El primer recuerdo de Sarah son unas
manos. Unas manos frías y sudorosas acariciándole todo el cuerpo.
Ella no sabe qué pasa, pero cuando esas manos tocan algunas partes
de su cuerpo Sarah se estremece, y no sabe por qué, pero siente una
mezcla de vergüenza y culpabilidad. Ese recuerdo se repite durante
muchos años. A veces esas manos no le tocan, si no que le dan
regalos. Un día un peluche, otro una muñeca. Cuando esto ocurre
ella se siente todavía más culpable. No sabe lo que le pasa, y le
da mucha vergüenza hablarlo con los demás. En la escuela no logra
atender, ni es capaz de hacer amigos como el resto de sus compañeros.
Poco a poco Sarah va creciendo, y esas manos continuan acariciándola.
Más adelante una lengua pasa a formar parte también del juego de
todas las noches. Ella no logra entender porque odia tanto ese
momento del día. Pero despúes de eso, siempre llora hasta quedarse
dormida. 
Hasta que un día esas manos aparecen
entrecruzadas. Están limpias, pero frías como un témpano. Esas
manos no volverán a tocarla nunca más.
Ahora Sarah está en un bar. Se ha
convertido en una mujer guapa, alta y esbelta. Tiene 27 años y fuma
contínuamente. Trabaja en algo sin importancia, que le da para
vivir. Y ya no recuerda esas manos con claridad. Pero, sin saber
porqué, Sarah tiene miedo a dormir sola. Los monstruos de su
infancia afloran cuando ella está a punto de dormirse. Es por eso
que su subconsciente busca siempre un acompañante para las largas
noches de soledad. Cuando tiene toda la cama para ella, es cerrar los
ojos y llorar. Tiene miedo al silencio, a recordar lo que a fuerza de
repetírse a sí misma nunca sucedió.
Sarah se da cuenta de que un hombre no
deja de mirarla. Se la come con los ojos. A ella eso le gusta, le
hace sentirse protegida. Ella le guiña un ojo y él se levanta y se
acerca:
-¿Puedo invitarte a una copa?
-Claro- dice Sarah mientras sonríe.
Esta noche será otra buena noche.
Durante unas horas habrá esquivado a los montruos que quieren
hacerla daño. Aunque a la mañana siguiente, como todas esas
mañanas, sienta vergüenza de sí misma, sabe que eso es mucho mejor
que la soledad nocturna. 
Han pasado miles de manos por su
cuerpo, y asi seguirá hasta que no soporte más la culpa de haber
sido una mala hija y decida acabar para siempre con su vida. 
Pero ahora está viva, es de noche y se
encuentra en su cama. Siente otras manos por su cuerpo,  pero aunque
no le gustan, tampoco las teme.   
Por Bukowski...transformándose en Henry Borowsky. Adquiriendo una nueva personalidad, un nuevo yo.

 
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