Hace tiempo que Johnny encuentra la
soledad como algo bueno. Cuando era un niño, temía quedarse solo en
cualquier sitio. Odiaba no tener a nadie con quien hablar, con quien
jugar. Su meta en la vida era ser un gran jugador de fútbol, un hijo
modélico y un gran estudiante. Le obsesionaba ser el líder del
grupo. Siempre tenía que ser el centro de atención, el más
gracioso, el más rápido, el más inteligente. Su ego no conocía
límites. Nadie le enseñó que la vida no es como él pensaba. 
  Ahora no tiene casa, ni amigos ni
familia. Vive entre basuras, siempre acompañado de un cartón de
vino barato y de un perro todavía más sucio que él. No tiene
nombre, simplemente se llama “Perro”. Es un animal de tamaño
medio, con un ojo tuerto y que además cojea, pero es la única
compañía que Johnny es capaz de tolerar. Tampoco es su amigo, pues
hace ya tiempo que la palabra amistad desapareció de la vida de
Johnny. Nuestro amigo vagabundo no sabe como llegó hasta donde se
encuentra ahora. Hace no tanto tiempo tenía una casa, una mujer y un
hijo maravilloso. El trabajo que realizaba le encantaba y sus amigos
le parecían los mejores que un hombre puede tener. Todo era
perfecto.
  Nadie sabe ya que Johnny tuvo un nombre
y unos apellidos, un carnet de la seguridad social, una póliza de
seguros, un utilitario en la puerta de su bonita casa. Ahora los
jóvenes se mofan de él, le lanzan piedras y le llaman “el loco
Johnny”.
  “El loco Johnny” es un nombre muy
poco original. Pero tiene parte de verdad. El día que entró en su
casa y vio lo que había sucedido allí dentro le cambió para
siempre. Simplemente su cabeza hizo click allí
donde todo tenía sentido y decidió alejarse de este cochino mundo.
  Su mente camina por libre, sin pararse en los aspectos de la vida. No
le importa no lavarse, no afeitarse, no comer. El vino malo es lo
único que le mantiene alerta, pero nada le ata a este mundo. Hace
tiempo que su mirada está perdida, y nadie será capaz nunca de
encontrarla. El día en el que Johnny descubrió la maldad del ser
humano, Ernest Miller murió para siempre. Desde aquel momento se
transformó en “el loco Johnny” y si quieres encontrarlo no
tienes más que bajar de tu casa e ir a un cajero por la noche. Allí
estará dormido, quizás se agite entre unas mantas viejas. Puede que
una lágrima resbale por su sucia barba. Pero no le despiertes, pues
es el único momento que tiene de poder ser feliz durante algún
instante de su miserable existencia.
Por Bukowski...

 
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