su jefe, a sus amigos, a los políticos. La chusma cuando bebe se
siente más feliz, nota que hay algo en el mundo por lo que merece la
pena luchar, aunque sean unos breves instantes. Oriente y Occidente
se unen entrelanzando sus brazos, sus lenguas, sus penes y sus
vaginas en una orgía mundial liderada por el líquido elemento. De
repente, hasta el más miserable borracho siente que si le insultan,
estan mancillando su honor, y saca fuerzas de dónde no las hay
enfrentándose a todo lo que le rodea, matando si hace falta, pero
manteniendo su honra intacta. Lo único que se marcha por el Wáter es el vómito del borracho. De repente, cuando estoy solo con una
botella, ya no me siento tan solo, tengo a mi lado un compañero, un
amigo que sé que no me va a fallar, que puede incluso acabar con mi
sufrimiento eternamente si le beso demasiado. Ahora las letras siguen
sucediéndose, aunque estoy borracho y me cuesta distinguir la v y la
b, ya no es por las lágrimas. Incluso el dolor es más soportable, me hace sentir qué sé que estoy viviendo. Es por este sentimiento tan puro que
siento cuando bebo, y que puedo recordar mejor que el más grande de
los polvos de mi vida. Porque el alcohol, es una droga y mata. Pero
te hace vivir y ser un HOMBRE.
Por Henry Borowski...

 
No hay comentarios:
Publicar un comentario