Sentado en una butaca de cuero marrón. Vestido con una bata de fina y exquisita seda italiana, tiene un cohíba en el bolsillo de la parte izquierda, en la zona del pecho, debajo únicamente unos boxers anchos y cómodos y en los pies unas zapatillas de estar por casa. En la mesilla, un libro con las mejores obras de Gaudí, una revista con las nuevas tendencias de Tom Ford, una copa de bourbon con dos hielos y una nota que parece que él ha escrito. Frente a la butaca una chimenea que escasea de leña y está apunto de apagarse, es la única que da un poco de luz al salón. La televisión está apagada, no quiere ningún ruido mientras escucha en el tocadiscos la sincronía y perfección de un poeta recitando sus versos melancólicos, bajo la melodía del jazz de un saxofón. Un clásico teléfono, de color negro, no deja de sonar. A la derecha, una ventana cerrada deja ver, tras su cristal, la blanca y espesa nieve cubriendo su Cadillac, ¿se le habría olvidado meterlo en el garaje junto al Ferrari? A la izquierda, un enorme cuadro cubista inédito de Picasso, con una dedicatoria en el reverso. Detrás del cuadro hay una caja fuerte cerrada, para abrirla es necesaria una huella dactilar. Ojos cerrados, gesto triste, barba de dos semanas, cabello alborotado, él parece que no respira, sujeta con las dos manos un álbum de fotos en los que aparecen una niña pequeña, una mujer y él, sus nudillos están ensangrentados. En la habitación, sobre la cama, un frac sin ninguna arruga, impoluto. Encima de la almohada, un móvil con 151 llamadas perdidas y 12 mensajes de voz. Pegada a la cama hay situada una mesita de noche con un libro de Schopenhauer, debajo del libro tres billetes de avión para las Maldivas. Dos cajones tiene la mesita, en el primero, unas gafas de leer, un collar azteca, un dibujo en el que pone “papi te quiero” y una foto en la que aparece él, una niña pequeña y una mujer, las mismas que salían en el álbum que tenía en sus manos, aparecen los tres abrazados. El segundo cajón está repleto de calzones, encima de ellos una piedra volcánica y una figurita de un buda, parece que no hay nada más, sin embargo, tiene un doble fondo, debajo de él una cartilla de ahorros con un saldo de 213.005 €. Junto a la pared un piano reluciente, sin rastro alguno de polvo, encima de él una partitura sin acabar, junto a una pluma con poca tinta. La habitación colindante a ésta parece de una niña de unos 5 años, repleta de fotografías de viajes parecidas a las del álbum, Disney Land París, Suiza, Copacabana, Los Ángeles, Sidney…la habitación desprende amor. De una puerta entreabierta, comienza a salir gran cantidad de vapor, proveniente del agua caliente que desborda una bañera de blanco mármol, el aseo está inundado, en el grifo hay un peine con largos cabellos negro azabache. Ropa tirada por las escaleras, una camisa color crema, unos pantalones pitillo y unos mocasines marrones. Una pequeña salita al lado de las escaleras está repleta de discos de vinilo. Un olor cargante inunda la casa, viene de la cocina, ésta está patas arriba, una silla rota, platos destrozados en el suelo, huellas de puñetazos en la nevera, únicamente se ha salvado un bol infantil, con restos de leche y cereales, y un vaso de café, con la marca de carmín de unos finos labios, se ha producido una fuga de gas hace cuatro horas, ¿accidental?...
Por discípulo del maestro Sho-Hai.
 
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