martes, 21 de febrero de 2012

Inframundo

Hoy todo es oscuro, no obstante, no pierdo la esperanza de que mañana más lo sea, querer y no poder cambiarlo, impotencia cerebral y física, cansado de ver las mismas caras con la misma frustración, hoy no me apetece soñar algo mejor, hoy no quiero escuchar, no quiero el Sol, quiero una lluvia torrencial y revolcarme en pocilgas cual grueso gorrino. Hoy tú no me importas, ni tú, ni tú y, por supuesto, yo tampoco. Más muerto que vivo, es lo que me causa seguir viviendo, fantasmas de carne y hueso me animan a continuar esta dolorosa senda que es la vida. “Tres tristes tigres comieron trigo en un trigal” se cruzaron con una familia de ganaderos y se los comieron, “al trigo que le den por culo” dijeron, maté a aquellos tigres, los abrí, saqué de sus estómagos a aquella familia, me dijeron “gracias”, entonces me los comí. Hoy defecaría sobre esas caras de falsa felicidad, a ver si de este modo ven la cruda realidad, no puedo y no debo sentirme mal ¿por qué?, ¿es que acaso una mueca falsa me hará elevarme por los cielos?, ¿me hará limpiar toda la basura mental que desde dentro me produce arcadas?, ¿hará que esta incertidumbre, capaz de enloquecer al ser más apacible de la faz de la Tierra, se disipé cual corrida por el sumidero?, ¿me proporcionará las respuestas a  preguntas que me martirizan día tras día, noche tras noche, cagada tras cagada?, ¿me sustentará de alimento cuando famélico tenga que hacer cosas contrarias a mis principios, autoviolando mi propio orgullo?, ¿aliviará el dolor que me quema como ácido sulfúrico?, ¿podré mirar al espejo sin remordimientos? Francamente, creo que no, de este modo, me resulta más cómodo quitarme la careta de la hipocresía y mirar al mundo como verdaderamente es…un infierno con muertos vivientes que piensan que siguen estando vivos, intentando actuar como los demás piensan que se debe actuar, dando la apariencia que se debe dar, sintiendo no lo que sienten si no lo que se espera que sientan, ahí me encuentro yo, con unos pocos marginados sin caretas, demostrando mis más sincera y repugnante cara, mis más íntimos y ridículos sentimientos…aunque no siempre consigo quitarme la careta, intentar ser uno mismo es muy doloroso, es muy placentero unirte a la mayoría y sentirte falsamente amado, aunque sea falso proporciona satisfacción y deleite interior, evitar dar tu opinión y amoldarte o directamente incluirte en la opinión general es genial, todo es rosa, pero ese rosa se va evaporando, entrando por tus fosas nasales, pulmones y, una vez dentro, se va acumulando, acumulando, acumulando, hasta que ese precioso rosa va tomando un aspecto nauseabundo, monstruoso, despreciable y entonces explotas, y vuelves a ser el repudiado, el extraño, el incrédulo. Quiero llorar, no siempre las lágrimas salen a la superficie, he estado muchas veces a punto de morir ahogado por mis propias lágrimas, me inundaba interiormente, me asfixiaba, esa sensación de no poder respirar es realmente insoportable.
Mas cuando un rayo de luz hace hermosa una asquerosa, vulgar y pestilente mierda, pienso…mañana puede, y sólo puede, que sea un buen día.

Por discípulo del maestro Sho-Hai.

lunes, 20 de febrero de 2012

J.Brooklyn

J. Brooklyn era un joven de 25 años nacido en Miami, cuyo padre era un ex convicto puertorriqueño, había sido encarcelado por ser un camello de poca monta, su madre era una neoyorquina increíblemente bella, las revistas y los diseñadores más prestigiosos se peleaban por ella, pero tenía las ideas muy claras, y ese mundo no le atraía para nada, así que se dedicó a lo que realmente le gustaba, el dibujo, era realmente extraordinaria.
Una noche de Noviembre, J. Brooklyn tenía 13 años, dos matones tiraron la puerta de su casa con suma violencia, no se anduvieron con “chiquitas”, cogieron al padre de J. Brooklyn por la pechera y le dijeron “quiero mi dinero”, “no lo tengo” dijo el padre, los matones sin miramiento alguno apuntaron con una escopeta hacia la madre y le volaron la cabeza, aquella bonita melena negra azabache…ya no quedaba nada de ella, la sangre y restos cerebrales habían pasado al primer plano, una vez ya fallecida seguía desprendiendo aroma a elegancia y dulzura…los matones ni se inmutaron, continuaron “¡dónde coño está mi puto dinero!”, apuntaron a J. Brooklyn, él era el siguiente, lloraba desconsolado mirando atónito hacia el cuerpo de su madre, no se percataba que estaba siendo apuntado, estaba bloqueado, los matones repetían “puto puertorriqueño de mierda dame mi pasta o le reviento la cabeza a tu hijo”, el padre giro la cabeza mirando hacia su hijo, parecía que buscaba su complicidad y su despedida, miró de nuevo al matón que le tenía cogido por la pechera, también miró al otro matón que estaba al lado suyo, y en un movimiento rápido le dio una patada con todas sus fuerzas en los cojones al matón que le tenía agarrado, y antes de que el otro reaccionase le dijo a su hijo “¡corre Brooklyn, corre!”, J. Brooklyn corrió todo lo que pudo, mientras bajaba por las escaleras que le llevaban a la salida escuchó dos fuertes disparos, el silencio se había apoderado de aquella noche de Noviembre. Desde ese momento J. Brooklyn comenzó una andadura de juego, drogas, alcohol, mujeres u hombres, no buscaba amor, no le importaba otra cosa que obtener algo de placer para obviar algo de ese dolor que le corroía como el agua al hierro. 
La apatía solía invadirle desde la cima de su afro cabello hasta la punta de sus nueve uñas de los pies, había perdido un dedo al apostárselo jugando al póker contra Vincenzo (un mafioso italiano), al que también le faltaba un dedo del pie. Frecuentaba esa sensación de desesperanza, de no saber qué hacer, nada le motivaba, no tenía aficiones, no tenía amigos, desde la muerte de sus padres no había sentido ninguna muestra de amor, tampoco la había buscado ni requerido, es más, al menor indicio soltaba un brusco y grosero “no me toques ni te acerques a mí, ¿es que te doy pena? pues mándale dinero a los niñitos de África”. Pasaba las horas bebiendo cuando había ganado al blackjack  o al póker, si perdía buscaba meterse en alguna pelea, al menos aquellos puñetazos, en su mulata cara, al día siguiente le proporcionarían ese dolor de cabeza similar a la resaca, así que el final siempre era el mismo…ganase o perdiese.
Aquellos días que la apatía se tomaba libres, pocos eran,  J. Brooklyn aprovechaba para desfogar sus instintos más básicos, era un chico atractivo así que aseándose y arreglándose medianamente bien, había heredado el buen gusto vistiendo de su madre, obtenía lo que iba buscando…descargar, no le importaba si eran chicas bellas, horribles, universitarias, gordas, tísicas, viejas, inmigrantes o si eran hombres peludos, fornidos, cultos, pervertidos, etcétera, como los que mataron a sus padres, no se andaba con miramientos, quería satisfacción, correrse y nada más, no habían besos, no había cariño, no había preámbulos, no había el “cigarrito de después”, él terminaba lo que quería y sin preguntar nombre o teléfono se marchaba sin decir nada. Solía robar alguna botella de alcohol que encontrase por las casas donde mantenía las relaciones sexuales, de camino a la jaula de sentimientos que era su casa empinaba el codo a más no poder.
Otros días se levantaba con ganas de terminar con todo, quería suicidarse, finalizar una vida de dolor, pensaba en hacer honor a su triste vida suicidándose de las formas más atormentantes o angustiosas posibles. Pensaba tirarse al mar atado de pies y manos y anudado a sus tobillos un bloque de hormigón, pensó en pagar a uno de los hombres con los que había mantenido relaciones sexuales, y que trabajaba en una funeraria, para que le enterrase vivo, y muchas otras alternativas que tenía pensado.
El 11 de mayo, J. Booklyn tenía 28 años, era un día más, “queda un día menos” pensaba. Iba de camino a una taberna, el día anterior había ganado al blakjack, quería fundirse todo lo que había conseguido, empezó con un par de cervezas, se las bebió como agua, pasó a los gin tonic, se calentó bastante, pero él quería más, decidió beberse 5 chupitos de Jack Daniel’s, iba bastante torcido, en cualquier momento podía caerse al suelo, la silla en la que estaba sentado se tambaleaba considerablemente, y, como era de esperar, acabó cayendo al suelo, “¡vaya caída!” pensaba la gente de alrededor, se escuchaban carcajadas, allí estaba J. Brooklyn, en el suelo con una brecha en la barbilla, él no sentía dolor, estaba demasiado borracho, el camarero no paraba de decirle “¡inútil! vete de aquí que me espantas a la cliente, levanta ya ¡hostia!”…de repente una chica de unos 23 años, se acercó a él e intentó ayudarle, J. Brooklyn, en su tónica general, le dijo lo que siempre decía “no me toques ni te acerques a mí, ¿es que te doy pena?...”, no había acabado la frase cuando la joven chica, de preciosa cara, con rasgos orientales en los ojos, pero que claramente no era oriental oriental, le contestó mirando a J. Brooklyn a los ojos intensamente “sí, me das mucha pena” y se fue…J. Brooklyn se levantó a los 5 minutos de irse la chica, salió a la calle miró a ambos lados, algo había cambiado para él…
Desde ese día el mundo para J. Brooklyn había dado un vuelco de 360 grados, aquellos ojos, aquella mirada penetrante no se le podía quitar de la mente, aquella voz contundente y dulce a la vez, aquella preciosa cara…aquella misma noche no pudo dormir, la imagen de la chica era inmensamente mejor que sus asquerosos sueños…la respuesta de la chica hacía eco en su cabeza, nadie le había contestado hasta entonces, nadie había sido tan directo con él. Volvió a la taberna donde había ocurrido aquello pero no la conocían.
J. Brooklyn decidió plasmar los ojos que fotográficamente habían sido grabados en su cerebro sobre lienzos, nunca había dibujado y nunca le había gustado, pero sí le gustaban los cuadros de su madre y sí la había visto a ella hacerlos, parecía tener un don especial, parece ser que no solo heredó el saber vestir de su madre.
Hizo que se suicidarán las ideas de suicidio, despidió a la apatía, las ganas y la motivación empezaron a surgir, notaba sentimientos que hacía muchos años que no sentía, era extraño para él, no dejaba de dibujar, horas tras horas, no necesitaba el juego, no necesitaba la coca, no necesitaba su alcohol, solo un lienzo y un pincel. Tras poco tiempo no sólo dibujaba sobre aquella chica que le había cambiado y, posiblemente, salvado la vida, todas sus terribles y nauseabundas experiencias fueron expresadas en forma de arte, pero la imagen de la chica no abandonaba su cabeza, varios días visitó la taberna donde la conoció para ver si se encontraba con ella, pero nada.
J. Brooklyn tenía 30 años y estaba consiguiendo ganarse poco a poco el prestigio de algunos entendidos en arte, había expuesto alguno de sus cuadros en algunas galerías de no mucha relevancia. Aquél día estaba en una de esas galerías, le iba infinitamente mejor de cómo estaba antes, ¿estaba feliz? sí, pero no dejaba de reconcomerle la imagen de la chica. Sobre la mesa, donde se servía el ponche, vio un folleto de poesía, la cara de la portada era la misma que la que no se borraba de su mente, era ella…Giselle Hao Sullivan, así se llamaba aquella chica que tanto tiempo había estado sin nombre para J. Brooklyn, era una conocida escritora de novelas y poesía, había nacido en los Ángeles, su padre era filipino y su madre californiana. J. Brooklyn intentó informarse de la dirección donde vivía, apenas le costó obtener esa información, una vez se hizo con ella se marchó a su pequeño estudio y allí se encerró durante tres meses.
En ese tiempo dibujó una y otra vez, nada le convencía, el estudio se llenó de bocetos tirados por el suelo, pintura despilfarrada, pinceles desgastados, no conseguía plasmar su idea, sus sentimientos, pero al final consiguió crear una obra magistral, era una especie de cuadro cubista con tonos negros y grises, muy poco vivos, que mostraban un tremendo dolor, pero totalmente en contraste a éstos, unos colores vivos que configuran una hermosa cara, con sutiles rasgos orientales…el cuadro era un regalo para Giselle Hao Sullivan, en el dorso había una dedicación:
                       
Estaba herido,
no me importaba morir,
es más, quería morir,
tenía pensado cómo acabar con esta vida de dolor.

Desesperanza y apatía,
eran amigas mías,
alcohol, drogas, juego, mujeres y hombres,
eran mis quitapesares.

Cada día eran años para mí,
ya no sabía como proseguir,
grosero y borde con el mundo era,
sufrí innumerables puñaladas traperas.

11 de mayo,
tenía 28 años,
“Julien Tabern” nuestro lugar de encuentro,
aquél día…mi renacimiento. 

            Gracias por salvar mi vida, Jeremih Brooklyn Newell.  


Por discípulo del maestro Sho-Hai

viernes, 17 de febrero de 2012

Las manos de Sarah


El primer recuerdo de Sarah son unas manos. Unas manos frías y sudorosas acariciándole todo el cuerpo. Ella no sabe qué pasa, pero cuando esas manos tocan algunas partes de su cuerpo Sarah se estremece, y no sabe por qué, pero siente una mezcla de vergüenza y culpabilidad. Ese recuerdo se repite durante muchos años. A veces esas manos no le tocan, si no que le dan regalos. Un día un peluche, otro una muñeca. Cuando esto ocurre ella se siente todavía más culpable. No sabe lo que le pasa, y le da mucha vergüenza hablarlo con los demás. En la escuela no logra atender, ni es capaz de hacer amigos como el resto de sus compañeros. Poco a poco Sarah va creciendo, y esas manos continuan acariciándola. Más adelante una lengua pasa a formar parte también del juego de todas las noches. Ella no logra entender porque odia tanto ese momento del día. Pero despúes de eso, siempre llora hasta quedarse dormida.
Hasta que un día esas manos aparecen entrecruzadas. Están limpias, pero frías como un témpano. Esas manos no volverán a tocarla nunca más.

Ahora Sarah está en un bar. Se ha convertido en una mujer guapa, alta y esbelta. Tiene 27 años y fuma contínuamente. Trabaja en algo sin importancia, que le da para vivir. Y ya no recuerda esas manos con claridad. Pero, sin saber porqué, Sarah tiene miedo a dormir sola. Los monstruos de su infancia afloran cuando ella está a punto de dormirse. Es por eso que su subconsciente busca siempre un acompañante para las largas noches de soledad. Cuando tiene toda la cama para ella, es cerrar los ojos y llorar. Tiene miedo al silencio, a recordar lo que a fuerza de repetírse a sí misma nunca sucedió.

Sarah se da cuenta de que un hombre no deja de mirarla. Se la come con los ojos. A ella eso le gusta, le hace sentirse protegida. Ella le guiña un ojo y él se levanta y se acerca:
-¿Puedo invitarte a una copa?
-Claro- dice Sarah mientras sonríe.

Esta noche será otra buena noche. Durante unas horas habrá esquivado a los montruos que quieren hacerla daño. Aunque a la mañana siguiente, como todas esas mañanas, sienta vergüenza de sí misma, sabe que eso es mucho mejor que la soledad nocturna.

Han pasado miles de manos por su cuerpo, y asi seguirá hasta que no soporte más la culpa de haber sido una mala hija y decida acabar para siempre con su vida.

Pero ahora está viva, es de noche y se encuentra en su cama. Siente otras manos por su cuerpo, pero aunque no le gustan, tampoco las teme.   



Por Bukowski...transformándose en Henry Borowsky. Adquiriendo una nueva personalidad, un nuevo yo.

1 de Enero

Noche vieja, estaba de fiesta, aun no había bebido, empecé, ¿pues a qué habíamos ido si no? Allí estábamos todos los amigos, bebiendo y pasando frío juntos, eran prácticamente las 2 de la madrugada y allí seguíamos bebiendo…más tarde ella llegó, estaba bebida, reía sin ton ni son, yo estaba bebido y…cachondo, parece ser que ella lo estaba más que yo, era difícil, no imposible. Nos besábamos tímidamente, raro de ver en borrachos, llegando a ser contradictorio inclusive, pero allí seguíamos delante de todos, ellos seguían bebiendo, yo seguía bebiendo, ella seguía bebiendo y fumando, “no me gusta que fumes” le dije, no era nadie para prohibírselo, así que continuó fumando.
Yo seguía cachondo, allí en medio de todos, hacía frío pero la tenia tiesa, no sé si alguien se dio cuenta, si así fue no me importa. Llevamos aperitivos para que entrase mejor la bebida, yo únicamente bebía, no tenía ganas de comer aperitivos expresamente, seguía cachondo, nos besábamos de vez en cuando, los calzoncillos me pedían clemencia, no daban más de sí, verdaderamente me dolían los genitales, seguía bebiendo…
Acabé por decidir utilizar el poco raciocinio que me quedaba…pude formular una estrategia en mi mente, la bebida me impedía ejecutar esa idea mental, conseguí hacerlo “voy a mear” dije en voz alta mirando hacia ella, ella, supongo que también utilizaría todas sus estrategias que le quedaban en ese momento, captó el mensaje.
Me cogió de la mano, nos fuimos hacia un lugar poco transitado (ya sabemos con son las noches viejas, ¿existe este plural? si existe no debería “noches viejas” suena realmente mal) eran las 3:17 de la madrugada, con una mano me agarraba el pene, con otra mano cogía el vaso, mientras orinaba le daba tragos a mi ron con cola (esto habla bastante bien de mí, conservaba unas buenas facultades motrices para lo que había bebido), ella estaba al lado mío, embobada mirándome la polla, cosa que me ponía más cachondo…
Seguimos hacia delante, no había nadie, nos refugiamos en un pequeño socavón, maleza y plantas de gran tamaño nos cubrían bastante, me senté en un pequeño bordillo, ella encima mío, la besé, me besó, le mordí el labio, sangró, se encendió, yo también, chupé su sangre, pasé al cuello, la mordí, me cogió fuerte, subí hacia la oreja, la resoplé y seguidamente suavemente la mordí (¿soy un perro o una persona? creo que no estoy tan capacitado como para llegar a ser perro), me cogió de las pelotas, se me puso más dura que el mármol, ella llevaba vestido, lógicamente o no tan lógicamente yo no, decidí demostrarle la fluidez de mi mano derecha, además la tenía congelada, así que mataba dos pájaros de un tiro, rápidamente se me calentó la mano, noté la humedad de su coño, era gloria bendita, ella también quería demostrarme sus artes manuales, así que se centró en mi falo, el morbo nos invadía a ambos, debido a que ese lugar que parecía algo desierto comenzaba a estar bastante concurrido, nos daba igual, seguramente por el alcohol o quizás no.
Ella quería demostrarme todo su potencial y vaya si lo hizo, bajó directamente en dirección a mi miembro “¡qué placer!” pensé, ese contraste de temperaturas era exquisito, el frío de la madrugada en noche vieja entremezclado con el calor que desprendían esos labios, esa lengua, era el placer máximo, aquél socavón en aquél momento era un hotel 5 estrellas para mí… estaba en el séptimo cielo, sin darme cuenta, ella se levantó, cogió mi polla con una mano y se la introdujo en su majestuosa flor “LA FLOR”, el ascensor del séptimo cielo subió al décimo (es el último piso…creo), mis ojos se abrieron como platos al ver su cara de placer, “¡sensualidad aquí estoy!” parecía decir, se mordía el labio, no puedo aguantar que se muerdan el labio es algo superior a mí…
La gente no dejaba de pasar a nuestro lado, parecía que no habían echado o visto un polvo nunca, no paraban de gritar, sus caras de incredulidad me empezaban a fastidiar el coito, en fin tuvimos que parar, un poco es morboso, demasiada compañía era inaguantable.
Yo no quería volver a mi casa con unos huevos que no me entraban en el pantalón, ella muy servicial, y antes de que yo se lo pidiera, se ofreció a que yo culminara decentemente, me dijo “saca la polla”, le hice caso a pies juntillas, dejé mi miembro sobre su mano, como cuando dejo el mando de la tele sobre la mesa, empezó a masturbarme, yo gozaba de placer, al cabo de un rato eyaculé sobre el suelo y las malezas, ya no sentía ningún frío, estaba tranquilo, tranquilo, tranquilo, desganado también, no tenía donde limpiarme, ella, haciendo nuevamente gala de su cortesía, me proporcionó la parte interna de su vestido para limpiarme, eso hice…
Eran las 6:24 de la madrugada (o del día), ¿tanto tiempo habíamos pasado allí? para mí habían parecido 30 minutos, increíble los efectos del alcohol…Enero se había arrodillado ante mí, me había besado la mano y me dio su bienvenida… ¡y qué bienvenida!     

Por discípulo del maestro Sho-Hai

jueves, 16 de febrero de 2012

"El loco Johnny"


  Hace tiempo que Johnny encuentra la soledad como algo bueno. Cuando era un niño, temía quedarse solo en cualquier sitio. Odiaba no tener a nadie con quien hablar, con quien jugar. Su meta en la vida era ser un gran jugador de fútbol, un hijo modélico y un gran estudiante. Le obsesionaba ser el líder del grupo. Siempre tenía que ser el centro de atención, el más gracioso, el más rápido, el más inteligente. Su ego no conocía límites. Nadie le enseñó que la vida no es como él pensaba.

  Ahora no tiene casa, ni amigos ni familia. Vive entre basuras, siempre acompañado de un cartón de vino barato y de un perro todavía más sucio que él. No tiene nombre, simplemente se llama “Perro”. Es un animal de tamaño medio, con un ojo tuerto y que además cojea, pero es la única compañía que Johnny es capaz de tolerar. Tampoco es su amigo, pues hace ya tiempo que la palabra amistad desapareció de la vida de Johnny. Nuestro amigo vagabundo no sabe como llegó hasta donde se encuentra ahora. Hace no tanto tiempo tenía una casa, una mujer y un hijo maravilloso. El trabajo que realizaba le encantaba y sus amigos le parecían los mejores que un hombre puede tener. Todo era perfecto.

  Nadie sabe ya que Johnny tuvo un nombre y unos apellidos, un carnet de la seguridad social, una póliza de seguros, un utilitario en la puerta de su bonita casa. Ahora los jóvenes se mofan de él, le lanzan piedras y le llaman “el loco Johnny”.

  “El loco Johnny” es un nombre muy poco original. Pero tiene parte de verdad. El día que entró en su casa y vio lo que había sucedido allí dentro le cambió para siempre. Simplemente su cabeza hizo click allí donde todo tenía sentido y decidió alejarse de este cochino mundo.

  Su mente camina por libre, sin pararse en los aspectos de la vida. No le importa no lavarse, no afeitarse, no comer. El vino malo es lo único que le mantiene alerta, pero nada le ata a este mundo. Hace tiempo que su mirada está perdida, y nadie será capaz nunca de encontrarla. El día en el que Johnny descubrió la maldad del ser humano, Ernest Miller murió para siempre. Desde aquel momento se transformó en “el loco Johnny” y si quieres encontrarlo no tienes más que bajar de tu casa e ir a un cajero por la noche. Allí estará dormido, quizás se agite entre unas mantas viejas. Puede que una lágrima resbale por su sucia barba. Pero no le despiertes, pues es el único momento que tiene de poder ser feliz durante algún instante de su miserable existencia.


 
Por Bukowski...

Círculo animal


Henry no entendía por qué su cerebro conectaba el sexo con la violencia. No sabía si al resto de las personas les ocurría, pero cuando estaba jodiendo con una mujer, hay veces que eso no le llegaba para sentirse completo. Es en ese momento cuando le invade una sensación por todo el cuerpo en la que le pide que golpee algo. Le gustaría golpearla a ella, pero no estaría bien. Además, una vez hubiese descargado todo su semen sobre su maltrecha cara, sabe que se sentiría mal. Es por eso que se contiene, pero teme perder el control algún día, hiriendo a alguien y lo que es peor, hiriéndose a si mismo por la culpa y el remordimiento.
Lo peor era cuando bebía. En el momento en que una gota de cerveza bajaba por su garganta (y esto ocurría con frecuencia) no había vuelta atrás. Iba de bar en bar, bebiendo cada vez más e intentando ligarse a alguna mujer de manera cada vez más penosa, hasta que no podía más y caía redondo contra alguna acera llena de jeringuillas usadas y cartones de vino. Era su mundo, el de los vagamundos y los yonquis, el de las putas y los maricones que venden su culo por un puñado de dinero con el que poder meterse algo de mierda al cuerpo.
Al final, después de un par de horas tirado, buscaba alguna prostituta para vaciarse. No era fácil, pues apenas le quedaba dinero y apestaba a sudor y alcohol. A veces, no encontraba. Cuando esto ocurría, iba a los lavabos de la estación de tren, y se lo montaba con cualquier viejo asqueroso que buscaba carne infantil, en un vano intento de arrebatarle tiempo a su reloj vital, como intentando traspasar su vejez a ese chico joven, y liberándose de todos los tumores que tenía su cuerpo lleno de vicio y sangre.

Henry acababa siendo objeto de una felación por parte de este viejo, el cual no contento con eso le obligaba a chuparle los dedos de la mano mientras realizaba el sexo oral en cuestión. Pero Henry necesitaba descargarse, y no le valía hacerlo solo. Despúes de eso, se marchaba dando tumbos a su casa.

Las mañanas siguientes, eran todas iguales para él. Se levantaba a las dos de la tarde, vomitaba y se iba a la ducha. Pero ni todo el jabón del mundo sería capaz de quitarle esa porquería mental, ese sinsabor llamado vergüenza. No recordaba apenas nada de la noche anterior, pero sus nudillos estaban ensangrentados y su polla escocida. Probablemente perdió el control, pero nunca lo sabrá.

Unas horas despúes de la ducha y de comer lo que le quedase en casa, a eso de las siete de la tarde, Henry entraba en el bar de al lado. Comenzaba otra vez el círculo animal.


Por Bukowski...

Vergüenza

Me explico cómo una persona puede estar en su propia burbuja entre multitud de gente.
Aquí estoy en la universidad, escribiendo mis mierdas sin nadie darse cuenta, ¿también estarán ellos con sus mierdas? posiblemente ¿me importa? estudio psicología pero no soy la madre Teresa de Calcuta, así que para qué mentir “sí me importa” (nota mental, debo mejorar mis habilidades como mentiroso).
Ahora mismo debería desnudarme, alzarme encima de una mesa, girarme y mostrarles mis nalgas, ponerme de cuclillas (siempre quise escribir esta palabra, es la primera vez que la escribo, la buscaré en el diccionario para no equivocarme, ¿sabéis que está admitido en el diccionario “murciégalo”?) y sacar toda la mierda que me ronda por la cabeza por el ano…pero claro, seguramente me expulsen por escándalo público y por causar desperfectos (supongo que alguien tendría que limpiar la cagada), y, por otro lado, me avergüenza tener esta vergüenza que no me deja hacer lo que quiero hacer, no quiero ser un puto reprimido, necesito expresarme, hacer lo que me plazca cuando me nazca, todos cagamos, no creo que sea algo tan escandaloso...quizás algunos me imiten, aunque fuese simplemente por contagio, como cuando alguien cuenta un chiste malo y uno se ríe por compromiso y los demás le siguen.
La cantina está cercana, me apetece un bocadillo de huevo frito, no me apetece pagarlo, mas no tengo dinero, doble razón para no pagar, la cantinera parece maja, pero no me dejará llevármelo sin pagar, aun poniéndole mi mejor sonrisa (ensayada día tras día frente al espejo), así que reniego de la idea y me quedo sentadito.
Sigo aquí, en la universidad, queda poca gente, me gustaría ponerme los cascos, la música bien fuerte, escuchar “whatever happens” de Michael Jackson y comenzar a bailar…pero doña vergüenza vuelve a actuar, la muy condenada me pone rígido, no puedo hacer caso a mis instintos y deseos, tiene mucho poder, increíble poder, muchas de las cosas que realmente queremos hacer y nos morimos por hacer no las hacemos por vergüenza, pero yo no soy igual al resto ¿verdad?¿verdad? pobre iluso…
Me gustaría ir a la universidad algún día con pijama, ya nos conocemos todos, para qué arreglarnos, con lo cómodo que se está en batín, para qué peinarme y gastar gel fijador…una vez más la timidez hace mella en nuestros gustos o deseos.
Debería ser al contrario, 364 días de hacer lo que realmente queremos hacer y un día denominado San Vergüenza, ¡viva los retraídos! ¡viva el pensar en los demás antes que en nosotros mismos! y ¡viva nuestra puta madre! (siempre se dice puta madre y no me gusta) ¡viva nuestro puto padre! (mejor).
Bueno…creo que es hora de marcharme, el ruido del aire contra las persianas me está tocando los cojones, no literalemetne sino sería la hostia, y ahora que lo pienso podría salir por la ventana en lugar de por la puerta, me resulta más interesante, salir por la puerta no tiene ningún mérito, a no ser que sea una puerta minúscula, en ese caso sí o que sea una puerta de oro macizo que pesé una tonelada o etcétera… ¿creéis que saldré por la ventana? efectivamente, no lo voy a hacer ¿algo me lo prohíbe? únicamente mi vergüenza, saldré por la puerta como hacemos todos, al menos le pegaré una colleja al tipo feo que tengo al lado, tampoco lo voy a hacer, siempre me quedará el salir andando con estilo, eso siempre…

Por discípulo de maestro Sho-Hai.

Ser Paradójico

Enjaulados en nuestra propia creación,
inmersos en una enorme sumisión,
la explosión está cercana,
olisqueo la rebelión de los necesitados.

El señor originalidad y su mujer la creatividad están afligidos,
quieren llenar de colores este gris paisaje.
Ideas atrofiadas de no ejercitarlas,
las preferimos mascadas, digeridas, cagadas…

Dignidad en venta,
apriétame y te regalo mis derechos,
idiotez un peldaño por encima de inteligencia,
¿de qué sirve leer libros?¿de qué sirve aprender?

Seres reprimidos,
que no lloran por fuera sino hacia dentro,
el prójimo no importa,
pero si lo necesito por el interés te quiero Andrés”.

El ser humano es…despreciable,
capaz de lo peor, egoísta…
…pero a la vez es maravilloso,
civilización paradójica.

Tenemos los materiales,
reventemos estas paredes de carne y huesos
y empecemos a merecernos nuestra existencia.  

Por discípulo del maestro Sho-Hai

Dinero...

Sentado en una butaca de cuero marrón. Vestido con una bata de fina y exquisita seda italiana, tiene un cohíba en el bolsillo de la parte izquierda, en la zona del pecho, debajo únicamente unos boxers anchos y cómodos y en los pies unas zapatillas de estar por casa. En la mesilla, un libro con las mejores obras de Gaudí, una revista con las nuevas tendencias de Tom Ford, una copa de bourbon con dos hielos y una nota que parece que él ha escrito. Frente a la butaca una chimenea que escasea de leña y está apunto de apagarse, es la única que da un poco de luz al salón. La televisión está apagada, no quiere ningún ruido mientras escucha en el tocadiscos la sincronía y perfección de un poeta recitando sus versos melancólicos, bajo la melodía del jazz de un saxofón. Un clásico teléfono, de color negro, no deja de sonar. A la derecha, una ventana cerrada deja ver, tras su cristal, la blanca y espesa nieve cubriendo su Cadillac, ¿se le habría olvidado meterlo en el garaje junto al Ferrari? A la izquierda, un enorme cuadro cubista inédito de Picasso, con una dedicatoria en el reverso. Detrás del cuadro hay una caja fuerte cerrada, para abrirla es necesaria una huella dactilar. Ojos cerrados, gesto triste, barba de dos semanas, cabello alborotado, él parece que no respira, sujeta con las dos manos un álbum de fotos en los que aparecen una niña pequeña, una mujer y él, sus nudillos están ensangrentados. En la habitación, sobre la cama, un frac sin ninguna arruga, impoluto. Encima de la almohada, un móvil con 151 llamadas perdidas y 12 mensajes de voz. Pegada a la cama hay situada una mesita de noche con un libro de Schopenhauer, debajo del libro tres billetes de avión para las Maldivas. Dos cajones tiene la mesita, en el primero, unas gafas de leer, un collar azteca, un dibujo en el que pone “papi te quiero” y una foto en la que aparece él, una niña pequeña y una mujer, las mismas que salían en el álbum que tenía en sus manos, aparecen los tres abrazados. El segundo cajón está repleto de calzones, encima de ellos una piedra volcánica y una figurita de un buda, parece que no hay nada más, sin embargo, tiene un doble fondo, debajo de él una cartilla de ahorros con un saldo de 213.005 €. Junto a la pared un piano reluciente, sin rastro alguno de polvo, encima de él una partitura sin acabar, junto a una pluma con poca tinta. La habitación colindante a ésta parece de una niña de unos 5 años, repleta de fotografías de viajes parecidas a las del álbum, Disney Land París, Suiza, Copacabana, Los Ángeles, Sidney…la habitación desprende amor. De una puerta entreabierta, comienza a salir gran cantidad de vapor, proveniente del agua caliente que desborda una bañera de blanco mármol, el aseo está inundado, en el grifo hay un peine con largos cabellos negro azabache. Ropa tirada por las escaleras, una camisa color crema, unos pantalones pitillo y unos mocasines marrones. Una pequeña salita al lado de las escaleras está repleta de discos de vinilo. Un olor cargante inunda la casa, viene de la cocina, ésta está patas arriba, una silla rota, platos destrozados en el suelo, huellas de puñetazos en la nevera, únicamente se ha salvado un bol infantil, con restos de leche y cereales, y un vaso de café, con la marca de carmín de unos finos labios, se ha producido una fuga de gas hace cuatro horas, ¿accidental?...

Por discípulo del maestro Sho-Hai.

¿Música para qué?

Como un surfista quiero deslizarme por tus costillas,
alpinista escalador de tus montañas tetunas,
utilizaré como piqueta mis dientes, prometo dejar cicatriz,
 y como cuerda mi resbaladiza lengua, ¡pezones vais a morir!

¿Música para qué?

Convirtiose mi mano en seda,
para acariciar el braile de tu morena espalda.
Dedos juguetones,
¿vibradores? soy permisivo…

¿Música para qué?

En húmedos labios cima hice,
mas acampar en sonrisa picarona quise,
a la lumbre de dos Lunas llenas
parpadeantes cual semáforo en ambar.

¿Música para qué?

Siempre sabes como ponérmela dura, el tintineo de esas pestañas mmmm…
hoy no quiero hacerte el amor,
ciertamente nunca lo quiero,
simplemente empotrarte contra la pared mientras te muerdo el cuello.

¿Música para qué?

Sudor…me gusta,
salvajismo…me gusta,
que grites como una cerda en matanza…me encanta,
sin contemplaciones, solo placer, ¿morboso? ¿y quién no?

¿Música para qué?

No quiero hacerte daño, pero dime que te duele,
dime que te azote,
no condones, quítate las bragas y siéntate en mi poya,
no me hagas moverme,
baila sobre mi saxofón al ritmo de “Hit the road Jack” de Ray Charles.

¿Música para hacer el amor?
no gracias, música para follar.
¿música para qué? música para follar.
¿música para qué? música para follar.
¿música para qué? música para…

Por discípulo del maestro Sho-Hai

Coherentemente incoherente

Hoy no hablo, escribo,
hoy ando haciendo el moonwalk,
hoy no acaricio, rasgo,
hoy veo borroso, muy borroso,
hoy no puedo respirar, ¡maldito catarro!
hoy tengo los oídos taponados, ¡maldito catarro!
hoy tu coño no me sabe a nada, ¡maldito catarro!
hoy la vida es bella...

Por discípulo del maestro Sho-Hai.

miércoles, 15 de febrero de 2012

Gemidos


El gato gime de dolor
mientras su dueño
harto de darle de comer
decide golpearlo hasta acabar con su existencia.

El niño gime de impotencia
cuando el padre le castiga
y le pega
por no aprobar la materia.

La mujer gime de placer
cuando el amante
decide atarla a la cama
y azotarla mientras la penetra.

El hombre gime de rabia,
cuando la mujer se marcha
cerrando para siempre la puerta,
de su corazón y de su alma

El anciano gime sin más,
pues su cabeza hace tiempo
que navega entre niebla,
y no es capaz de saber ni quien era.

Por bukowski...

¿Tú también "sobrevives" al rapto?


  En ese momento sentía como si fuésemos las dos únicas personas que estábamos manteniendo una conversación normal en aquella taberna. Estábamos en una tasca típica de Barcelona, de las de toda la vida.        De las de los barriles de vermut en la pared, el cual se sirve en vaso de sidra, no en esas copas abiertas con una aceituna, no, no. Llámame nostálgico pero la gente hoy en día no sabe lo que es un buen vermut.
Lo que llamaba la atención era la gente que lo frecuentaba. Había pasado de ser el tugurio de los jubilados jugando su partida de dominó, para convertirse en un lugar “cool” y “chic”, palabras que por cierto odio, repleto de niños pijos con teléfonos de última generación que lo más raro que hacían era llamar por ellos.
Las conversaciones en ese lugar versaban sobre temas banales. No se prestaban ni la más mínima atención los unos a los otros, se dedicaban a asentir lo que decía fulano mientras no sacaban la cabeza de sus celulares. No paraban de teclear con una velocidad pasmosa que denotaba horas y horas de entrenamiento previo; bueno si ahora se puede llamar así porque las teclas han quedado ya para la prehistoria al igual que las conversaciones cara a cara.

    Vuelvo a echar la vista hacia mi compañero de mesa después del barrido general:
-¿Te das cuenta de la deshumanización que estamos sufriendo?
-¿A qué te refieres con eso, chalado?
-A que parece que lo tecnológico está barriendo del mapa a lo humano. Ya nadie habla, nadie escucha, nadie espera, nadie se centra en una sola conversación sino que hablan con varias personas a la vez para no decirse nada.
-Bueno eso es un poco extremista
-¿Tú crees? Echa un vistazo a tu alrededor.
-¿Qué pasa? No veo nada raro…
-¿A ti también te han comido la cabeza?
-¿Pero de qué hablas? Oye tío estas un poco tenso y tremendista últimamente.
-Puede que tengas razón. Me voy a casa a dormir

   Tuve que escapar de allí. A él también lo habían abducido. Alguien que ve normal quedar para tomar algo y pasarse el rato hablando con entes que no están de cuerpo presente en vez de hablar con el tío que tienes delante presenta signos de rapto mental. Aunque si, que no niego que pueda ser desagradable ver a un tío que se rasca las pelotas mientras come y habla con la boca llena pero puedes mirarle a los ojos y ver que es un cretino.
En fin menos mal que ya llego a mi casa y me puedo conectar a Twitter para despotricar. Debo ser el único al que no le convencen con sus mierdas…

Por Stankowski.

Conversación entre Bukowski y Stankowski

 ‎- ¿No hay veces que te sientes un fracasado, un pringado?
- Muchas. En el fondo lo somos.
- No me consuela saber que no soy el único.
- Pues a mí me queda el consuelo de saber que hay gente más pringada.
- A lo mejor no somos tan pringados como creemos porque sabemos que somos unos pringados, ¿no?
- Pero a lo mejor creemos que no lo somos, y al creer que no lo somos, somos más pringados...
- Es la pescadilla que se muerde la cola...

Trabaja y vive.


   Dicen que trabajar es bueno. Que aportas a la sociedad. Pero, ¿qué te aporta a ti la sociedad? Damos toda nuestra vida en empleos que no nos gustan por un sueldo. Eso es lo que nos da la sociedad. Un sueldo que simplemente gastas en comida, bebida, ropa y emborracharte de vez en cuando. Cosas que no deberían comprarse, pues toda persona debe tener derecho a todo eso. La sociedad y el individuo es una estupidez, es como si a un obrero le obligasen a construir durante toda su vida un muro. Un muro que todas las noches alguien se encarga de tirarlo abajo, de destruirlo. Todas las mañanas nuestro obrero va a la construcción, y todos los días coloca los mismos ladrillos. No avanza. Además, todos los meses se le amputa algo, un mes un dedo, al mes siguiente otro dedo, otro mes una oreja, un labio, y así sucesivamente. Pues esa empresa es la sociedad.

   Acaba volviéndonos locos, sumidos en una rutina de la que no podemos escapar, y encima poco a poco nos va amputando nuestros sueños y deseos. Es nuestro destino, acabar solos, tristes y amargados en un prototipo falso de vida. Al final del camino estamos exhaustos, como si hubieses descargado todo tu semen por el water sin que haya servido tan siquiera para una leve sensación de placer. La gente dice que siempre hay momentos buenos, pero estos no se encuentran al lado de la sociedad. No seas una oveja más del redil. No te compres un coche, una casa, un frigorífico ni una cama más grande. Dedícate a saborear cada instante sin importarte qué dirá el resto, pues realmente la sociedad está podrida, tan podrida como el corazón de la mayoría de gente que hay a tu alrededor.

  Pero a base de repetirte contínuamente que realmente la vida es así, has terminado por creértelo, y ya no serás capaz de salirte de la corriente que te empuja al abismo de la depresión y de la muerte.

Por Bukowski...

La hiena.

LAS HIENAS se parecen vagamente a los perros, si bien tienen un aspecto muchísimo menos simpático. Su cuerpo es tosco, con el cuello grueso, la cabeza robusta, el hocico también grueso y obtuso, sin la menor gracia. Las patas delanteras son más largas que las traseras, de forma que el lomo se presenta inclinado; los pies están provistos de cuatro dedos. El corte oblicuo de los ojos da a estos animales una expresión pérfida y agresiva. El pelo largo, áspero y rizado, que en el dorso se alarga en una crin cerdosa, y su color a menudo oscuro son otros elementos que contribuyen a dar a la hiena un aspecto francamente desagradable. Añádase a esto que son animales nocturnos, dotados de una voz desentonada, estridente, muchas veces parecida a una risa histérica; además son ávidas por naturaleza, emanan un olor nauseabundo y andan con un paso como renqueante.
La extraordinaria robustez de los dientes, gruesos y macizos, permite a la hiena aprovechar los restos del alimento de otros carnívoros, ya que pueden despedazar fácilmente los huesos de cualquier tamaño. Otras características de las hienas son sus fortísimas patas; así como las glándulas salivales, muy desarrolladas; la lengua cubierta de verrugas córneas, y las glándulas fétidas, situadas en la región anal.

Vamos a ser las hienas de esta sociedad.